es necesario advertir, que hay muchos parages incultos, que no hay ninguna manufactura, que todas las exportaciones se reducen á seda y algodon, las quales se equilibran con las importaciones de aceyte, arroz y café. La causa de esta multiplicacion de los Drusos consiste en la libertad de que gozan respectivamente á otros paises del imperio Turco, y gozan de la propiedad de sus bienes y de la seguridad de sus vidas. Los labradores no son aquí mas ricos que en otras partes, pero viven tranquilos, y gozan del fruto de sus sudores: aquí no tememos, les he oido repetir muchas veces, que el agá, el caimacan ó el baxá envien sus soldados á saquear las casas, robar las familias, dar de palos, &c. Estos excesos del despotismo turco son inauditos en las montañas; por lo que la seguridad es la primera y principal causa de que estos hombres se multipliquen. La frugalidad de la nacion que consume poco en todos los géneros, es otro medio no menos eficaz para la poblacion : en fin, la tercera es la emigracion de muchas familias christianas que huyen de las provincias turcas para refugiarse en el Líbano, las quales son bien recibidas de los Maronitas por la hermandad de la religion, y de los Drusos por el interés bien entendido de multiplicar en su pais el número de los cultivadores y de los aliados, y todos viven en paz, La comparacion que los Drusos hacen de su suerte con la de otros vasallos de los Turcos, les ha infundido un concepto muy ventajoso de su estado: libres de la violencia y de los insultos se consideran como hombres mas perfectos que los otros, porque tienen la dicha de no estar tan abatidos. De aquí ha resultado un carácter mas altivo, mas enérgico y vigoroso : en todo el Levante los tienen por inquietos, osados y valientes hasta el extremo de la temeridad: se les ha visto acometer á Damasco de dia claro en número de trescientos, y llenarlo todo de sangre y confusion. No conocen el perdon de las injurias, y son muy delicados en el punto de honor. Un insulto de hecho ó de palabra en sus barbas es castigado al punto á golpes: esta delicadeza ha causado en sus acciones, palabras y modales un miramiento, ó si se quiere, una urbanidad, que causa admiracion en unos montañeses tan incultos. La circunspeccion es muy necesaria aun en los mismos xeques por las consecuencias terribles de la pena del talion. Este uso nos parece bárbaro, pero suple la falta de la justicia siempre incierta y lentaren estos estados de anarquia. Los Drusos han tomado tambien de los Arabes otro punto de honor, que es el de la hospitalidad: qualquiera que se presente á su puerta pidiendo hospedage, está seguro de encontrar posada y comida con la mayor generosidad, y sin afectacion. He visto muchas veces á pobres labradores dar el único pedazo de pan que tenian, á un pasagero necesitado, y advirtiéndoles yo que esto parecia imprudencia, me respondian : Dios es liberal y magnífico, y todos los hombres somos hermanos. De aquí es, que nadie piensa aquí ni en toda la Turquia en abrir una posada como en Europa. Quando contraen con su huesped el empeño sagrado del pan y la sal, es decir, que comen con ellos, no hay cosa en el mundo que pueda hacerselo violar, y sobre esto se ven mil exemplares á cada paso. Hace algunos años que un agá de genízaros, reo de rebelion, se escapó de Damasco, y se acogió á los Drusos: el baxá lo supo, y envió á pedírselo al emir, amenazándole con la guerra en caso de rehusarlo: el emir lo pidió al xeque Talhuc que le habia hospedado, pero el xeque indignado respondió: "¿quándo se ha visto que los Drusos entreguen sus huespedes? Dí al emir, que mientras Talhuc conserve su barba, no se tocará á un cabello de la cabeza de su refugiado." El emir amenazó sacarlo por fuerza; Talhuc armó á su familia, y el emir temiendo un tumulto tomó un medio usado como jurídico en este pais: hizo intimar al xeque, que haria cortar cincuenta de sus moreras al dia hasta que entregase el agá. En efecto, fue cortando hasta mil, y Talhuc permaneció inflexible: en fin, los otros xeques indignados contra el emir iban á hacer causa comun, suscitando una sublevacion general, quando el agá, por no ocasionar tantos males, se escapó sin noticia del mismo Talhuc. Los Drusos tienen tambien la preocupacion de los Beduinos sobre su sangre : hacen mucho aprecio de la antigüedad de las familias, pero de esto no resulta ningun inconveniente: la nobleza de los emires y de los xeques no acarrea ningun perjuicio á la sociedad. Lo mas perjudicial é injusto es la facultad que tienen los padres de dexar toda su hacienda al hijo mas querido, despojando á todos los demas. En consecuencia de su orgullo los Drusos no quieren casarse fuera de sus familias, y esto trae ciertas ventajas: prefieren siempre un pariente, aunque sea pobre, á un estraño muy rico; se ha visto varias veces á estos labradores negar sus hijas á ricos comerciantes de Sidon y Berito, para dársela á un pariente pobre. Han tomado de los Hebreos la costumbre de que el hermano se haya de casar con la viuda de su hermano. Por lo demas los Drusos en su vida privada, usos y costumbres son como las demas naciones orientales. Pueden casarse con muchas mugeres, y repudiarlas quando se les antoja; pero se ven de esto muy raros exem plares, exceptuando el emir y los xeques. Como estan ocupados en sus trabajos campestres, no tienen aquellos caprichos que los hombres corrompidos con la ociosidad: el velo que siempre llevan las mugeres, es un preservativo contra aquellos antojos, que trastornan el orden de la sociedad. Cada hombre no conoce de vista mas mugeres que la suya, su madre ó hermana: cada qual vive en el seno de su familia, y trata muy poco con las otras. Las mugeres, aun las de los xeques, hacen el pan, tuestan el café, laban la ropa, guisan la comida, en una palabra, hacen todas las obras domésticas. Los hombres cultivan las viñas y las moreras, construyen paredes para sostener los terrenos en que estan los plantíos, y abren conductos para regar. Solamente por las noches suelen juntarse en el patio ó casa del xefe de la aldea ó de la familia: allí sentados en corro, con las piernas cruzadas, con la pipa en la boca, el puñal á la cintura, hablan de sus labores, de la cosecha, de la paz ó de la guerra, de la conducta del emir, del tributo, de los sucesos pasados, de los intereses presentes, de las conjeturas para lo sucesivo. Los muchachos quando se cansan de jugar, vienen á escuchar á sus padres, y causa admiracion oirlos á los doce años hablar de los negocios públicos, y referir todo lo que han oido á sus padres. Esta es la |