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presteza que pedía el caso, y representando en la Real Audiencia el caso, é injusticia tan manifiesta que hacía á los indios, resolvió ésta que se restituyesen á sus pueblos, como se hizo, y de esto quedaron tan agradecidos los Giraras, que era común voz de los blancos y españoles, que los del pueblo de Tame tenían por Dios á Antequera; ponderación con que á su modo bárbaro se explicaban los indios, para dar á entender lo mucho que hacía por ellos este Clérigo.

Esta y otras tropelías semejantes vinieron á reducir al Gobernador Alonso Sánchez Chamorro al desgraciado fin con que acabó la vida, pues habién ole herido muy mal los indios Giraras, en cierto descubrimiento de la montaña, y escapado con la vida esta vez, le mataron después en San Martín del Puerto, de donde era Gobernador, dos indios Achaguas, pajes suyos, cuando dormía la siesta.

Supuesta esta digresión en que me he detenido más de lo que pensaba, y volviendo al establecimiento de nuestro Tame, pacificada la Nación y restituída ya al primitivo estado en que la había poblado D. Alonso Pérez, se trató de buscarles Sacerdotes que les asistiesen y doctrinasen. Había por este tiempo en Santa-Fe un Clérigo llamado Damián Ugarte, á quien, por grande lenguaraz en los idiomas de los Llanos, ordenó el señor Arzobispo D. Fray Cristóbal de Torres, y mandole á éste que hiciese juramento de que iría á Tame, como con efecto lo hizo, y cumplió, asistiendo á los Giraras. Después de la asistencia de ocho meses que estuvo entre ellos, se volvió Ugarte á Santa-Fe, por lo cual se quedaron sin Cura como lo estaban antes, y para que no careciesen de doctrina totalmente, proveyó Dios de que fuese á vivir entre ellos el año de 57 un mestizo devoto, llamado Hernando de Ortiz, que se hizo célebre entre los Giraras, como lo veremos luego; éste los gobernaba con el cargo de Teniente de Corregidor, y les servía de doctrinero; les fabricó una iglesia bastantemente capaz, que procuró se adornase y se pintasen las paredes con variedad de barnices, y colores, de los que da la tierra, aunque con pobreza todo, y sin más imágenes que una de la Santísima Virgen, que se decía haber sido del Capitán Alonso Pérez.

Todos los días á mañana y á tarde los juntaba Hernando de Ortiz, para que rezasen en la iglesia; función á la cual acudían gustosos los indios, y cuando algún español iba á su pueblo, le pedían que les enseñase las oraciones llevándole para este efecto á la iglesia, y diciéndole Santa María, Santa María, que era el modo con que les pedían les rezase, por no saber explicarse de otro modo. Los miércoles y sábados encendían luces á esta celestial Señora, prueba todo ello de su inclinación á la piedad, derivada sin duda de la que demostraban tener á esta divina Señora y Reina Celestial.

Con los benignos influjos de esta Soberana estrella fueron creciendo los deseos de la Nación Girara de tener Sacerdotes que le asistiesen y doctrinasen. En esta conformidad determinaron los del pueblo enviar á Santa-Fe á pedir Padre, como lo hicieron, partiendo á esta ciudad tres indios principales, en solicitud suya. Ya iban instruídos desde Tame de lo que habían de hacer, y era de pedir á Ugarte en primer lugar, por ser diestro éste, como se dijo, en la lengua Girara, y de no ir este Sacercote, pedirían un Jesuíta. Había muerto á la sazón Ugarte, y hubo de ser la Compañía la que entrase á doctrinar esta gente.

Pasamos ya á dar noticia del estado, y situación de los demás pueblos, conviene á saber de los Tunebos, y de la Nación Achagua. No había cosa especial de fundación todavía por este tiempo, pero estaban ya algo más sazonados para poblarse, con la comunicación y comercio con los españoles; y con estar encomendados los Tunebos, unos en D. Serafina de Orosco, viuda de D. Martín de Mendoza, y otros en el Capitán D. Diego Calderón, íbase ya introduciendo algún género de policía entre ellos, señalándose mucho en ésta, como en el deseo de mandar, un Tunebo, á quien bautizó el Padre Diego de Molina, bien ladino y capaz, y conocido en la Serranía por el nombre de Felipito, con el cual le llamaban todos. Salió para Santa-Fe este indio el año de 59, y se supo dar tal maña, que ganó para sí título de Gobernador de los Tunebos de toda la Serranía, y con él era más respetado y obedecido de todos que los mismos Caciques naturales.

Los indios de la Nación Achagua, encomendados también á D.* Serafina de Orosco, tenían una población pequeña á orillas del río Casanare, que constaba de cien almas por todas; verdad es que cuatro años antes se habían contado como 800 almas en este sitio, los cuales se retiraron á tierra adentro horrorizados de los blancos que se entraban por sus bogíos y ranchos, para quitarles los hijos, á quienes vendían después en diferentes sitios del Reino. A estos indios los doctrinaron también, aunque de paso, nuestros antiguos misioneros, aunque sólo se habían mejorado en estar agregados al Cura de Fauto, á quien pagaban de estipendio $ 80 cada año, para que los doctrinase; pero como la distancia era mucha, por ser de doce leguas de muy malos caminos y peligrosos ríos, no se podía atender á su asistencia sin notable quebranto, y esto rarísimas veces entre año, y entonces entraba el Cura y les administraba los Sacramentos, y por esta causa, y por falta de doctrina, no tenían más que el nombre y apariencia de cristianos, siendo en lo demás gentiles; finalmente, morían muchos niños sin bautismo, los cristianos sin sacramentos, y todos carecían de doctrina por falta de misiones y Curas.

Fundáronse en este tiempo medio, que fué por

los años de

50, dos ciudades muy cortas pero muy útiles, para tener á raya y refrenar á los indios: una fué la ciudad de San José de Cravo, que fundó y fomentó D. Adrián Suárez de Vargas; otra fué la ciudad de Punapuna, entre Casanare y Tame, que constaba de 16 ó 17 vecinos ó ciudadanos, y vino sobre ella una epidemia de que murieron siete, con que acabada la mitad de la populosa Punapuna, desampararon el sitio los que quedaron vivos, y se acabó del todo á los tres años de su fundación. Fundóse otra ciudad llamada Chire, como á medio día de distancia del río de Pauto, que subsiste hasta hoy día. Tanto ésta, como la ciudad de Pore, proveen de soldados á la escolta que sirve de resguardo á los misioneros, especialmente cuando se dispone entrada á los gentiles, la cual mantiene Su Majestad á costa de su real caja.

En este estado se encontraban los Llanos, sus poblaciones y los indios, el año de 59, antes de la entrada de nuestros exploradores. A éstos ocurriremos ahora para seguir sus pasos en el viaje dilatado de 17 días de camino hasta Pauto, desde la ciudad de Santa-Fe.

CAPÍTULO II

ENTRAN Á EXPLORAR LOS LLANOS DESDE LA CIUDAD DE SANTA-FE EL PADRE FRANCISCO JIMENO Y PADRE FRANCISCO ALVAREZ.

Como los deseos de la Compañía de Jesús han sido siempre la conversión de los gentiles, para cuyo fin principalmente se fundan los Colegios de indios, y para cuyos intentos han dejado sus miembros las provincias de Europa, no pudiendo sufrir más la interrupción de sus fervores violentos, contenidos por espacio de 30 años desde el primer entable, intentó segunda vez las misiones en los Llanos; llegóse el año de 59 con los empleos ya dichos entre los indios de Bogotá, entretenidos sus fervores mientras se abría la puerta que nos cerró la calumnia, el año de 28 ó 29. Gobernaba por este tiempo el Padre Hernando Cavero, quien deseando abrir en esta parte de los Llanos el nuevo campo que nos ofrecía Dios para la conversión de tantas almas, trató con la Real Audiencia y Presidente sus intentos, quienes viendo por una parte los deseos de la Compañía, y por otra la falta hacían en las misiones, por los repetidos informes que habían salido de los Llanos para la ciudad de Santa-Fe, fué bien admitida la propuesta, y se consiguió el año siguiente de 1661.

que

Gobernaba en este año el Reino el señor doctor D. Dionisio Pérez Manrique, caballero de la orden de Santiago, Presidente de la Real Audiencia y Cancillería del Reino, Gobernador y Capitán general de todo él, caballero de gran capacidad,de muchas letras, y de grande espíritu y celo del servicio de Dios y aumentos de la

real corona, en lo que, como vasallo fidelísimo de nuestros católicos Reyes, se desvelaban sus cuidados; gobernaba lo eclesiástico, por sede vacante, el señor doctor Lucas Fernández de Piedrahita, Chantre entonces de la Catedral Metropolitana de Santa-Fe, y Obispo después de la Provincia de Santamarta, y gloria siempre de todo este Reino, y especialmente de la ciudad de Santa-Fe, patria suya, por sus elevadas prendas, sabiduría, discreción, piedad y talentos escogidisímos de que Dios le dotó. Uno y otro Prín cipe fueron muy afectuosos estimadores de la Compañía, con que fácilmente tuvo aceptación nuestra solicitud y propuesta, en materia de esta entrada y asistencias en los Llanos: como el fin era conquistar almas para el Cielo y ganarles nuevos vasallos á nuestros católicos Reyes, ninguna dificultad hubo en su aprobación; algunas tuvo la ejecución y el modo, sobre lo cual se tuvieron juntas, se repitieron consultas, y se fueron facilitando de tal modo las materias, que luego se determinó la Compañía á enviar exploradores que viesen y tratasen, ó tanteasen, la parte por donde sería más conveniente fundar nuestras entradas.

Así se ejecutó el día 13 de Abril del año de 59, día del glorioso Rey y mártir de España San Hermenegildo, misterioso sin duda en que habiendo rendido la vida este glorioso mártir por defender la fe, saliesen en ese mismo día nuestros exploradores para predicar entre gentiles. Fué escogido en primer lugar para esta empresa el Padre Bartolomé Pérez, en cuya cabeza se puso la instrucción y patente del Provincial Hernando Cavero; no pudo ir el Padre Bartolomé entonces, y hubo de ir en su lugar el Padre Francisco Jimeno, á quien se dio por compañero al Padre Franciseo Alvarez.

No será justo omitir aquí un capítulo del Provincial Hernando Cavero, al principiar la instrucción que dió á los Padres sobredichos, antes de partir á los Llanos, que declara muy al vivo su fervoroso celo, y los deseos ardientes de su espíritu para conversión de los gentiles; dice así el Padre:

la

"El fin principal que tengo para enviar á Vuestra Reverencia en esta ocasión, con el Padre Francisco Alvarez, es á explorar y reconocer toda aquella tierra, con intento de entablar en esta parte de la Provincia del Nuevo Reino, una misión de infieles, en donde los nuestros se puedan ocupar empleando su santo celo en ayudar á los indios y sacarlos de la idolatría en que viven, por ser este ministerio de tanta importancia, y tan propio de nuestra Religión, y que tan repetidamente lo tiene encargado en cartas nuestro Padre general; y porque este negocio tiene de suyo muy grandes dificultades en la práctica, ha parecido conveniente, antes de hacer nuevo empeño en materia tan grave, enviar á Vuestra Reverencia, para que con la experiencia larga que tiene

de misiones, me informe del estado que ésta puede tener, y del fruto espiritual que nos podemos prometer en adelante, tomando todas las noticias necesarias que se requieren para este efecto."

Con tanta prudencia como esta enviaba sus soldados este experimentado Capitán, á la exploración del campo, y con tan encendidas expresiones exhortaba á los suyos para tan gloriosas empresas, que es bueno tantear primero las fuerzas del enemigo, antes de entrar en la batalla, para no volver las espaldas con ignominia propia, después, á vista de los contrarios.

Salieron, pues, en el día ya dicho, de la ciudad de Santa-Fe los Padres Francisco Jimeno y Francisco Alvarez, para la Provincia de los Llanos, con la orden y patente de su Provincial, Padre Hernando Cavero; sujetos de muy escogidas prendas, activos y fervorosos, y de muy buen celo, cual convenía, para dar principio á lo que había labrado nuestros corazones por tantos años, con inmensos desvelos. Emprendieron gozosos este viaje como verdaderos hijos de la Compañía, sin que los amedrentara la dureza de los trabajos, que eran forzosos, en los caminos ásperos, de páramos recios, de ríos caudalosos, de barriales continuos, de calores ardientes, y de un sin número de sabandijas venenosas. y mortíferas de que abundan estas tierras, por ser calientes por lo general.

Con las incomodidades dichas atravesaron las cordilleras y páramos, y sobrevinieron otros trabajos nuevos, porque se levantó un recio temporal, que fatigaba las mulas, y muertas algunas de ellas, se vieron precisados á detenerse, y dar aviso con un arriero al Cacique del pueblo de la Sal, pidiendo socorro y mulas, las que les envió el Cacique, y pudieron proseguir su viaje. Lo mismo hizo D. Jerónimo Luis de Berrío, Corregidor y Justicia mayor de los Llanos y Tame. Sabiendo este piadoso y grande caballero, estimador de la Compañía, la cercanía de los Padres, y el fracaso de las mulas muertas, unas como se dijo despeadas, otras por la aspereza de los caminos y temporal recio, les remitió avío, en un todo, con lo cual pudieron proseguir el viaje, en lo que les restaba de la Sierra.

Fuera nunca acabar si se hubieran de contar por menudo las penalidades y trabajos que padecieron en este tiempo rigurosísimo entonces, á causa de las muchas aguas; creció de manera el Casanare en sus cabeceras, que se llevó el puente del pueblo de la Sal, por lo cual se vieron en mil perplegidades y ahogos para pasar á la otra banda, con cargas y mulas, con tan penosos pasos, y con incomodidades tan grandes; vencieron lo restante de la Serranía y camino los Padres, pero muy gozosos de que á los primeros pasos de su apostolado y misión encontrasen con la Cruz de Cristo, que iban á predicar á los gentiles,

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