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bien pronto la Delta se llenó de estos estrangeros con perjuicio de los Griegos vencidos. Esta primera clase que se ha perpetuado en los labradores, llamados fellahs, ha conservado su fisonomia original; pero ha adquirido mayor corpulencia y robustez, efecto natural de estar aquí mejor alimentados que en el desierto. En general los fellahs suelen tener cinco pies y quatro pulgadas de alto; su cuerpo es nervioso y robusto como de unos hombres endurecidos en la fatiga. Su cutis tostado del sol es casi negro, pero su rostro nada tiene de desagradable. La mayor parte tienen el rostro ovalado, la frente espaciosa y prominente, y baxo unas cejas negras y pobladas unos ojos negros, algo hundidos y brillantes; la nariz bastante larga sin ser aguileña, la boca bien formada, y una bella dentadura. Los habitantes de las ciudades, como se han mezclado con otras castas, no tienen la fisonomia tan uniforme y distinguida; los de las aldeas jamas se casan sino con los de su clase, y así conservan mas bien estos caractéres, con un aspecto torbo, efecto sin duda de la ferocidad á que los obliga su modo de existir, oprimidos siempre de la guerra y de tiranos.

La segunda clase de Arabes es la de los occidentales del Africa ó Berberiscos, que en varias ocasiones han venido á establecerse en el Egipto. Descienden de los conquis

tadores musulmanes, que arrojaron a los Griegos de la Mauritania. Se exercitan como los otros en la agricultura y en varios oficios; pero estan mas extendidos en el Said, donde tienen aldeas, y aun príncipes particulares.

La tercera clase es la de Beduinos, ú hombres de los desiertos, que esto quiere decir la palabra bedaui, de la qual corrompida hemos formado la de beduino : entre los antiguos se llamaron scenitas ó habitadores de tiendas. De éstos, unos dispersos por familias habitan las cavernas de las montañas, las ruinas antiguas, y los lugares apartados donde hay agua: otros reunidos en tribus viven acampados en aduares de tiendas baxas y ahumadas, y viven siempre errantes, ya por los desiertos, ya por las orillas del rio; y no se detienen en ningun parage sino el tiempo que exige el pasto de sus ganados ó su propia seguridad. Hay tribus que anualmente despues de la inundacion vienen de lo interior de la Africa para aprovecharse de las nuevas yerbas, y por la primavera se vuelven á internar en sus desiertos: otros se establecen en Egipto, y arriendan terrenos para sembrarlos. Todas estas tribus observan entre sí ciertos límites convenidos, de los quales no pasan, sopena de guerra: todas tienen con corta diferencia el mismo género de vida, los mismos

usos y costumbres. Ignorantes y pobres conservan un caracter original, distinto de las naciones que los rodean : pacíficos en sus aduares, viven siempre en un estado de guerra con todos los demas, y son aborrecidos de todos. Se cree que de todas estas tribus de Egipto se podrian formar treinta mil ginetes; pero viven tan dispersos y desunidos, que los tratan como vandidos.

La segunda especie de los habitantes de Egipto son los Coptos: se hallan muchas familias de ellos en la Delta; pero el mayor número habita en el Said ó alto Egipto, donde ocupan aldeas enteras. La historia y la tradicion aseguran que descienden de aquella nacion que fue despojada por los Arabes, esto es, de aquella mezcla de Egipcios, Persas, y sobre todo Griegos, que en tiempo de los Ptolomeos y de los emperadores de oriente poseyeron por tan largo tiempo el Egipto. Se diferencian de los Arabes en la religion, que es la christiana; pero no todos son católicos, pues hay entre ellos muchos hereges eutichianos. Como los Coptos son mas instruidos que todos los demas habitantes del Egipto, son en el Cairo y otras partes los secretarios, mayordomos, intendentes del gobierno y de los beyes, y corren con todos los ramos de la administracion de rentas.

Exâminando con atencion la fisonomia

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de muchos de esta raza, he hallado un caracter particular, que dá lugar á muchas reflexiones: todos tienen el color como ahumado, el rostro lleno, los ojos prominentes, la nariz chata, los labios gruesos, en una palabra, una verdadera fisonomia de mulatos. Esto me hizo acordar de un pasage de Heródoto, que dice: "Yo juzgo que los Colchôs son una colonia de Egipcios, porque tienen como éstos el color negro, y el pelo lanudo, es decir, que los antiguos Egipcios eran verdaderos Negros como los otros de la Africa. Esto supuesto, es facil de presumir, que habiéndose mezclado por espacio de tantos siglos con otras razas blancas, han perdido los principales caractéres de los Negros, pero han conservado algunas de sus formas: esta observacion se halla confirmada por el doctor Blumenbach, profesor muy distinguido de anatomía en Gotinga, que ha disecado muchas momias egipcias, y ha haIlado en muchas de ellas los caractéres distintivos de los Negros.

La tercera raza de los habitantes del Egipto es la de los Turcos, que se apoderaron de él en el siglo XVI, y se esparcieron por estos paises. En el dia no se encontraban ya Turcos sino en el Cairo y en alguna otra ciudad, donde exercian las artes y los empleos de religion y de la guerra. Antiguamente ocupaban tambien los del gobier

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no; pero hace ya muchos años que los Mamelucos se los han apropiado. Estos son la última especie de los habitantes de Egipto: se distinguen de todos los demas en el color blanco, y hay muchos de cabello rubio, como que casi todos han nacido al pie del monte Caucaso.

Para apreciar en su justo valor las mejoras que van haciendo los Franceses en Egipto, es muy conveniente decir algo sobre el estado civil en que se hallaba poco antes de esta conquista. La mayor parte de las tierras estaba en poder de los beyes, de los Mamelucos y de los sacerdotes: el número de los otros propietarios era muy corto y sus bienes estaban expuestos á mil vexaciones. Tenian que pagar muchas contribuciones arbitrarias: no estaba asegurado el derecho de sucesion, ni de herencia: todos los bienes volvian á manos del gobierno, del qual era preciso volver á rescatar la hacienda. Casi todos los labradores eran unos arrendadores ó jornaleros, á quienes no dexaban para vivir mas que lo puramente necesario para que no muriesen de miseria. Su alimento se reduçia á unas tortas asadas en estiercol y sin levadura, de muy mal gusto y de peor digestion, y á cebollas crudas ó cocidas: su mayor regalo era tener alguna rara vez un poco de miel, de queso, de leche agria y dátiles. La carne y el sebo, á que son muy

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