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como parecía antes la reducción nueva, no faltaron contrarios pareceres que salieron al paso, oponiéndose á la resolución dada con razones fundadas en la experiencia, por estar la gente esparcida y ser tan incógnitos sus retiros, que apenas se sabía dónde estaban desde que los dejaron en el Airico; pero sucedía en este caso lo que sucede al ver desde lejos una tajada serranía, que apenas puede aquietarse la razón, aunque se multipliquen los discursos, sobre que sea posible la subida para ganar la cumbre, mas poniéndose los medios para ganarla, se halla por experiencia no ser tan difícil esto como parecía antes, llegando después de muchas vueltas y rodeos á su encumbrada cima. Bien reconocía estas dificultades el Provincial, pero mirando que se perdía muy poco en tentar vado, determinó enviar un misionero de refresco á la reducción del Beato Regis, con orden de que se noticiase más de cerca del estado de la fundación y de las esperanzas que daba de su adelantamiento, para quedarse en ella si se reconocía utilidad, ó que se volviese á los Llanos para asistir á los Betoyes, en caso de verse que era poco útil esta empresa.

En esta conformidad partió el Padre Juan Capuel como Superior que era, en compañía del nuevo misionero, quienes embarcados por el río Cravo y por el Meta, llegaron después de cinco días de navegación aguas abajo á las riberas del Guanapalo el día 26 de Octubre de 1722, y hallaron el pueblo bien fundado, repartidos los oficios de Alcaldes, Alguaciles, Fiscal y Teniente, y levantadas muchas casas, curiosamente fabricadas. Tenían entre manos entonces la vivienda del Padre y la Capilla interior, que había de servir de iglesia mientras se hacía otra más capaz. Regocijóse el anciano misionero, viendo que se daba importancia á su fundación nueva, aunque no dejó de recibir susto, y bien grande, con la inesperada llegada de los dos Padres, pensando que era para quitarle la presa de las manos. Acabado el hospedaje de algunos días, y habiendo regresado el Superior á las misiones de los Llanos, empezó el nuevo misionero á informarse de todo, valiéndose de los prácticos..

Estaba con el cargo de Teniente el buen indio de quien hemos hecho mención algunas veces, llamado Chepe Cavarte, á quien llamaremos D. José. Este había rodado mucha tierra, Y estaba bien noticiado de los sitios y parajes en donde se hallaban las familias de la nación Achagua, y otras que entendían la lengua, aunque eran de naciones diferentes; todo se encomendó á la pluma y se sacó un informe para presentárselo al Provincial. En el ínterin fueron bautizándose los adultos, y poniendo á raya á muchos cristianos que había con sólo el carácter de tales, y en lo demás gentiles; muchos de ellos estaban casados á su modo con mujeres infieles, y otros con dos ó tres, y solamente se halló un

viejo cristiano que se hubiese confesado, no habiéndose dignado los demás en muchos años, aunque tuvieron ocasión para ello, buscar el remedio de sus almas en el Sacramento de la penitencia. Todo se fué allanando con la Divina gracia, casándolos in facie ecclesiae; confesando á los cristianos, y reduciendo á vivir con una mujer sola á los que tenían muchas.

á

Corriendo el año de 1723, á fines del mes de Enero, entró á visitar esta reducción el Padre Provincial Francisco Antonio González, con muchos deseos de saber si fructificaba esta nueva planta en las cercanías del Meta. Se le presentó el informe, y viendo estar bien fundadas las esperanzas de progreso, y que podía ser ésta un atractivo para la nación Saliva por estar emparentados muchos de éstos con D. José Cavarte, se resolvió fomentar con empeño la empresa. Habían salido á ese tiempo á comerciar con los del Beato Regis algunos de los dichos Salivas, mozos todos ellos, y de gallardo talle, á quienes mandó llamar el Provincial; hablóles por medio de intérprete sobre que se poblasen, á lo cual respondió el hijo de su Cacique, que venía haciendo cabeza, que por ser todos ellos muchachos no podían determinar nada sobre este punto, pero que volverían á su tierra y consultarían con los viejos. Pareció muy cuerda la respuesta á los que se hallaron presentes, viendo que aún los mismos gentiles hacen aprecio de las canas, para ejemplo de los cristianos mozos, que suelen hacer punto de menos valer el consultar á los años. El resultado de esta conferencia, y algunas otras que se siguieron después con ocasión de haber vuelto á salir dicho indio á esta tierra, fué, que pasados seis años se quedó éste en ella, y está poblado con algunos de los suyos de quienes es Capitán, y cuyo hermano es Cacique, por herencia de su difunto padre. El ha enviado á convocar su gente, la cual estamos esperando de día en día, y lo que resulte se tratará después á su tiempo. Esto es más de admirar si volvemos los ojos á lo que pasó cuando estaba el Provincial presente: habían los Salivas comprado dos niñas de tierna edad á los Achaguas de Guanapalo, para llevarlas cautivas á sus tierras, en donde pensaban revenderlas á los holandeses ó á los Caribes, como lo hacen de ordinario. Hirióle vivísimamente al Padre este hecho cuando lo supo, y no le pareció justo disimular el que los lobos arrebatasen los corderos á vista de los pastores; llamó á los que hacían aquella venta tan bárbara como suya, y tan disonante á la razón como injusta é inicua, y asiéndoles comprender que no les era lícito sacar de entre los cristianos las almas para entregarlas á los gentiles, se descompuso el trato en los mejores términos que se pudo, y quedaron en el pueblo entrambas, á quienes bautizó el mismo Padre, con grande consuelo suyo, por haber arrebatado esta presa de las manos de

Satanás; honró á una de ellas con su nombre, llamándola Francisca Antonia, la cual permanece todavía en la reducción, con señales bien notables de ser una de las almas escogidas de Dios por su puntual asistencia á las funciones cristianas, devoción á la Santísima Virgen y frecuencia de Sacramentos de confesión y comunión; á la otra la aseguró su amo entregándola á los cristianos y librándola de gentiles.

Pero, volviendo á mi intento, sintieron vivísimamente aquel caso los susodichos Salivas, que bramaban como tigres hambrientos al quitarles la presa; regresaron rabiosos á su pueblo muy mal contentos con los Padres por lo ejecutado con ellos, pero como la causa era de Dios, supo Su Majestad volver por ella y sacar de la boca del león el dulce panal de miel, á pesar de su natural fiereza, porque pasados seis años, como se dijo arriba, salió el Capitán con algunos de los suyos, en el mes de Mayo de 1723, en que lo dicho se escribe, á tentar vado y registrar la tierra, y habiéndole parecido bien, se quedó en ella para poblarse, y tiene ya despachados indios á convocar su gente como se advirtió poco há.

de

Concluída la visita de que hablamos, y habiendo dado algunas órdenes, encaminadas á la estabilidad y adelantamiento de la reducción nueva, dejó dispuesto el Provincial que entrasen algunos de satisfacción á tierra-dentro á recorrer los sitios y convocar algunas familias, de quienes había noticia. Arreglose cuanto antes la entrada, y escogióse para ella á los indios más hábiles y mayor empeño; entraron al río Guaviare, en donde tenían noticia de que vivían algunos indios Caquetíos y Cajuanacenis, y volvieron el 15 de Abril de 1723 con algunos nuevos, que juntos con dos familias que habían salido una semana antes, compusieron el número de 48 almas. Salió en esta ocasión una india cristiana, llamada Lucía, que era la madrina que los gobernaba á todos, y quien los persuadió á que saliesen á poblarse, no obstante la suma distancia, que era de más de 100 leguas desde el Meta. Habíase huído Lucía despechada por haberle muerto violentamente á un hijo suyo otro indio; mas reconociendo su yerro, se acogió al aprisco del Señor. La viveza de su fe nos dejó admirados a todos, porque habiendo entrado á la capilla con los suyos, y visto un crucifijo en el altar, tomó la palabra, y habló tan altamente sobre el misterio de nuestra redención, que no pudiera haber hablado mejor el más fervoroso misionero; todavía vive ésta en el pueblo, dando ejemplo de cristiandad, estímulo muy poderoso para mover á los suyos.

Con las pausas que hemos visto se iba formado este panal, se delineaba esta imagen, y se levantaba la fábrica de la militante Iglesia y cristiandad reciente de Guanapalo, que no siem

pre están á punto los materiales para fabricar de golpe una obra, ni llega á tanto la habilidad del artífice que pueda levantar en pocos meses lo que pide muchos años hasta dar la última mano. Ya se contaban por entonces cerca de 230 almas, con lo que animados los misioneros á vista del fruto, y las esperanzas bien fundadas de su mayor aumento, trataron de poner policía á la reducción, y de fundar escuela de música para celebrar con ella los divinos oficios, medio muy importante para que conciban aprecio estas gentes de las cosas sagradas; buscóse maestro de solfa, y se escogieron los niños más hábiles y de mejores voces, quienes empezaron á cursar el día 8 de Noviembre de 1723, con tan feliz estrella, que se tributaron las primicias á la Reina del Cielo con una solemne y bien concertada letanía, que cantaron los niños, nada acostumbrados en sus soledades bárbaras á semejantes conciertos.

No se descuidaba el demonio, viendo tan buenos principios, de hacer guerra oculta, como lo tiene de costumbre, para arrancar si pudiese la nueva planta de la heredad de Dios; entre los que salieron en ese año había un indio, cristiano y fugitivo de otro pueblo, tan viejo en años como en costumbres depravadas; era de condición altiva, muy preciado de gran entendimiento y de que lo sabía todo; él era el consultado en las dudas, y oían sus pareceres los indios como si fuese un Platón; picaba de gran cabeza para el gobierno, por lo cual sentía gravemente que no se echase mano de sus escogidos talentos para la utilidad común, y no halló otro desahogo su ambición que trazar ocultamente la fuga, y arrastrar á mucha gente del pueblo para tener á quien mandar en su tierra. Súpose su determinación por medio de un indio fiel, la víspera de nuestro Santo patrón el Beato Regis, circunstancia bien digna de notarse; y como se supiese la enfermedad del buen hombre, que no era otra cosa que una desenfrenada ambición, se le aplicó la medicina para evitar los daños, honrándole sin ser año nuevo con el título de Alcalde y la investidura de Capitán; éste fué el corte que se dió, pero lo dió mucho mejor el mismo Dios, enviándole una grave enfermedad que en bien corto plazo le arrebató la vida, antes que empuñase la jineta, que más hubiera servido de cayado para ahuyentar las ovejas, que de bastón de Capitán para guiar el pueblo; ya había dejado en testamento encargado á los suyos, que en tal caso se huyesen á su tierra muerto él, consejo que no siguieron esta vez, perseverando constantes; murió, sin embargo, con bastantes señales de arrepentimiento de sus culpas, recibidos los Sacramentos é invocando en su favor á la Santísima Virgen.

CAPÍTULO III

MUERTE DEL PADRE JOSÉ CAVARTE Y BREVE NOTICIA DE ALGUNAS DE SUS VIRTUDES.

Parece que cuando se necesitaba más de la experiencia y práctica del Padre José Cavarte, y de su destreza en los idiomas Achagua y Saliva para el manejo de estas gentes, le había de haber conservado Dios muchos años, hasta poner la última mano en la empezada obra; pero Su Majestad, cuyos altísimos juicios son investigables á la capacidad humana, nos lo quitó al mejor tiempo, para coronar en la gloria, como se espera de su piedad, las fatigas apostólicas de muchos años, padecidas por la gloria de Dios y conversión de los gentiles. Parece que le conservó Su Majestad la vida el tiempo que se requería precisamente para que muriese con el gozo de haber visto ya fundado aquel su tan deseado pueblo, cuyas primeras líneas había tirado 28 años antes en las montañas del Airico; porque apenas estaba ya fundado con la formalidad dicha la doctrina corriente, alhajada aunque con pobreza la capilla interior, la frecuencia de los Sacramentos entablada, y todo lo que se requería para lo esencial de un pueblo, empezó á enfermar del estómago, sin duda por la abstinencia inexcusable en tantas y tan largas peregrinaciones, y las inclemencias padecidas en ellas. Agregábase á esto la vejez, la falta de medicinas, el ningún regalo en estas desiertas soledades, en donde no es conocido, hasta que postrado en su pobre cama, y rendidas las fuerzas, entregó, después de recibidos los Sacramentos, el alma á su Creador, á principios del mes de Febrero de 1724, como á las 7 de la noche.

Esto dicho así en general, será razón que se especifique ahora, tratando más en particular de su dichosa muerte y sus virtudes, reconocimiento bien merecido de su apostólico celo y religiosos procederes. Son tan cortas las noticias que tenemos de sus virtudes, por haberlas ejecutado el Padre José, á fuer de solitario misionero, en los desiertos retirados de las misiones, y por el recato y humildad que sentía de sí mismo y de sus cosas, cuando concurría á los demás pueblos, que les habré de reducir á las pocas que adquirí en este sitio, en el espacio de 15 meses que le acompañé, desde que bajé al Meta. Por todo este tiempo, y con la confianza de compañero, le fuí sacando de lo interior de su pecho algunas cosas memorables de sus peregrinaciones y trabajos padecidos en ellas, considerando que su muerte no podía estar muy lejos por su mucha vejez. Tuve la curiosidad de encomendar á la pluma, para la edificación común, muchas de estas

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