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rillo, eran mas frecuentes y mas baxos los arcos de que he hablado, y concluyen formando una linea continua que desde el pie del peñasco tuerce hacia el mediodia, y se dirige obliquamente por el campo hacia el mar. En este camino se reconoce por el canal que hay sobre los arcos, que esto fue un aqüeducto. El canal tiene tres pies de ancho y dos y medio de hondo; está formado de una argamasa mas dura que las piedras, y en fin se llega á los pozos donde tiene su origen. Estos pozos son los que algunos viageros han llamado pozos de Salomon, pero en el pais no los conocen con este nombre. Hay uno principal, dos menores, y otros muchos pequeños: todos estan revestidos de una argamasa mezclada con guijarros de mar: por el lado del sur esta fábrica sobresale del suelo unos diez y ocho pies, y quince por el lado del norte: por este lado hay una cuesta suave, para que los carros puedan subir hasta el brocal de los pozos. Quando se sube á él, se encuentra un espectáculo de los mas raros: el agua, en vez de estar honda, y al nivel del terreno, se encuentra al nivel del brocal ó bordes de la explanada, es decir, que la columna de agua, que llena el pozo hasta arriba, está elevada quince pies mas que el terreno. Ademas, esta agua no está sosegada, sino que parece un torrente que hierbe, y se derrama copiosamente

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por unos canales abiertos en la superficie de los pozos. Es tanta su abundancia, que mueve tres molinos que hay allí cerca, y forma un arroyo. La boca del pozo principal es un octogono, y cada uno de sus lados tiene veinte y tres pies y tres pulgadas de largo, lo que supone un diámetro de sesenta y un pies. Dicen que este pozo no tiene fondo, pero el viagero Laroque asegura, que en su tiempo se le halló á treinta y seis brazas. Es digno de notarse, que el movimiento del agua en la superficie ha rozado las paredes interiores del pozo, de suerte que el borde está como en el ayre formando una especie de bóbeda sobre el agua. Entre los canales que de él salen, hay uno principal que se junta con el del aqüeducto de que he hablado: por medio de sus arcos el agua se conducia primeramente al peñasco, y desde allí por el istmo al pozo de la torre, donde se saca el agua. La campiña es una llanura de unas dos leguas de ancho, rodeada de una cordillera de montañas bastante altas, que corren desde el Kasmié hasta el cabo Blanco: el terreno se compone de una tierra grasa y negra, donde produce bien el poco trigo y algodon que siembran.

Tal es el territorio de Tyro, sobre el qual se ofrecen algunas observaciones relativas al estado antiguo de esta ciudad. Sabemos que hasta el tiempo en que la sitió

Nabucodonosor, Tyro estuvo situada en el continente, y señalan el lugar que ocupaba en las cercanias de los pozos. Quando este rey de Babilonia vino á asolar la única ciudad que se le resistia, los Tyrios se defendieron por espacio de trece años; pero al cabo de este tiempo, tomaron el partido de interponer el mar entre ellos y el enemigo, y se pasaron á la isla que tenian enfrente á distancia de un quarto de legua. Despues vino Alexandro, y para satisfacer su bárbaro orgullo, Tyro fue arruinada; pero habiéndose restablecido despues, sus habitantes se aprovecharon del muelle que habian formado los Macedonios para poder llegar á su isla, y formaron el aqüeducto para traer el agua hasta el pozo, de donde se saca todavia. La dificultad consiste en averiguar por dónde viene ahora el agua, su puesto que está arruinado el aqüeducto. Sin duda tenian conductos secretos por debaxo de tierra, por donde continúa viniendo el agua: la prueba de que ésta viene de los pozos, llamados de Salomon, es que en éstos se enturbia el agua en la misma época que la del pozo de la torre, y tiene entonces el mismo color y gusto.

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La potencia de la antigua Tyro por el Mediterraneo y en el Occidente es bien notoria: Cartago, y Utica en Africa, Cadiz en España, que fueron colonias suyas, con otras muchas, son testimonios irrefragables de la gran extension de su poder. Sabemos que esta ciudad extendia su comercio hasta el Océano, abanzando por el norte mas allá de Inglaterra, y por el sur hasta mas allá de las Canarias. Sus colonias por el Oriente, aunque menos conocidas, no eran menos considerables; las islas de Tyro y Arado, en el dia Barhen, en el golfo Pérsico, las ciudades de Faran y de Phœnicum Oppidum en el mar Roxo, ya arruinadas en tiempo de los Griegos, prueban que los Tyrios frecuentaron las costas de la Arabia, y el mar de la India: pero hay un documento mas auténtico que todos, y son las expresiones de la Sagrada Escritura, que dice así.

>>Ciudad soberbia, que yaces á la orilla del mar, tú Tyro qué dices; mi imperio se extiende por los senos del Océano, escucha lo que dice el Señor contra tí. Tú llevas tu comercio á las islas lejanas, á los habitantes de las costas desconocidas. Baxo tu mando los pinos de Sanir se convierten en navios; los cedros del Líbano te suministran mástiles, los álamos de Bisan remos. Tus marineros se sientan en bancos de box de Katim, embutido de marfil: tus velas y tiendas estan texidas del bello lino de Egipto; tus vestidos estan teñidos del jacinto y de la púrpura de Helas. Sidon y Aruad te envian sus remeros; Djabal sus hábiles constructores: tus geómetras y tus sabios guian tus proas. Todos los navios del mar estan empleados en tu comercio: tienes á tu sueldo al Persa, al Lydio, al Egipcio: tus paredes estan adornadas con sus escudos y corazas. Los hijos de Aruad coronan tus parapetos, y tus torres guardadas por los Djimedenos brillan con el resplandor de sus aljabas. Todos los paises se afanan por comerciar contigo: Tarsis envia á tus mercados la plata, el hierro, el estaño, el plomo : la Jonia, el pais de los Moscos y de Teblis te proveen de esclavos y de vasos de bronce; la Armenia te envia caballos, mulas y ginetes: el Arabe de Dedan acarrea tus mercaderias: islas numerosas cambian contigo el marfil y el ébano: el Arameno te trae los rubies, la púrpura, las telas bordadas, el lino, el coral y el jaspe. Los hijos de Ismael y de Judá te venden el trigo, el bálsamo, la mirra, la resina, el aceyte, y Damasco el vino de Halbun y las lanas finas. Los Arabes de Oman te llevan el hierro pulimentado, la canela, la caña aromática, y el Arabe de Dedan las alfombras para sentarte. Los habitantes del desierto, y los nobles de Kedar pagan con sus cabritos y corderos tus ricas mercaderias. Los Arabes de Sabá y Ramé te enriquecen con el comercio de los aromas, de las piedras preciosas y del oro. Los habitantes de Haran, de Kalané y de Adana,

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