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lifa de la rama de los Fatimitas, llamado Hakem-banir-ellah. Este príncipe fue uno de los mas extravagantes de que hay memoria entre los hombres. Primeramente hizo maldecir en todas las mezquitas á los primeros Califas compañeros de Mahoma: despues revocó este anatéma: precisó á los Christianos y Judios á abjurar su religion; despues les permitió que se mantuviesen en ella. Prohibió hacer zapatos para las mugeres, para que no pudiesen salir de sus casas. Para divertirse, hizo quemar la mitad del Cairo, al tiempo que sus soldados saqueaban la otra mitad. No contento con estos furores, prohibió la peregrinacion á la Meca, el ayuno y las cinco oraciones; en fin llegó hasta el extremo de querer que le tuviesen por dios. Hizo formar una lista de los que le reconocieron por tal, y se hallaron hasta diez y seis mil: esta idea fue apoyada por un falso profeta, que habia venido de la Persia á Egipto. Este impostor, llamado Mohamedben-Ismael, enseñaba que era inutil observar el precepto del ayuno, la oracion, la circuncision, la peregrinacion, y las fiestas: que la prohibicion del tocino y del vino era absurda : que era lícito casarse con las hermanas é hijas. Para ser bien admitido de Hakem, defendia que este Califa era el mismo Dios encarnado, y en vez de su nombre, que significa gobernador por la ór

den de Dios, le llamó Hakem-barar-eh, que quiere decir gobernador por su propia orden. Por desgracia para el tal profeta, el nuevo dios no pudo librarle del furor de sus enemigos, que le mataron en un alboroto á los pies del mismo Califa; y éste fue despues tambien muerto sobre el monte Mokattan, donde decia que tenia trato con los Angeles."

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La muerte de estos dos xefes no detuvo el progreso de sus opiniones: un discípulo de Mohamed-ben-Ismael, llamado Honzaben-Ahmad las esparció con un zelo increible por el Egipto, la Palestina y la costa de la Siria hasta Sidon y Berito. Parece que sus prosélitos padecieron la misma suerte que los Maronitas es decir, que perseguidos por la religion dominante se refugiaron en las montañas del Líbano, donde podian defenderse mejor: lo cierto es que poco despues de esta época, los encontramos establecidos y formando una sociedad independiente como sus vecinos. Parecia que la diferencia de sus cultos debia haberlos hecho enemigos; pero el interes urgente de su seguridad comun los precisó á tolerarse mutuamente, y desde entonces se muestran casi siempre como amigos, ya contra los baxaes de Alepo, ya contra los Mamelucos y los Otomanos. La conquista de la Siria por estos últimos no alteró por el pronto su estado: Selim I, que á su vuelta de Egipto no meditaba nada menos que la conquista de Europa, no quiso detenerse en los peñascos del Líbano. Soliman II, su sucesor, ocupado sin cesar en guerras importantes, ya contra los caballeros de Rhodas, ya contra los Persas ó el Yemen, ya contra Cárlos V, no tuvo bastante tiempo para pensar en los Drusos. Estas distracciones les dieron valor, y no contentos con su independencia, baxaron muchas veces de sus montañas para robar á los Turcos. Los baxaes intentaron en vano reprimir sus incursiones: sus tropas fueron siempre vencidas y derrotadas. El año de 1588, Amurates III, cansado de las quejas que le daban contra ellos, resolvió á toda costa acabar con estos rebeldes, y tuvo la fortuna de lograrlo. Su general Ibrahin Baxá saliendo del Cairo atacó á los Drusos y á los Maronitas con tanta destreza y valor, que logró sujetarlos en sus mismas montañas. Excitósé una discordia entre los xefes, y se aprovechó de ella para sacar una contribucion de un millon de piastras, y para imponerles un tributo que ha durado hasta nuestros dias: la piastra vale dos pesetas.

Parece que esta expedicion fue la época de una mudanza en la constitucion de los Drusos. Hasta entonces habian vivido en una especie de anarquia baxo el mando de varios xeques ó señores: la nacion estaba dividida en dos facciones, que se encuentran entre todos los Arabes, llamados partidos Kaisi y Tamani, que se distinguen por el color de sus vanderas; las de los Kaisis son roxas, y las de los Yamanis blancas. Para simplificar la administracion de las rentas, Ibrahin hizo que no hubiese mas que un xeque, que fuese responsable del tributo, y cuidase de la policía. Este empleado, por la naturaleza de su comision, no tardó en adquirir gran preponderancia, y con el nombre de gobernador fue el rey de su república; pero como este gobernador fue tomado del seno de la misma nacion, resultó un efecto que los Turcos no habian previsto, y que estuvo á pique de serles funesto. El gobernador reuniendo en su mano todos los poderes de la nacion, pudo dar á sus fuerzas una direccion unánime, que la hizo mas poderosa : dirigióse naturalmente contra los Turcos, porque los Drusos, aunque eran subditos de éstos, no por eso dexaron de ser sus enemigos : solamente se vieron precisados á dar á su rompimiento un aspecto que disimulase su intencion, y les hicieron una guerra sorda, mas peligrosa que la declarada.

Entonces, esto es, á principios del siglo XVII, el poder de los Drusos llegó al mas alto punto, lo qual se debió al talento y ambicion del célebre emir Fakreldin. Apenas este xeque se vió gobernador de toda la

nacion, puso todo su esmero en disminuir la prepotencia de los Otomanos, y engrandecerse á su costa, y para esto usó de unos artificios poco conocidos en Turquia. Primeramente ganó la confianza de la Puerta con todas las demostraciones de la mayor fidelidad. Los Arabes infestaban las llanuras de Balbeck y los paises de Tiro y de Acre : hizo guerra contra ellos, aseguró la libertad de los habitantes, y preparó los animos para desear su gobierno. La ciudad de Berito le acomodaba mucho, porque le abria comunicacion con los estrangeros, y entre otros con los Venecianos, enemigos naturales de los Turcos. Fakreldin se prevalió de las vexaciones del agá, y le expelió de allí; y aun supo hacerse un mérito de esta hostilidad para con el divan, pagando un tributo mas considerable. Del mismo modo se portó en Sidon, Balbeck y Tiro; en fin el año de 1613 se vió dueño del pais hasta Adjakun y Safad. Los baxaes de Damasco y de Trípoli no podian mirar con indiferencia estas usurpaciones: unas veces se oponian á fuerza abierta, sin poder detener á Fakreldin, otras intentaron perderle en la Puerta con instigaciones secretas; pero el emir que mantenia allí espias secretas, supo inutilizar estos medios. Sin embargo, el divan empezó á recelarse de los progresos de los Drusos, y mandó hacer una expedicion capaz de oprimir.

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