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Nilo hasta la punta del mar Roxo. Los antiguos que conocieron las ventajas de esta disposicion del terreno, formaron la idea de reunir los dos mares por un canal conducido al rio. Estrabon observa, que el primer canal fue construido en tiempo de Sesostris, que reinó en tiempo de la guerra de Troya, y esta obra habia hecho bastante sensacion para que se observase, que el canal tenia cien codos, ó ciento setenta pies de ancho, con la profundidad suficiente para un navio grueso. Despues de la invasion de los Griegos en Egipto, los Ptolomeos lo restablecieron: en el imperio de los Romanos, Trajano volvió á renovarlo; en fin, hasta los Arabes siguieron este exemplo el año de 640; pero ciento treinta y quatro años despues, el Califa Abu Djabar Almanzor lo hizo cerrar, para cortar los víveres á un descendiente de Aly, que se habia revelado en Medina, y desde aquel tiempo no ha vuelto á abrirse. Este canal es el mismo que en nuestros dias pasa por el Cairo, y va á perderse en los campos al nordeste del lago de los peregrinos. Kolzum, que es el klysma de los antiguos Griegos, adonde iba a parar, está arruinado muchos siglos hace; pero el nombre y el lugar subsisten aun en un cerro de arena, de ladrillo y piedra, situado á trescientos pasos al norte de Suez á la orilla del mar. Estos paises estaban antiguamente cu

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biertos de ciudades que han desaparecido juntamente con el agua del Nilo; los canales que la traian, ya no existen, porque en este terreno arenoso y movible se ciegan facilmente, á lo qual se añade la accion del viento y la caballeria de los Beduinos. El primer cuidado de Buonaparte, luego que se apoderó de Egipto, fue enviar ingenieros á reconocer este canal, y hallaron exactas las relaciones que de él habian hecho los últimos viageros; por lo que, si los Franceses conservan esta colonia, volverá á restablecerse esta union entre los dos mares.

En el día el comercio entre el Cairo y Suez se hace por medio de caravanas; una de ellas con la qual yo pasé á examinar aquel pais, se componia de unos tres mil camellos, y unos cinco á seis mil hombres. Permaneció reunida mas de quarenta dias, dilatando su marcha por varias razones, entre otras por los dias aciagos, en lo qual estas gentes son tan supersticiosas como los Romanos: en fin marchó, y tardamos dos dias en llegar á Suez. Su cargamento consistia en maderas, velamen y jarcias para los navios de Suez, en algunas anclas, cada una de las quales era llevada por quatro camellos, en barras de hierro, estaño, plomo; en algunos fardos de paños, y zurrones de cochinilla, en trigo, cebada, habas, &c. en piastras de Turquia, zequines de Venecia, y dahlers de Alemania. Todas estas mercaderias estaban destinadas para Gidda, la Meka y Moka, donde sirven para pagar las mercaderias venidas de la India, y el café de Arabia. Habia ademas gran cantidad de peregrinos, que preferian el camino del mar al de la tierra; y en fin ocupaban muchos vagages las provisiones necesarias, como el arroz, la carne, la leña y aun el agua, porque Suez es el parage mas falto de todas las cosas necesarias. Desde encima de los terrados extendiendo la vista por la llanura arenosa del norte y del oeste, ó por los peñascos blancos de la Arabia al este ó por el mar y el Mokatam hacia el sur, no se descubre ningun árbol, ni la menor verdura. Una arena amarilla, ó una Įlanura de agua cerulea, he aquí todo lo que ofrece á la vista Suez, y lo triste de este espectáculo se aumenta con las ruinas de los edificios. La única agua potable de las cercanias viene de El-Naba, esto es, la fuente ó manantial, situada a tres horas de camino sobre la ribera de la Arabia; es tan salobre, que solo puede tolerarse mezclándola con rum. El mar podia suministrar abundancia de peces y de ostras, pero los Arabes pescan poco y mal.

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Hay en Suez doce ó trece mezquitas, y varias de aquellas casas en que se toma café. El número de sus habitantes es muy corto; hay establecidos allí algunos comerciantes,

que tienen correspondencia con los del Cairo, y con los de varias ciudades de la Arabia, y hacen el comercio de la India con el Egipto. Se hallan tambien en Suez constructores de navios, y otros muchos artesanos: hay un gran okal ó almacen, donde se depositan las mercaderias: entre sus moradores se cuentan algunos Christianos Griegos, y no faltan algunos pescadores, y gente de marina. La escasez de víveres, la dificultad de proveerse de agua, y otros inconvenientes del mal gobierno de los Mamelucos hacian que la poblacion de Suez fuese muy corta; pero no tanto como pondera Volney, el qual dice, que quando se marchaban los navios, no quedaba en Suez mas que el Mameluco que la gobernaba, unas quince personas que formaban su familia, y la guarnicion.

Su fortaleza es un torreon sin defensa; los Arabes la consideraban como una ciudadela á causa de unos seis cañones de bronce de á quatro, y de dos artilleros Griegos, que para disparar, volvian la cabeza á otro lado. El puerto es muy malo, y las embarcaciones mas pequeñas no pueden abordar sino en la alta marea: sin embargo, allí se toman las mercaderias para conducirlas por los bancos de arena á los navios que estan surtos en la rada. Esta, situada á una legua de la ciudad, está separada por una playa descubierta en tiempo del refluxo; no tiene

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ninguna defensa, de suerte que se podia atacar impunemente á los veinte y ocho navios que conté en ella, y los navios son incapaces de hacer resistencia, pues cada uno de ellos no tenia mas que quatro pedreros tomados de orin. Cada año se disminuye su número, porque como navegan á vista de tierra por una costa llena de escollos, perecen siempre algunos. El astillero de Suez era muy poco propio para reparar estas pérdidas, pues necesitaban tres años para construir una embarcacion pequeña.

La administracion de las aduanas formaba en Egipto, como en las demas provincias de la Turquia, uno de los principales empleos del gobierno: el que la tenia era á un mismo tiempo administrador y arrendador general. Todos los derechos de entrada y de salida dependian de él : nombraba todos los subalternos que le parecia, para su percepcion: á esto añadia los privilegios exclusivos del natron de Terrané, de la sosa de Alexandria, de la casia de la Thebaida, y del sen de la Nubia; en una palabra, era el déspota de todo el comercio, y lo arreglaba á su arbitrio. En estos últimos años pagaba de arrendamiento unos cinco millones de reales; á esto se añadian las avanias ó peticiones extraordinarias, es decir, que quando Murad Bey necesitaba un par de millones, acudia al aduanero, el qual jamas se excu

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