caer unas una especie de encierro, rodeado de árboles, que parece á los elefantes salvages una continuacion del bosque entran en él unos tras otros, y al punto dexan compuertas detras y delante de ellos, de suerte que se hallan metidos como en una jaula, sin poder volverse á ninguna parte. Los troncos que forman este encierro ó trampa, son tan gruesos como árboles de navío, y rcsisten á todos los esfuerzos de los elefantes. Atan los pies de estos animales de suerte que aunque no pueden escaparse, puedan caminar; y de esta suerte los llevan á una casa cubierta, en medio de la qual hay una gran columna ó poste de madera de 5 á 6 brazas de altura. Allí atan los elefantes, los dexan bregar por dos ó tres dias, guardados por los machos, y dos hembras domesticadas, sin darles de comer. Al cabo de este tiempo los desatan de aquel poste, los uncen por medio del cuerpo con otros elefantes mansos, y permanecen así uncidos hasta que se amansan: entonces les ponen sus conductores, y los tratan como á los demas. Otras veces los encierran en un corralon, donde hay dos grandes jaulas quadradas , y cerradas con empalizadas, entre las quales dexan algunos espacios para que pasen los hombres, que los ostigan para irritarlos, y se retiran quando los elefantes los persiguen. Despues que los han cansado bien los meten en otra jaula muy estrecha, atándolos con otros elefantes mansos, y los dexan así hasta que el hambre y el exemplo de los otros los van amansando. Hay otro modo de cogerlos, ó en los bosques ó en campo raso: les echan un elefante domesticado, al qual acometen, y quando están mas enfrascados en el combate, les echan guindaletas a los pies, y los aseguran de suerte que no pueden escaparse, y tienen que dexarse llevar; pero esto no se hace sin mucho peligro1. En estas cazerías se suelen coger algunos elefantes blancos, que son muy raros, y los Indianos les tienen la mayor veneracion. Los consideran como los reyes de los demas elefantes; los alojan en palacios, y les dán de comer en vaxilla de oro : quando se pasean, los cubren con un palio, y señalan para su servicio varios criados y oficiales : les hablan con mucho respeto, les hacen cumplimientos y arengas, lo qual parece que los consuela en su esclavitud. Quando cometen. alguna falta, el modo de castigarlos es cer I Se han omitido otros varios modos de cazar á los elefantes, que trae el original, porque son poco verosimiles, atendidas las fuerzas y sagacidad de este animal. En la historia natural del Conde de Buffon se hallan descripciones mas exactas del modo de cazarlos, de sus luchas con otros animales, y sobre las demas propiedades admirables del elefante.. cenarles el aparato, y echarlos de palacio, encerrándolos en establos menos cómodos; estos castigos les son muy sensibles, y á veces se ponen furiosos. Ha sucedido ya hacerse una guerra cruel Reyes poderosos por un elefante blanco, que el uno queria quitar al otro. El vencedor se tenia por el Monarca mas feliz del mundo, y con el título de Rey del elefante blanco creia tener la mayor superioridad sobre los Príncipes vecinos. Hay elefantes de una corpulencia prodigiosa; me aseguraron se habia visto uno, cuyos colmillos de nueve pies de largo eran del grueso del muslo de un hombre, y pesaban 125 libras. Algunos han afirmado que los elefantes no pueden doblar las rodillas, y que dormian en pie, porque una vez echados no podian levantarse. Este hecho es falso; pues hacen todos los movimientos que los demas animales, aunque por la dureza de la piel no pueden doblar facilmente las rodillas, principalmente quando son viejos. Aunque el elefante es feroz, no hace mal ni acomete, á no ser que le ostiguen; pero si le irritán, se defiende y embiste con el mayor furor, haciendo uso de la trompa, que alarga ó encoge a su arbitrio. Con esta especie de mano cogen á un hombre, y le arrojan á mas de cien pasos de distancia, ó le hacen pedazos de un golpe. En vano se pretendería escaparse de ellos huyendo, pues su trote es muy veloz, y ningun hombre les puede igualar en velocidad. Quando no se les quiere coger vivos, contentándose con sus colmillos, hacen grandes hoyos que cubren con ramas y hojas de árboles, y quando cae el elefante, le matan, á flechazos. Luego que descubren el rastro del elefante, se ponen en espera: quando le sienten venir, le acometen todos juntos, disparándole flechas á lo lejos, hasta que se vá debilitando con la pérdida de la sangre. Á veces se escapan á pesar de sus heridas, y se encuentran algunos podridos por los campos, perdiendo. mucho el marfil de sus colmillos, quando está expuesto, por mucho tiempo á la inclemencia, น Hay otro método mas fácil para cazarlos. Como los elefantes se acercan á los rios en tropas, y caminan siempre en fila, es muy fácil de reconocer su rastro. En esta senda se abre un hoyo muy profundo y estre cho en medio del qual plantan un madero muy puntiagudo: cubren este hoyo con ramas y tierra de suerte que no se puedan conocer. El elefante caminando incautamente mete los pies delanteros en el hoyoy al caer, se atraviesa precisamente el cuellos con el madero, y los cazadores acaban de matarle. Hay paises en que comén la carne del elefante, pero es dura y desagradables; incém bargo, dicen que quando está bien manida y preparada no dexa de ser gustosa. Quatro ó cinco bueyes no tienen tanta carne como un elefante ordinario, cuyo tamaño regular es de 9 á to pies de largo, y IIÓ 12 de alto. Los elefantes que habitan en los desiertos y montañas son mas feroces y saga-, ces que los otros, porque tienen freqüentes ocasiones de exercitar sus fuerzas é instinto contra los leones, tigres, y otras bestias. Los que habitan en las llanuras son mas tratables, porque están acostumbrados á vér gente. Aunque los leones y los elefantes se tienen odio mortal, y ademas se cuentan muchos hechos admirables de la sagacidad de estos últimos, no obstante no me atrevo á salir por fiador de la verdad de los casos siguientes que me contaron. Dicen, que habiendo un elefante cogido descuidado á un leon, le metió la cabeza entre la hendidura de un arbol, y allí le dexó para que muriese lentamente. Otro transportó á otro leon á un lugar pantanoso, y le tuvo metida la cabeza entre el cieno, hasta que murió. El P. Silveira me dixo, que los Portugueses tienen una sal que estiman mucho por ser un gran contraveneno, cuyo descubrimiento deben á los elefantes: la llaman sal del Noño, del nombre de un rio de Africa, que la produce. Algunos cazadores hirieron á unos elefantes con saetas envenenadas, y quedaron muy sor |