CARTA XXXVII. Continuacion del viage. Saliendo de Nicosia se camina largo trecho por entre sepulcros : los Turcos han construido muchos á sus compatriotas en este camino delicioso y melancólico; son de marmol muy bello, y la mayor parte con columnas: los despojos de la antigua Nicosia han servido en general para la construccion de estos mausoleos: en ellos reina una sencillez magestuosa. Llegué enfin á aquellas montañas que atraviesan la isla de levante á poniente: todas sus sendas son escarpadas y agrias, pero quando se llega á la cumbre, se olvidan todas las fatigas ; sus vistas son muy agradables; desde allí se descubre el mar de la Caramania, y toda la costa septentrional de la isla. Todas estas montañas estan cubiertas de arbustos y matorrales. A veinte leguas de la capital está la villa y la ciudadela de Cerinas: la villa no está bien poblada: los Griegos cismáticos tienen allí una iglesia episcopal , y los Turcos una mezquita. Casi todos los habitantes son labradores, y este es el pais mas fertil de toda la isla. Los muchos manantiales son los que mas contribuyen á su fecundidad: sus principales producciones son el trigo, la cebada, el algodon, la seda y el aceyte : parte de Jellas se consume en el pais, y lo sobrante se transporta á Egipto ó Siria. En las cercanias se ven ruinas de edificios de la mas remota antigüedad, y hay canteras de donde se sacaron las piedras para la construccion de la ciudad. La ciudadela de Cerinas está construida á la orilla del mar: un inmenso peñasco la sirve de basa: es tan antigua como la ciudad, pero los Lusiñanes la aumentaron y fortificaron. Está prohibida la entrada á los Europeos, y los Turcos no permiten acercarse á sus murallas. Esta fortaleza es la mas bien conservada de quantas he visto en poder de los Turcos. Su situacion es poco ventajosa, pues está dominada por las montañas, que solo distan una milla: en 1570 se entregó sin resistencia á los Turcos: la mayor parte de su artilleria tiene las armas de la república de Venecia. Junto á la ciudadela hay un puerto, que apenas podrá contener dos ó tres embarcaciones, y allí es donde arriban todos los que vienen de la Caramania, cuya travesia es de siete á ocho leguas, lo qual les proporciona grandes ventajas. Desde la orilla del mar se ven las costas de la Caramania. De aquí pasé á Famagosta, que se llamó antiguamente Arsinoe, del nombre de la hermana de Ptolomeo Filadelfo. Esta ciudad está situada en la costa oriental de la isla: tiene dos millas de circunferencia, y está construida sobre un peñasco. Sus muros son gruesos: al rededor hay un foso profundo abierto en peña viva, y estan flanqueados de doce enormes torreones, cuyas murallas de quatro pasos de grueso forman un círculo de cinco pasos de diámetro. En lo interior de la ciudad hay un faro, tres bastiones, un valuarte con dos filas de baterias, y una ciudadela. Tiene dos puertas con puentes levadizos, una hacia el mar y otra por el lado de tierra: la primera conduce al puerto, cuya entrada en extremo angosta se cierra todas las noches con una cadena, que se ata á uno de los valuartes del puerto. Su entrada no es accesible sino á las embarcaciones vacias, no porque la entrada sea poco profunda, sino porque el puerto está por la mayor parte cegado. Está defendido por levante con una cordillera de peñascos, que detienen el ímpetu del mar, por lo que ofrece á los navios un asilo seguro y tranquilo. Despues que Mustafá, general de Selim, tomó la ciudad de Nicosia, intimó al gobernador de Famagosta que le entregase las llaves de la ciudad y del castillo; pero le respondió, que se acercase con todas sus fuerzas, y se le daria la respuesta á cañonazos. El 18 de septiembre de 1570, Mustafá conduxo sus tropas delante de Famagosta: el dia 1 de octubre empezó á batirla en brecha. Por el mes de abril del año siguiente se acercó á los muros, y se acampó en las huertas cercanas á la ciudad. El gobernador era el valeroso Marco Antonio Bragadino, noble. Veneciano: otros muchos nobles defendian con él la ciudad, que es propiamente la llave de la isla. Habia á la sazon en Famagosta ocho mil habitantes, los quatro mil en estado de tomar las armas. Este corto número de hombres valerosos sostuvo seis asaltos terribles, y resistió á todas las fuerzas del imperio Otomano, que estaba á la sazon en su mayor pujanza. Finalmente fue preciso ceder al número, y el dia 1 de agosto se entregó la ciudad con unas condiciones honoríficas, las que fueron quebrantadas por el pérfido y cruel Mustafa con la mayor infamia. El dia 4 de agosto, el valeroso gobernador fue á la tienda de Mustafá para entregarle las llaves de la ciudad, despedirse de él, y abandonar la isla segun lo estipulado en la capitulacion : Bragadino iba acompañado de los principales oficiales de la plaza. El baxá manifestó gran deseo de verle; pero apenas le tuvo en su presencia, en vez de alabar su valor, este monstruo de perfidia inventó la mentira mas abominable, acusándole de que durante las treguas habia quitado la vida á muchos Turcos: con este falso pretexto hizo degollar á todos los seño res que le acompañaban, y el mismo Bragadino mutilado con la mayor indignidad fue condenado á los trabajos públicos. El 7 del mismo mes, el bárbaro Mustafá entró en Famagosta, donde hizo ahorcar á Tiépolo, comandante de Pafos, á quien Bragadino habia dexado allí para arreglar sus asuntos despues de su partida. En fin el 17 de agosto, Bragadino despues de los mayores insultos y ultrajes, que realzaron el mérito de este héroe, fue desollado vivo, su piel se llenó de paja, su cuerpo fue despedazado, y sus miembros esparcidos por varias partes de la muralla: su piel con las cabezas de los principales caudillos Venecianos fue enviada á Constantinopla, y presentada al Sultan, digno regalo de tal vasallo á tal tirano. Antonio Bragadino, hermano de este comandante, rescató la piel de este héroe, y fue enterrada en Venecia en 1596 con la mayor pompa. Su gloria será tan eterna como la infamia de sus bárbaros asesinos. El exército Otomano constaba de doscientos mil hombres: en los diez meses que duró el sitio, los Turcos dispararon quinientas quarenta mil bombas, de cuyos estragos aun quedan señales, y aun se ven montones de ellas en los campos y en el foso que rodea la ciudad. Se puede hacer juicio del valor de los sitiados por el número de los Turcos que murieron en este sitio : la guarnicion apenas llegaba á |