bierno compuesto de soldados, doctores de la ley y de la justicia. Segun los principios del alcoran debia residir el poder en estos últimos; pero despues que los califas fueron depuestos por sus tenientes, se formó una distincion de poder espiritual y temporal, que no ha dexado á los intérpretes de la ley mas que una autoridad ilusoria: tal es la del gran mufti, que entre los Turcos representa al califa. El verdadero poder reside en manos del Sultan, que representa á su teniente, ó al general del exército. Sin embargo, el respeto que tiene el pueblo á esta clase de gente, les conserva algun crédito, del qual se valen para formar una especie de partido de oposicion : el Sultan los teme en Constantinopla, y los baxaes no se atreven á contrastarlos abiertamente en las provincias. En cada ciudad este partido es presidido por un mufti, que depende del de Constantinopla : su empleo es hereditario y no venal, y esta es la razon de haberse conservado mas energia en este cuerpo que en otro ninguno. CARTA ΧΧΧΙΙΙ. Artes y ciencias de los Siros. Los labradores en la Siria, como en las demas provincias del imperio Turco, son considerados como esclavos del Sultan, lo mismo que los demas vasallos; pero aunque es dueño de su vida y hacienda, el Sultan no los vende, ni los sujeta á un terreno determinado, como sucede en la Rusia y en la Polonia. Quando el sultan Selim hubo conquistado la Siria, para facilitar la percepcion del tributo, estableció un solo impuesto territorial, que llaman miri. Parece que este conquistador, á pesar de la ferocidad de su carácter, conoció la importancia de no oprimir la agricultura, porque el miri comparado con la extension del terreno es sumamente moderado, y mas entonces, quando la Siria estaba mucho mas poblada. Para mantener el buen ordene en la percepcion, Selim hizo formar un catastro, en que se expresó lo que debia pagar cada ciudad y aldea: en fin, dió al miri un estado invariable, que no se pudiese aumentar ni disminuir. A pesar de esto, los baxaes han hallado el secreto de hacer ruinoso este tributo: no atreviéndose á violar el catastro de Selim, han introducido una multitud de cargas, que sin tener el nombre de impuesto, tienen todos sus efectos. Como son los dueños de la mayor parte de las tierras, no las conceden sino con condiciones onerosas: exigen la mitad, y aun las dos terceras partes de la cosecha: estancan las semillas y las bestias de la labor, de suerte que los labradores tienen que comprarselas al precio que ellos fixan. Acabada la cosecha, introducen nuevos pretextos sobre las pérdidas, sobre lo que suponen se les ha desfalcado; y como tienen la fuerza á su disposicion, toman todo lo que quieren. Si la cosecha falta, no por eso dexan de cobrar todo lo ajustado, y hacen vender todos los bienes del labrador para cobrarse : por fortuna ignoran el arte de prender por deudas, y así le dexan la persona libre. A estas vexaciones habituales se añaden mil avanias casuales; ya imponen una contribucion arbitraria á toda una aldea por un delito verdadero ó fingido de un individuo, ya se valen de otro qualquier pretexto para exigir dinero. Con motivo de la entrada de un nuevo gobernador, se exige un regalo: se establece una contribucion de yerba para sus caballos, de paja y cebada para su tropa de caballeria: deben ademas hacer la costa á todos los soldados que pasan, ó que llevan ordenes, y los gobernadores cuidan de multiplicar estas comisiones, que son para ellos un ahorro de gasto, y una ruina یا para los labradores. Las aldeas tiemblan, quando se presenta uno de estos soldados, que es un verdadero salteador autorizado: los manda como á esclavos: perros, canalla, son las expresiones mas comunes, y todo lo piden con la mayor insolencia, apropiándose todo lo que encuentran á mano. Quando se marchan, añadiendo el insulto á la violencia, piden lo que llaman el alquiler de sus muelas. En vano los labradores se quejan de la injusticia: el alfange les impone silencio: la reclamacion es dificil y remota, y pudiera ser peligrosa. De todos estos saqueos resulta, que los labradores se arruinan, y abandonando su labor, huyen á otra parte á vivir á costa agena. Quando vienen dos años seguidos de sequedad, las aldeas quedan casi desiertas; pero el contingente del tributo se reparte entre los pocos habitantes que restan, con lo qual acaban de destruir todo el pais. Lo mismo se practica en la cobranza del karadj de los Christianos: como se fixó la suma de este tributo quando se hizo el primer catastro, es preciso pagar siempre lo mismo, aunque se haya disminuido mucho el número de los contribuyentes. Por esta causa el tributo que al principio no era mas que de tres piastras por cabeza, ha llegado hasta quarenta, lo qual obliga á los Christianos á expatriarse. Pero donde son mas opresivas estas cargas es en los paises, que estan asignados á algun particular, y en los que estan expuestos á las incursiones de los Arabes. En los primeros el titular, codioso de aumentar su renta, da toda libertad á su arrendador para aumentar las cargas; y la codicia de estos subalternos ha inventado los medios mas tiránicos para sacar dinero, de lo qual se ha seguido la despoblacion de estos paises, y por consiguiente la disminucion de las remesas de dinero que se enviaban á Constantinopla. Por lo que hace á los Beduinos, si estan en guerra, roban como enemigo; si estan en paz, devoran á título de huespedes, por lo que dice un refran: huye del Beduino, como amigo ó como enemigo. Los labradores menos infelices son los de los paises de los Drusos, el Kesrauan, Nablus, &c. sin embargo, aun allí hay grandes abusos, y uno entre otros, que es la mayor plaga de la Siria, esta es la usura puesta en el punto del mayor exceso. Quando los labradores tienen que comprar las semillas, las bestias para la labor, &c. no encuentran quien les fie, sino vendiendo parte ó el todo de la cosecha futura al mas baxo precio. El peligro de manifestar que se tiene dinero, hace muy reservados á los que lo poseen, y quando se resuelven á prestarlo, es siempre con la esperanza de una ganancia pronta y exorbitante. |