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propaga y de los errores políticos á que necesariamente tiene que conducir. Así es como, teniendo en vista el espíritu verdaderamente liberal y científico que ha inspirado la antes mencionada convocatoria, me he dedicado con empeño al presente estudio histórico-sociológico, procurando proceder en tan difícil é interesante trabajo, con la despreocupación y equidad que el caso requiere, á fin de llegar á conclusiones, que contribuyan realmente á ilustrar nuestro criterio y á ir aumentando los conocimientos de las complicadas y poco conocidas leyes, que vienen determinando nuestro desarrollo político y social y que seguirán necesariamente ejerciendo su influencia en nuestros futuros destinos.

Hecha esta breve manifestación, me será permitido someter el presente estudio al fallo de la honorable Comisión Nacional del Centenario de Juárez en primer término, y llegado el caso al de mis estimables conciudadanos en general.

México, Noviembre de 1905.

CAPITULO I.

SANTA ANNA Y EL PLAN DE AYUTLA.

Fatigada hasta la postración, exangüe, decepcionada, sin confianza en sus hombres públicos, ni fe en lo porvenir, incapaz de concebir un ideal á que aspirar, la República Mexicana, tras una época de más de cuatro decenios de cruel y constante lucha fratricida y de sangrientas guerras con el extranjero, había llegado al extremo de consentir de nuevo en entregarse al hombre funesto, que ya repetidas veces la había engañado con tanta astucia como perversidad, haciéndole vislumbrar la prosperidad para explotarla, ofreciéndole la libertad y la grandeza, para traicionarla y halagándole para deshonrarla. Así pudo suceder, que el día 1o de Abril de 1853 desembarcara Don Antonio López de Santa Anna, después de un merecido destierro de varios años, en las playas mexicanas, dirigiéndose inmediatamente á la capital de la República, en donde fué recibido, como un redentor por sus partidarios, con marcado disgusto por los hombres políticos honrados y previsores y con resignada indiferencia por la mayor parte de las clases productoras de la sociedad.

Santa Anna no tenía en realidad más programa que el que le dictaba su insaciable codicia, que iba acompañada de una torpe y desmedida vanidad. Habiéndole ofrecido el partido conservador apoyarlo en el gobierno con el carácter de dictador, fué con ese partido con el que contrajo alianza, aceptando sin escrúpulo las condiciones de conservar intactos los

caducos derechos y los enormes bienes de la Iglesia, así como los fueros é inmunidades de que gozaban el clero y los militares. ¿No eran acaso el clero y el ejército las dos únicas fuerzas organizadas y por lo tanto capaces de sostener la dictadura? En esto apenas parecía haber lugar á duda y en cuan⚫ to á la llamada opinión pública ¿no era vana ilusión suponerle fuerza real apreciable, en vista de que no representaba más que un círculo reducido de personas? La masa del pueblo trabajador, compuesta en su gran mayoría de indios y mestizos, se encontraba en la más deplorable ignorancia y contenta con su suerte, siempre que pudiera contar con su miserable jornal y con la distracción de las fiestas religiosas, en que nunca faltaban las bebidas embriagantes y los fuegos artificiales. Aspiraciones políticas no tenían esos hombres incultos, y con la indiferencia ó estoicismo característicos de la raza, peleaban por uno ú otro partido, en las contiendas civiles. Sobrepuestos á esas masas ignorantes, se encontraban, además del clero, los grandes propietarios, que ocupaban la parte más rica y extensa del territorio que no pertenecía á la Iglesia, de suerte que los pequeños propietarios, que siempre han constituído la principal fuerza de las naciones, se encontraba en reducidísimo número. A juicio del Dictador, los grandes propietarios rurales eran aliados naturales del clero, con auxilio del cual podrían explotar mejor á sus jornaleros, quedando reducida de esta suerte la parte del pueblo amante del progreso y capaz de llevar á efecto una revolución regeneradora, á unos cuantos pequeños propietarios y á los abogados, médicos, pequeños comerciantes y artesanos. Había sido esta sin duda la causa por la cual hasta entonces las revoluciones tuvieran siempre su origen en el descontento ó ambición de los militares y no podía en consecuencia dejar de parecer á un ambicioso vulgar como Santa Anna, que lo esencial era mantener contento al clero y al ejército, aun cuando se prescindiera de todo progreso político, económico ó moral.

Tales fueron las consideraciones que guiaron á Santa Anna en su nefasta obra y conforme á ellas pretendió reorganizar la sociedad, que por aquella época corría riesgo de disolver

se. "Desde que amanece hasta que anochece," decía un viajero extranjero de aquella época "se oye en México el sordo redoble de los tambores, el agudo toque de los clarines y el destemplado repique de las campanas, como signos patentes del régimen religioso-militar que oprime al desgraciado pueblo de esta llamada república."

En extremo triste era en efecto esa situación, que de haberse prolongado, hubiera conducido á la nación á su completa ruina ó á la pérdida de su independencia, conforme á lo que era entonces la opinión general. Afortunadamente había más fuerza y resolución en la clase media, que la que se le había atribuído, no obstante su insignificancia numérica: entre los grandes propietarios hubo muchos resueltos á sacrificar sus intereses en beneficio de la patria, y entre los mismos militares los hubo que prefirieron luchar por los eternos principios de libertad y de justicia, que no por sus privilegios y mal entendido orgullo de clase. Así se explica, que año y medio después del pronunciamiento de Jalisco, que elevó á Santa Anna, ya la nación hubiera cobrado de nuevo bastante aliento para acoger con favor una nueva revolución.

El Plan de Ayutla proclamado el día 19 de Marzo de 1854,. no se distinguía ni por su originalidad, ni por lo elevado de sus conceptos, ni por el prestigio de sus autores y sin embargo, se cuentan los resultados que obtuvo entre los de mayor trascendencia en nuestra historia. Después de los considerandos usuales en la ya demasiado vasta literatura revolucionaria dicho Plan decía como sigue:

1o Cesan en el ejercicio del poder público Don Antonio López de Santa Anna y los demás funcionarios, que como él, hayan desmerecido la confianza de los pueblos, ó se opusieren al presente plan.

2o Cuando éste haya sido adoptado por la mayoría de la nación, el general en jefe de las fuerzas que le sostengan, convocará un representante por cada Estado y Territorio, para que reunidos en el lugar que estime conveniente, elijan al presidente interino de la república, y le sirvan de consejo, durante el corto período de su encargo.

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3o El presidente interino quedará desde luego investido de amplias facultades para atender á la seguridad é independencia del territorio nacional, y á los demás ramos de la administración pública.

4o En los Estados en que fuere secundado este plan político, el jefe principal de las fuerzas adheridas, asociado de siete personas bien conceptuadas que elegirá él mismo, acordará y promulgará, al mes de haberlas reunido, el Estatuto provisional que debe regir en su respectivo Estado ó Territorio, que la nación es y será siempre una, sola, indivisible é independiente.

5o A los quince días de haber entrado en sus funciones el presidente interino, convocará al congreso extraordinario, conforme á las bases de la ley que fué expedida con igual objeto en el año de 1841, el cual se ocupe exclusivamente de constituir á la nación bajo la forma de república representativa popular, y de revisar los actos del Ejecutivo provisional de que se habla en el art. 2o

6o Debiendo ser el ejército el apoyo del orden y de las garantías sociales, el gobierno interino cuidará de conservarlo y atenderlo, cual demanda su noble instituto, así como de pro teger la libertad del comercio interior y exterior, expidiendo á la mayor brevedad posible los aranceles que deben observarse, rigiendo, entre tanto, para las aduanas marítimas, el publicado bajo la administración del Sr. Cevallos.

79 Cesan desde luego los efectos de las leyes vigentes sobre sorteos y pasaportes, y la gabela impuesta á los pueblos con el nombre de capitación.

89 Todo el que se oponga al plan, ó que prestare auxilios directos á los poderes que en él se desconocen, será tratado como enemigo de la independencia nacional.

9o Se invita á los Exmos. Sres. generales D. Nicolás Bravo, D. Juan Alvarez y D. Tomás Moreno, para que puestos al frente de las fuerzas libertadoras que proclaman este plan, sostengan y lleven á efecto las reformas administrativas que en él se consignan, pudiendo hacerle las modificaciones que crean convenientes para el bien de la nación.

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