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disciplina necesarias. Inglaterra ha sido el único país, en donde el sistema llamado "parlamentario"-que no hay que confundir con el sistema representativo en general-ha dado resultados satisfactorios, porque ahí han conquistado los partidos el terreno que ocupan, á fuerza de constancia y de disciplina durante una lucha de varios siglos contra la Corona. Trasplantado á otros países, ese sistema ha dado resultados poco satisfactorios, cuando no funestos. Funesta ha sido en efecto la administración de casi todas las asambleas que se han arrogado directa ó indirectamente el poder ejecutivo, de lo cual dan testimonio, la Convención francesa, el Congreso norte-americano en sus primeros años, las Cortes republicanas de España, etc., etc. Si en la Francia de nuestros días ha resultado defectuoso el parlamentarismo puro, ¿qué no su cedería entre nosotros, sin partidos organizados; aquí donde por desgracia se ha manifestado en política con demasiada frecuencia la inclinación al fraude y á la intriga; donde la discordia sale á luz con el menor motivo y la envidia suele ser un serio obstáculo á la disciplina? El resultado sería idéntico ó tal vez peor que en Chile, en donde las constantes crisis ministeriales entorpecen la administración pública de una manera deplorable, é impiden á los Gobiernos el seguir una po-. lítica consecuente y fecunda.

Al decretar nuestros constituyentes la independencia del Poder Judicial, dieron un gran paso por la vía del progreso; pero no fueron tan felices en las otras disposiciones, distintas por cierto de las de los Estados Unidos y conforme á las, cuales los Jueces de la Suprema Corte obtienen ese cargo por elección popular, no debiendo durar en él mas que seis años. Para que la Administración de Justicia responda á las exigencias de una sociedad realmente civilizada, es necesario que sea independiente, no solamente de los otros Poderes, sino de la política en general, y que sus ministros sean hombres instruidos y de reconocida moralidad. Ninguna de esas condiciones se obtienen fácilmente con el sistema que la Constitución establece, pues la elección popular liga la justicia á la política, induciéndola á prostituirse; mientras que los em

pleos á corto plazo son poco apropiados para atraer á los hombres más honrados é ilustrados de la nación.

Audacia parecerá tal vez y no pequeña, que una persona tan poco caracterizada como el autor de este insignificante estudio, emprenda la crítica de una obra, á la que han contribuido algunos de nuestros más eminentes hombres públicos. Hay sin embargo que considerar, que el historiador ó el sociólogo, aun cuando su inteligencia sea limitada y su instrucción incompleta, tiene la ventaja de analizar las cuestiones con más calma, imparcialidad é independencia de las influencias pasajeras, que aquellos que tomaron parte activa en la lucha política, y que vienen además en su auxilio los adelantos científicos y la experiencia adquirida en el transcurso de los años. Si conviniéramos en someternos incondicionalmente á lo que hombres superiores han discurrido con anterioridad, incu. rriríamos en el error fundamental de los pueblos mahometanos, que veneran en el Corán un Código universal é inmuta ble en vista de su origen considerado divino. En oposición á ese espíritu teocrático, se encuentra el criterio de nuestra civilización, conforme al cual el Estado tiene el carácter de un organismo, cuya continua transformación, es en un pueblo robusto, un incesante trabajo, hacia el perfeccionamiento. La organización social que constituye el Estado, además de variable, es en extremo complicada, de suerte que cuando un pueblo ha llegado á un estado de disolución tan completo, que se haga necesario reconstruirla sobre nuevas bases, implica esta operación un trabajo de tal naturaleza, que como dijimos en otra parte, ni el genio de un hombre, ni aun el de una asamblea, es capaz de llevarlo á efecto satisfactoriamente. La organización ó reorganización de una nación, tiene que ser el trabajo lento á que contribuyan, en mayor ó menor grado, aun inconscientemente, todos los hombres pensadores del país, ya sea como productores, como comerciantes, ó como hombres de ciencia; estudiando y discutiendo, comerciando, adquiriendo propiedad y defendiendo sus derechos, oponiéndose á los abusos, recogiendo, amoldando y propagando nuevas ideas, criticando errores, etc., etc. Del choque ó roce de

todas esas manifestaciones de la actividad humana, en busca, de la satisfacción de las necesidades de la vida, nace la opinión pública que establece los principios destinados á servir de base á la Constitución política; viniendo á ser ésta en consecuencia, en su desarrollo natural, la suprema expresión del trabajo moral é intelectual del pueblo en sus relaciones sociales y en su conjunto histórico de sucesivas generaciones.

CAPITULO V.

REVOLUCION Y REFORMA.

El completo fracaso de la revolución encabezada por Haro y Tamariz y el Cura de Zacapoaxtla, á la cual había dado una fuerza inesperada la traición de Severo del Castillo, no había sido suficiente para someter á los reaccionarios; antes bien cobraban éstos constantemente nuevo aliento, con la excesiva generosidad de Comonfort, que inducía á éste, después de cada triunfo á perdonar á los sublevados, incluyendo hasta á los mismos oficiales que, faltando á su palabra, se habían adherido á la revolución. Apenas tres meses tenía de establecida la tranquilidad pública, cuando ya se había descubierto una nueva conspiración, en la cual figuraban, al lado del General Díaz de la Vega y de otros jefes militares, el Canónigo Cadena y el Padre Zubeldía. Como el destierro fuera la única pena que se impuso á éstos trastornadores del orden, no faltaron naturalmente otras personas que los sustituyeran inmediatamente, distinguiéndose entre ellas el Padre Miranda, que fué el alma del Directorio conservador que se formó hacia el mes de Septiembre de 1856, en la Ciudad de México, desde donde había de lograr por desgracia, encender la guerra civil en varios puntos de la República.

El primer efecto palpable de las maquinaciones de los conservadores, fué la sublevación de Tomás Mejía en la Sierra Gorda y la ocupación de la Ciudad de Querétaro, por las fuerzas de ese jefe reaccionario, acaecida el día 13 de Octubre. Más

grave fué aún el pronunciamiento de la guarnición de Puebla en la noche del 19 al 20 de Octubre á instigación de los coroneles Orihuela y Miramón, siendo el primero de esos jefes uno de los que Comonfort había perdonado en la anterior revolución. Para completar el desorden producido por esos movi mientos revolucionarios, se había sublevado Vicario en Guerrero, mientras que el coronel revolucionario Osollo recorría los llanos de Apam con 600 caballos. Con grande esfuerzo logró levantar el Gobierno un nuevo ejército que, á las órdenes del General Tomás Moreno marchó sobre Puebla, forzando á capitular esa plaza, después de una terrible lucha, el día 3 de Diciembre. Los jefes de la revolución se habían puesto, como de costumbre, en salvo antes de que la ciudad se entregara y Miramón logró seguir ocultándose con buen éxito; pero Orihuela cayó en manos del General Pueblita, el cual lo mandó pasar por las armas, antes de que hubiera tiempo para que llegara el indulto de Comonfort.

No bien había sido destruído el núcleo revolucionario en Puebla, cuando ya la incansable actividad del Directorio conservador en México, sirviéndose de la incorregible venalidad de los oficiales del ejército, había logrado que la guarnición de San Luis Potosí se pronunciara contra sus jefes, los generales Rosas Landa y Echegaray. A someter á esos revolucionarios, á quienes se habían unido Mejía y Osollo con sus respectivas fuerzas, mandó el Gobierno al general Parrodi con los contingentes de Jalisco, Zacatecas y Guanajuato, logrando éste obtener un completo triunfo á inmediaciones del Cerro de la Magdalena en el Estado de Querétaro. Este triunfo se obtuvo el día 7 de Febrero de 1857, es decir, dos días después del solemne juramento de la nueva Constitución, por el Presidente de la República y los diputados al Congreso constituyente.

Con el triunfo de la Magdalena, se creyó una vez más, que el partido conservador había quedado definitivamente vencido; pero.no fué así, pues aun cuando renunciara por lo pronto á la lucha á mano armada, empezó ahora á combatir al Gobierno en otro terreno. Resuelto, como estaba, á desistir de

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