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de Guachiría y Tale, otra Capitanía de Chiricoas llamada de los Curitos, por ser su Capitán de ese nombre; formóse de todos éstos la reducción de San-José, en las barrancas del río Pauto, paraje que escogieron ellos mismos, por ser á propósito para sus pesquerías y por los muchos montes para sus rocerías; allí estuvieron algunos meses esperando sacerdote que los doctrinase, y llegando el tiempo, les fué á visitar el Superior y les llevó un Padre alemán, quien se quedó con ellos desde el día 14 de Diciembre del año dicho; hallaron ya agregados entonces más de 250 almas, que con singulares muestras de alegría los recibieron ; hicieron casas de vivienda para sí y para el Padre, en donde se formó una capilla mientras se hacía iglesia; en ella se colocó la imagen de San José, como Patrón suyo, y se enviaron ornamentos para el culto divino; repartiéronse lienzo y camisetas, y empezó é florecer aquella cristiandad nueva, con esperanzas no mal fundadas de mucho fruto, como lo mostraba la puntual asistencia á la doctrina cristiana y el aprecio que hacían de los eternos bienes. Murióseles por ese tiempo un párvulo, á quien había bautizado poco antes el Padre, y empezaron á lamentarse con muchos alaridos y clamores, como lo hacen siempre cuando muere alguno, pero advirtiéndoles el misionero que no era materia para llorar aquella muerte sino de mucho júbilo, porque gozaba ya en el Cielo aquel ángel, callaron al punto, y convirtiendo el llanto en alegría encendiéronle luces al cadáver del niño, y veláronle hasta que le dieron sepultura.

Así volaba ya la reducción de San José de Macarabure, cuando suspirando los Curitos por sus montes, se echó en sus embarcaciones por el río Pauto gran parte de ellos, buscando su desahogo y libertad de la otra parte del Meta; no la encontraron como pensaban porque hallaron su merecido en la ira de Dios: saliéronles al encuentro los Chiricoas enemigos, que los flecharon y mataron, siendo bien pocos los que escaparon de su fiereza bárbara; testigo de vista hubo que me aseguró haber visto los cadáveres en ese sitio, á los cuales las aves de rapiña habían ya sacado los ojos.

Observóse con el tiempo ser anegadizos esos montes en donde estaba el pueblo, con que fué preciso pasarlos á otro sitio llamado Itiro; al mes cabal se renovaron las enemistades antiguas de unos y otros en la primera bebezón, por lo cual se dividieron en bandos, quedándose unos en Itiro y volviéndose otros á Macarabure, y con esto se empeoró todo. Últimamente, para que sepamos el fin, habiéndolos asistido el Padre como año y medio, vino á la visita de los Llanos el Padre Diego de Tapia, como Provincial que era, quien, tanteadas las materias y visto lo poco ó nada que nos podíamos prometer de semejante gente, los

crecidos gastos, y que se habían huído muchos y dividido en bandos los demás, viviendo en distintos sitios que imposibilitaban su asistencia, y que, sobre todo esto había enfermado el Padre que les asistía, fué de parecer que se suspendiese la empresa, como se ejecutó luégo, sin haberse porfiado más con ellos hasta el día de hoy.

CAPÍTULO VII

FÚNDASE EL PUEBLO DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN DE CRAVO, SUS PROGRESOS Y ESTADO QUE AL PRESENTE TIENE.

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Por el mismo tiempo que la Compañía de Jesús trataba de la fundación de los Goagibos de San-José, extendía sus brazos á nueva gente para reparar por este medio en las cercanías del Meta, la ruina que causó la inconstancia en las riberas del río Pauto, y premeditaba desde entonces la fundación de la Purísima Concepción, que humillase al demonio la cerviz en las arenas del río Cravo. Estaban repartidos los Goagibos por varios ríos y distritos, porque algunos de ellos vivían á las orillas del Cusiana, que desagua en el Meta, y otros en diferentes sitios. El Padre José Gumilla los tenía palabreados y había buscado sitio para poblarse á las orillas del río Cravo, y es uno de los mejores territorios de cuantos se hallan por aquí cerca, pues además de lo alegre del país, coronado por todas partes de amenos y vistosos árboles, domina el río á proporcionada distancia ó altura, tiene á la vista de la otra banda una dilatada isla, ceñida de los dos ríos Cravo y Meta, los cuales se dan la mano y se juntan como á una legua de distancia; está cubierta la isla de muchas y variadas especies de palmas, que alegran aquel distrito con la gallardía de sus copas, de donde penden sus racimos á manera de dátiles, regalo el más apetecido de los Goagibos. Es el terreno pingüe y el más á propósito para sembrar, por el jugo que le comunican los dos ríos de ésta y de la otra banda; cójese arroz en él, yucas, maíz, batatas, con abundancia todo, en especial los plátanos; es abundante este río de peces, y sus arenas de muchos patos reales, como se ve á cada paso en las copiosas pesquerías que hacen los indios, y en la caza de que vienen cargados, valiéndose de las flechas.

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Pero pasando ya á la fundación de estos Goagibos, estando palabreados y señalado el sitio, se dió aviso á la ciudad de Santafé para que se diese providencia de un Padre que los viniese á doctrinar. Fué señalado para la fundación un Padre español llamado Juan José Romeo, cuyas fervorosas instancias para emplearse en las misiones por las cuales dejó á España, obligaron á

los superiores á condescender con su fervor, no obstante su mucha edad y debilidad de fuerzas, y la cátedra de Teología moral que á la sazón leía; partióse de Santafé y llegó á la reducción de los Betoyes, en donde estaba el Superior; concluído el hospedaje de algunos días, tomaron la derrota los dos Padres y se pusieron en camino para el pueblo del Beato Regis y llegaron á él por el mes de Diciembre ó á últimos de Noviembre de 1722. Tratábase por ese tiempo de la entrada al Airico, en busca de los Amarizanes; con esta ocasión y con la de haber de visitar el Superior á los Chacuamares y proseguir su viaje el Padre Juan José á sus Goagibos de Cravo, nos embarcamos en el Meta todos tres el día 5 de Diciembre, dividiéndose cada cual á pocos días de navegación para seguir su rumbo; ahora, pues, mientras se hace la entrada á los Amarizanes de tierra-dentro y se ve su resultado, seguiremos los pasos del Padre Juan José y los notaremos despacio; bien quisiera la pluma volar en su seguimiento y aun remontarse, pero habrá de medir el aire con lo que el Patriarca dijo: Si vis laudari morere; más bien elegiría esto último que lo primero, si le diera opción el misionero de que hablamos, de modo que habré de referir con relación sencilla lo que sigue ahora.

Llegó al sitio señalado después de 4 ó 5 días de navegación río arriba; con la noticia que se les dió á los indios de que ya había venido el Padre, fueron saliendo de sus países para poblarse en Cravo, y en el espacio de dos meses, y aun menos, se había congregado ya un crecido número de familias; mientras se hacía el pueblo, estuvieron ranchados en un monte, allí cerca, á orillas del mismo río, en ramadas de palma para vivir ellos al pie de los árboles, y otra para el misionero, bien parecida en todo al portal de Belén; iban en el ínterin haciendo sus labranzas, que esto ha de ser la base principal para formar un pueblo, y haciendo una casa de vivienda con su capilla interior para que viviese el Padre: administró éste á los párvulos el sagrado bautismo, y procuró ganar con dádivas la voluntad de los adultos, repartiéndoles lienzos, camisetas, puas y cuchillos, de todo lo cual había venido cargado como mercader evangélico, de la ciudad de Santafé, pues este es el precio con que se compran las margaritas de estas almas. Ya había emprendido por ese tiempo el estudio difícil de su lenguaje bárbaro, haciendo sus anotaciones en un cuaderno que encomendaba á la memoria, y empezaba á hablar á sus indios, teniéndolos por este medio sobremanera gratos. En esta altura tenía ya su fundación el Padre, cuando al cabo de dos meses volví á verle de paso, con ocasión de pedirle barquetas para el trasporte de mi gente nueva, que salió esta vez del Airico, y de que hablaré después.

No se pueden decir en pocas palabras los trabajos y miserias

que de allí á pocos días se le siguieron; porque primeramente, como se componía de palmas secas su portal de Belén, un día, sin saber cómo, se prendió en él con tanta celeridad el fuego, que lo abrazó todo y lo redujo á cenizas; y no fué poca fortuna librar del incendio las alhajas de la iglesia, y la ropa que allí tenía para vestir á sus indios; éstos lo dejaron solo antes de acabar la casa que se había empezado, porque siendo nuevo entable como lo era éste, y no teniendo qué comer todavía, fué necesario darles grata licencia para que saliesen por esos montes y ríos en busca de pescado y frutas; solían volver de cuando en cuando á verle, y en estas idas y venidas le acabaron la capilla y casa, y estuvo en esta soledad casi un año, sin más compañía para su consuelo que la de Dios y la de algunos domésticos que le asistían..

Vióse nuestro Juan José, cuando menos lo pensaba, empeñado á dar el lleno á sus nombres, y á imitar el ejercicio de sus dos santos; del primero tomó la soledad en el yermo, y del segundo la carpintería. Aplicóse (sin haber sido discípulo antes) á ser maestro de facultad para el adorno de iglesia y casa; fabricó con sus manos puertas de cedro, ventanas, mesas y asientos que existen todavía; para eso tenía sus instrumentos de carpintería muy buenos, y los aprendió á manejar, y aun industriaba á otros como oficiales; él era el primero que empuñaba la azuela y la sierra, y el que tomaba los compases; á su industria y buen celo debe la reducción las obras de carpintería que dejó. No se limitó su habilidad al ejercicio dicho, extendióse también al arte de la escultura, é hizo un tabernáculo con muchas columnas y seis nichos para la iglesia, y aunque es verdad que no era de cedro sino de varas y de barro, aun así servía de mucho adorno, por estar en proporción las columuas con los pedestales y capiteles, y con la cornisa y molduras, dado de color blanco todo, que parecía de yeso; colocó en los seis nichos, y en los lados, varias imágenes de pincel, con una estatua muy devota y ricamente vestida, de la Purísima Concepción, patrona del pueblo; al lado de este altar hizo otro tabernáculo pequeño, y colocó en él otra estatua bien graciosa de la Virgen del Carmen y muchas láminas de varios santos. Todas estas pinturas, estatuas, santos y mucha variedad de ornamentos bien ricos, y otras alhajas de iglesia los consiguió el Padre para la fundación de su pueblo, que, bien claro está, le había de haber dado Dios á manos llenas para su nuevo entable, al que había fomentado con sus cuantiosos envíos las misiones, como apunté arriba, en el Libro 5.o, capítulo 21.

Con estos trabajos tan desmedidos, y sobre todos ellos, las necesidades extremas y la falta de lo necesario, se fueron agravando sus enfermedades, las cuales obligaron á los Superiores á descargarle, para que no muriese con un peso tan grande.

Salió para el Colegio de Tunja, y luego al de Santafé, después de haber formado el pueblo, su iglesia y las labranzas de los indios,

y de haber domesticado á éstos, habiendo asistido en Cravo como año y medio, Quedóse en el ínterin para resguardo de la iglesia, de la casa y de un principio de hato de ganado vacuno, recién puesto, un seglar de satisfacción, mientras se daba providencia de un Padre. Dióse ésta como un año después, y entró á proseguir el ministerio el Padre Mateo Rivas, de nación Valenciano. Sobre estos fundamentos va prosiguiendo la fábrica; hace más de un año que los asiste; y aunque es verdad que se han ausentado muchos indios, permanecen constantes hasta hoy como 300 almas que componen el pueblo, Hará dos meses que fuí á verle, y noté la puntual asistencia á la doctrina cristiana y frecuencia de sacramentos, en especial la confesión, sin ser llamados ni compelidos. Por su voluntad han hecho muchas casas y están fabricando otras ; las labranzas que tienen son bien pingües, y en nada inferiores á las de los demás pueblos antiguos; á todo da calor el misionero con su eficacia, yendo él mismo en persona á visitarles sus labranzas, comprometiéndolos con este cuidado á trabajar, punto muy necesario y de que depende el pueblo, pues estando abastecidos los indios, se verán obligados á estar quietos, sin ser necesario salir á los montes á buscar qué comer, como lo hacían antes; ha emprendido el estudio de su idioma con empeño, y lleva ya escritos varios cuadernos; y va devastando su rudeza, que la tienen estos indios en especial, y conciben muy al revés las cosas aunque les hablen en su lengua; fiamos no obstante en Dios y en la poderosa intercesión de la Concepción Purísima, quien como Patrona suya los tiene bajo su amparo, que ha de ser este pueblo la excepción de la regla, y se ha de pulir en cristiandad y perseverar constante. Si no se consiguiese esto, por lo que no alcanzamos no habrá faltado por su parte el celo de los misioneros á los Goagibos, sino los Goagibos al celo, y habrá perdido poco la Compañía en haber entresacado de estas gentes á muchos que la divina Providencia tenía predestinados, y en haber justificado la causa de Dios para que los rebeldes é inconstantes no puedan alegar en su favor la ignorancia.

CAPÍTULO VIII

NOTICIA DE LA ENTRADA Á LOS AMARIZANES DEL AIRICO, Y LA
RESULTA DE ELLA.

Embarcámonos en el río Meta el día 5 de Diciembre de 1725, como apunté arriba, con 3 soldados españoles y algunos indios; á los nueve días de navegación, parte por el mismo Meta y parte

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