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bárbaro, que son el tuétano de Berrío. En esta conformidad, cuando pasó á España le premió Su Majestad por estas cristianas conquistas, con el Gobierno de la Guayana, porque en ellas sólo miraba á Dios y á ganar almas á Su Majestad, más que á interés propio, como se vió en haber traído y sustentado á su costa al Padre Dionisio Molano, de nuestra Compañía, que predicó á los de Guayana, y fundó dos pueblos de los recién convertidos, cerca de la misma Guayana.

Volviendo, pues, á nuestro Cacique Tunebo, fué convencido de mentiroso, y no siendo poderosas las persuaciones del Padre Jimeno para que abrazase nuestra santa fe y se hiciese cristiano, se quedó obstinado en sus errores y en la ceguedad del gentilismo, con sumo dolor y sentimiento de los siervos de Dios, por no haber hecho mella sus razones en el empedernido pecho de este indio y obstinado gentil.

Echados ya estos primeros fundamentos, y puestas las primeras bases en la población y doctrina de Patute ó Tunebos, se volvió el Padre Jimeno á Tame, bautizó á todos los bárbaros de ambas parcialidades, Airicos y Giraras, reservando el bautismo de los adultos para cuando estuviesen instruídos. Rezábales cada día las oraciones en español, hasta que tradujeron catecismos en sus propias lenguas; tomó por su cuenta á los Giraras el Padre Jimeno, y el Padre Alvarez á los Airicos; así uno como otro tradujeron el catecismo que les tocaba, y recogían su gente en la plaza en distinto sitio para evitar confusión; y de esta manera repartían el trabajo y catequizaba cada uno á los suyos; todos los días acudían á oír misa hombres y mujeres, niños y niñas, y á la tarde, después de doctrina, rezaban el rosario de Nuestra Señora á coros.

Para que se fuesen arraigando en su devoción, colocaron después en la iglesia, el día 18 de Julio, una imagen de la Purísima Concepción, pintada al temple, de una vara de alto; limosna que ofreció el Padre Francisco Castaño. Hicieron para este efecto una solemne procesión al rededor de la plaza, función muy plausible á la que asistieron todos llevando muchas velas de cera negra, encendidas (que es de la que se cría en el país); siguióse después la misa cantada con grande admiración del pueblo, que mostraba mucho gusto, especialmente con la imagen de la Santísima Virgen, con la cual, y algunas estampas de papel, se adornó el altar: estas eran sus riquezas y alhajas.

Remató la solemnidad de este día en un convite que hicieron los Padres á los Capitanes y Caciques de una y otra parcialidad, y todo él se redujo á una olla de tasajo y tocino, y un poco de bizcocho; regalo el mayor que se les pudo hacer, y que apreciaron mucho estas miserables gentes, poco acostumbradas á semejantes banquetes y platillos; repartiéronles después de acabado el

convite, cascabeles, anzuelos y otras niñerías semejantes á éstas; cebando como cazadores diestros estas aves, que con ninguna otra cosa se cogen mejor que con este cebo, aunque de tan poca importancia.

Mayor fué la solemnidad y mucho más plausible la fiesta que hicieron poco después los misioneros á la Virgen, por el mes de Agosto. Trazas divinas todas con que iban atrayendo insensiblemente á estos gentiles y nuevos cristianos al amor y conocimiento del verdadero Dios.

Mandaron para este efecto que levantasen cuatro ermitas en los cuatro ángulos de la plaza; así lo ejecutaron los indios, y las pintaron por dentro á su modo con variedad de colores; pusieron en ellas cruces, y levantaron sus altares; añadióse el adorno ordinario que era las estampas que dijimos. Cantáronse las vísperas por la tarde, y se encendieron luminarias por la noche, y concurrieron con sus tamboriles y flautas los indios, para mayor celebridad; al otro día, para celebrar la fiesta, cercaron la plaza con muchos y vistosos arcos, adornados todos ellos con variedad de frutas. Después de la procesión, á la cual asistieron con velas encendidas, como en la pasada, se celebró la misa con la mayor solemnidad que se pudo, de músicos instrumentales, y salva de arcabucería, con lo que alegraron la función algunos españoles de los que concurrieron este día. Lo que les llamó más su atención fué una danza de indios Tunebos, que danzaron á su usanza ese día, cargados de cascabeles, de lo cual quedaron más pagados, como cosa muy rara y nunca vista en su tierra.

Aquí mostraron los Giraras su piedad y devoción para la Santísima Virgen, pues habiendo de salir en procesión esta celestial Señora, trajeron á porfía varios plumajes, muy hermosos y de diferentes colores, para adornar las andas, y que ofrecían ellos con mucho gusto. Acabóse últimamente la función como la vez pasada, con un convite, y repartiéndoles donecillos, quedaron tan pagados de la fiesta los indios Tunebos y Giraras, que vinieron después á dar las gracias á los Padres, añadiendo que no habían visto otra tal en toda su vida.

Al octavo día de la fiesta trajeron de su voluntad su ofrenda, en obsequio y reverencia de la Virgen; toda ella se redujo á lo más apreciable que tenían ellos, que era cera negra y quiripa; de todo hicieron donación los nuestros para servicio de la iglesia, que admiró mucho á los indios esta ocasión, y que les hizo formar mayor concepto de los Padres viendo su desinterés, que semejante virtud hasta los bárbaros la admiraron.

En esto y otros semejantes ministerios se ocuparon nuestros peregrinos en Tame y Patute el poco tiempo que allí estuvieron en ellos, y zanjadas estas cosas, puesto en alguna forma

el entable, é instruido Hernando de Ortiz sobre lo que había de hacer en el Gobierno del pueblo, principalmente con los indios que enfermasen de muerte, mientras se daba providencia de misionero, se partieron á Casanare con mucho sentimiento de los Airicos y Giraras, viendo que se les iban de su pueblo los Padres. Fué mucho el empeño, y repetidas las instancias que hicieron para que se quedasen de asiento en su pueblo; pero advertidos de que la ida á su tierra había sido de prestado sólo, y consolados con buenas esperanzas de que se les remitiría Padre á su tiempo, se partieron de Tame, de donde salieron acompañándoles el Teniente Hernando y los principales del pueblo.

En el puerto de Casanare, en donde dijimos yá había cien almas por todas, asistieron algunos días los Padres y bautizaron algunos, é instruyeron en las cosas de la fe, de que estaban sumamente necesitados, por no podérseles asistir desde Pauto á causa de la inmensa distancia. Muy poco hubo que hacer en este sitio, y así averiguadas las cosas, y habiéndose informado de los prácticos sobre lo que convenía saber para la fundación de Casanare, salieron de esta población y caminaron hacia el río Crabo, tomando la derrota para Santa-Fe. En casi todas las estancias, hasta llegar á dicho río, encontraron Macos Achaguas, gentiles unos, cristianos otros, y casaron á los cristianos con las ceremonias eclesiásticas: muchos de éstos vivían cristianamente y sujetos á sus amos, aunque tan oprimidos de ellos.

En un sitio de este camino, salieron bien al caso, de tierra adentro, doce indios Gandules, de la Nación Guagiva, que venían á comprar sal á trueque de totumas y piedras de Chiguaná; habláronles por medio de intérprete acerca de las cosas de nuestra Santa Fe, lo cual oyeron con admiración y atención; mostráronles algunas imágenes de Cristo Señor Nuestro y de su Santísima Madre, y causoles mayor devoción su vista: hicieron que las adorasen y venerasen algunos españoles de los que se hallaban presentes, y los Guagivos hicieron lo mismo á imitación suya apenas percibieron los misterios esenciales de nuestra fe y demás cosas pertenecientes á su salvación, cuando querían que. los bautizasen luego. Defirióse el bautismo para otro lugar á donde habían de ir los Padres de allí á tres días, con tal de que saliesen á este sitio todos con sus mujeres é hijos; aceptaron esta condición, y agasajados todos ellos con cuchillos, puyas, cascabeles, anzuelos y navajas, y señalado el día, se fueron á llamar á sus parientes.

Volvieron puntualmente con sus mujeres los demás y sus hijos, en el día, y al sitio señalado, é instruidos ellos, y hechos bastantemente capaces de las verdades católicas, fueron bautizados treinta y nueve Guagivos, de todos estados y edades y casa

ron á seis. Estaban encomendados éstos á José Martínez, y se supo por relación suya, que el número de estos indios era de ciento cincuenta personas por todo, chicos y grandes; no tenían población alguna entonces, pero ofrecieron poblarse estos cristianos nuevos junto á una estancia de un vecino que allí había, llamado Juan Durán, quien para poderles poblar pidió le alcanzasen los Padres una provisión Real.

Echados estos primeros fundamentos en la Nación Guagiva para la fundación que se premeditaba, corrieron nuestros caminantes por Morcote, Tocaría, Cravo y San-José, y en todas partes administraron los Sacramentos, sin dejar estancia que no alumbrasen con los resplandores de su doctrina, y abrazasen en amor de Dios, con el fuego de su celo y fervoroso espíritu. No quiero omitir aquí el remate y despedida de los Llanos, que fué una tempestad horrible de truenos y rayos, de las mayores que se han experimentado en aquellos sitios, en donde son muy frecuentes en tiempo de lluvias. Sucedió esto el día del Apóstol y Evangelista San Mateo, como á las cuatro de la tarde, hallándose los Padres en el pueblo de Cravo. Fueron tan horribles los truenos, y tan pavorosos los relámpagos, y tan desmedido el aguacero, que aterrorizados los indios contra su común estilo. (por lo acostumbrados que están) se acogían á la iglesia, y á la casa del Padre; todos se hallaban asustados, y como fuera de sí, pidiendo á Dios misericordia; y creció el espanto al oír unos tras de otros cuatro horrorosos truenos á que siguieron cuatro rayos, que cayeron allí cerca, en diferentes sitios. Uno de éstos cayó en la casa del Cacique, á donde se había recogido mucha gente, abrasada la casa toda y reducida á cenizas, maltrató é hirió á cinco personas de las que estaban dentro. Confesaron aquella noche á los heridos del rayo, y se les acudió con remedios, á favor de los cuales ninguno murió; así supo concurrir Dios á los ministerios de nuestros misioneros con este sermón de juicio, sirviendo de cátedra las nubes y los truenos de voces, caldeadas en la fragua de su divino furor, que penetraron como rayos los más obstinados corazones.

CAPÍTULO IV

DAN LA VUELTA PARA SANTA-FE NUESTROS EXPLORADORES.-INFORMAN SOBRE LAS MISIONES DE LOS LLANOS, Y SE PERMUTA NUESTRA DOCTRINA DE TÓPAGA CON LA DE PAUTO.

Hemos visto ya la peregrinación de los Padres á la provincia de los Llanos por orden del Padre Hernando Cavero, su provincial, para que explorasen, tanteasen y viesen la cantidad de las

materias en orden á entablar las misiones. Á todo dieron expedición y cumplimiento entero, y procedieron en este punto según las instrucciones que llevaban, tomando su parecer y confiriendo las cosas con personas capaces, prácticas y experimentadas en estos sitios, sin que les sirviese de estorbo para la exacta averiguación de todo, los dichos ministerios que hemos dicho ; y enterados plenamente de las Naciones y gentío, de sus ritos y costumbres, y todo lo demás que trataremos después, dieron la vuelta para la ciudad de Santa-Fe, habiendo residido en los Llanos cuarenta y nueve días.

No descansaron en la vuelta, como no descansaron en la ida los embajadores del gran Dios; iban evangelizando, á la vuelta, en todas las estancias y sitios de muchos vecinos que están derramados por estos desiertos, como lo están en los Llanos; generalmente los más de ellos casi tan montaraces, y ajenos de enseñanza cristiana, como los más retirados hombres, sin policía humana, montaraces, y míseros, cuanto retirados en aquellos montes ajenos de los consuelos divinos que se franquean por medio de la predicación evangélica y el uso de los Santos Sacramentos: en todos éstos hicieron muy apostólicos empeños nuestros buenos exploradores, administrando á todos los Santos Sacramentos de la confesión y Sagrada Eucaristía, dejándoles reglas de bien vivir, enseñadas también en pláticas comunes, como en conversaciones particulares, de donde se siguió entre ellos tan grande estimación de nuestros ministerios sagrados, y tanto conocimiento (especialmente en los Llanos) de la utilidad de nuestra residencia en los Territorios, que ya les parecía que tardábamos siglos en fundarnos entre ellos.

Vueltos á Santa Fe los Padres hicieron sus informaciones; dieron razón de los sitios, y de los principales que había entre los pocos indios que habían hallado de las Naciones dichas, para que sirviesen de escala á aquellos puestos, para ir agregando otros infinitos gentiles, no sólo de esas Naciones sino de otras muchas, que se dan la mano unas á otras.

Con esto, y con la consideración de que el puerto de Casanare, lo era para la navegación y comercio de Santo Tomás de la Guayana, provincia numerosísima de casi infinitas Naciones de gentiles que pueblan las riberas del caudalosísimo río Orinoco, se determinó que se tomase por sitio de nuestra misión en esta parte, como se hizo, para cuyo buen fundamento pareció conveniente que fuese nuestra la doctrina del pueblo de Pauto, que, como se dijo ya, fué feligresía y curato nuestro, fundado entre el gentilismo.

Con este pensamiento ó discurso de utilidad para la misión, se trató de permutar nuestra doctrina de Tópaga con la de

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