aficionados, no se veian en sus mesas, sino en las fiestas mas solemnes y entre los de mayores conveniencias. Su vestido se reduce á una túnica de una tela grosera azul, y á una especie de manto negro de un texido muy claro y basto: su adorno de cabeza es un gorro de paño, al qual rodean un pañuelo encarnado de lana. Los brazos, piernas y pecho van descubiertos, y la mayor parte de ellos no llevan calzones. Sus habitaciones son unas chozas de barro, donde el calor y el humo sufocan; las enfermedades causadas por la inmundicia, la humedad y los malos alimentos son muy frecuentes. Para colmo de su miseria, á estos males fisicos se añadian los continuos sobresaltos de los saqueos de los Arabes, de las visitas igualmente temibles de los Mamelucos, de las venganzas de las familias, y todos los temores de una guerra civil continua. Este quadro, que era el general de todas las aldeas, no era menos horrible en las ciudades: aun en el Cairo, el estrangero quedaba admirado al primer aspecto de ruina y de miseria; el inmenso gentío que se atrope llaba por las calles, no presentaba mas que miseria y desnudez indecente. Es verdad que se encontraban tambien personas á caballo ricamente vestidas; pero este contraste del luxo mas excesivo hacia resaltar mas el espectáculo horrible de la mayor indigencia. Todo lo que se veia anunciaba que aquel era el pais de la esclavitud y tirania : no se hablaba mas que de guerras civiles, de miseria pública, de extorsiones de dinero, de suplicios atroces y de muertes. No habia la menor seguridad en la vida ni en los bienes: la sangre de un hombre se derramaba con la misma indiferencia que la de una bestia. La justicia la hacia derramar sin ninguna formalidad: las rondas del dia y de la noche sentenciaban, y hacian executar las sentencias mas crueles, sin apelacion, en un momento: iban acompañados de verdugos, y á la primera orden la cabeza del infeliz que caia en sus manos, iba á parar de un golpe al saco de cuero en que las recibian, para no manchar las calles. No seria esto tan atroz, si la apariencia del delito fuese la que exponia á estos riesgos; pero muchas veces sin mas motivo que la codicia de un poderoso, ó la delacion de un enemigo bastaban para que el mas inocente fuese citado ante un bey; exîgian de él una suma de dinero; si negaba tenerla, le tendian en el suelo, y le daban doscientos ó trescientos palos en las plantas de los pies, y á veces perecia en este suplicio. ¡Desgraciado del que tenia fama de riço, Cien espias estaban siempre prontas á denunciarle: solamente aparentando miseria se escapaba de estos peligros. i Browne, que ha sido el último viagero Europeo que ha estado en Egipto antes de la conquista de los Franceses, refiere un caso, que dá la mas clara idea de la injusticia del gobierno de los Mamelucos. »Hallándome yo en el Cairo, dice, habia allí dos Maronitas, que habiendo sido sucesivamente aduaneros, se habian enriquecido mucho. Riñeron estos dos hombres, y el uno dixo al otro palabras tan picantes, que el ofendido acudió al punto al bey, y le habló en estos términos. Esta ciudad no es bastante grande para que podamos vivir en ella juntamente yo y N. Es preciso que quites la vida á uno de nosotros : si quieres matar á N., aquí tienes diez mil zequines para tí." Aceptó el bey la proposicion, y al punto se cortó la cabeza al otro Maronita." En los últimos años antes de la conquista de los Franceses se añadieron las calamidades del hambre y de la peste á los males habituales de la tirania mas desenfrenada, y á los desordenes de los años anteriores. La peste traida de Constantinopla fue tan cruel, que hubo dia en que murieron mil y quinientas personas: acabóse por el estío, como siempre sucede ; pero á este azote siguió otro. no menos terrible. La inundacion del Nilo no habia sido completa, y por consiguiente gran parte del terreno no pudo sembrarse por falta de riego; por lo que al año siguien te hubo una hambre asoladora, que mataba tanta gente como la peste. No se puede calcular el número de los que murieron en estos dos años, porque en ninguna parte de la Turquia se lleva cuenta con los que mueren; pero fue opinion comun, que habia perecido la sexta parte de los habitantes. Al mismo tiempo que en las calles y plazas perecian á millares de hambre, los beyes y los Mamelucos abundaban en todo lo necesario; y á veces para librarse de los clamores importunos de aquellos infelices, los precisaban á palos á alejarse de sus palacios. Las artes, las ciencias y la industria se hallaban en el mayor abandono en Egipto; solo habia algo de comercio por las grandes proporciones que ofrece su ventajosa situacion. El mas principal es el que se hacia con la India y con la Arabia por la via de Suez, y esto me trae á la memoria una qüestion que se ha ventilado muchas veces en Europa, es á saber, si seria posible cortar el istmo que separa el mar Roxo del Mediterráneo, para que los navios pudiesen pasar á la India por un camino mas corto que el del Cabo de Buena Esperanza. Muchos se inclinan á creer practicable esta operacion por causa de lo poco ancho del istmo; pero habiendo exâminado este pais, hallo razones que me persueden lo contrario. No hay duda que el espacio que separa los dos mares, no tiene mas que unas diez y ocio leguas de ancho: tambien es cierto que en este espacio no hay ningunas montañas, y que desde los terrados de Suez se descubre con un buen anteojo un terreno llano sin mas que una pequeña loma. Prescindo de si el mar Roxo es mas elevado que el Mediterráneo, aunque hay razones que me inclinan á creerlo así; pero el mayor obstáculo es, que en todas las partes en que el mar Roxo y el Mediterráneo se corresponden, las orillas de una y otra parte son un terreno baxo y arenoso, donde las aguas forman lagunas y pantanos, de suerte que los navios no pueden acercarse sino á larga distancia. ¿Cómo, pues, se pudiera formar un canal durable en un arenal movedizo? Ademas la playa carece enteramente de puertos, y seria preciso construirlos de nuevo. En fin, este terreno carece absolutamente de agua dulce, y seria preciso traerla de muy lejos, esto es, del Nilo. El mejor y el único medio de efectuar esta union, es el que ya se ha practicado otras veces con feliz suceso, es á saber, el hacer que se comuniquen los dos mares por medio del mismo rio. El terreno se presta á ello sin violencia, porque el monte Mokatam baxándose de repente á la altura del Cairo, no forma mas que una explanada baxa y semicircular, al rededor de la qual reina una llanura de un nivel igual desde la orilla del |