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fuera de los curas,y treinta de Evangelio, y otros treinta de Epístola, fuera de otros muchos de menores órdenes, que padecen de mucha necesidad por no haber doctrinas que darles, en razón de estar ocupadas por frailes, muchas de ellas, como está dicho atrás, que ha de ser causa de ir con mucho tiento en hacer órdenes, como lo he hecho hasta ahora, porque no se vean en necesidad ni anden mendigando.

29.En las condenaciones que he hecho en las visitas, no se ha aplicado ninguna cosa para mí ni llevado nada, y á los indios que se han confirmado no he consentido que me ofrezcan candelas ni plata, ni traigan vendas, sino de mi hacienda se han puesto las candelas y vendas, que todo ello me valiera mucha cantidad, en razón, de tanto número de indios, como se ha hecho bien de ver y de dar á entender, deseando todos los naturales tengan mucho contentamiento y no entiendan se les lleva algo por la administración de los santos sacramentos.

30. De mi hacienda se ha distribuído de limosnasdespués que entré en este arzobispado, hasta ahora cien, to cuarenta y tres mil trescientos cuarenta y cuatro pesos y cuatro reales desde el año 84 hasta el 97, fuera de otras que se han repartido, á Dios sean dadas las gracias, por quien sólo esto se hace, en edificación de los prójimos, procurando darles buen ejemplo y animándolos á lo mismo.- TORIBIO, Arzobispo de la ciudad de los Reyes.- Ante mí, Diego Morales, Notario Público.

Muerte y funeral de santo Toribio

I

ÚLTIMOS MOMENTOS DEL SANTO

L 23 de marzo de 1606, entre tres y cuatro de la tarde, jueves santo, á los 69 años de edad y á los casi veinticinco de arzobispado, murió don Toribio Alfonso Mogrovejo, en el pueblo humildísimo de Saña, ó villa de Santiago de Miraflores (1).

Se hallaba el santo Arzobispo al concluir su tercera visita pastoral cuando fue asaltado por los primeros síntomas de la enfermedad que lo llevó á la tumba. Dice León Pinelo que apenas salió del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, de religiosos agustinos, en el valle de Pacasmayo, "se sintió con calentura, y con ella prosiguió el camino, y visitó los pueblos de Chérrepe y Reque, algo de prisa, porque se sentía cada día más indispuesto, y llegó mortal á Saña". Y continúa: "Reconociendo don Toribio que le llegaba la hora, aunque dio lugar á que se curase el cuerpo, atendió á dis

(1) Dicen sus historiadores que algunas señales en el cielo anun. ciaron esta muerte, que tan llorada había de ser.

poner su alma. En Reque le ordenó el médico'que comiese carne, y por ser cuaresma lo rehusó cuanto pudo; pero viendo que también era en esto mérito la obediencia, se redujo á ella, y mandó se sacase licencia del Licenciado Francisco Guisado, que era el Cura. Y parece era esto el martes santo, porque conforman los testigos, en que sólo comió carne como tres días antes que muriese".

En Saña se apeó el Arzobispo en la posada del Cura, que era el Licenciado don Juan de Herrera Sarmienta. Allí recibió noticia de su muerte. El citado Pinelo, refiere que don Toribio solía contar de cierto caballero muy virtuoso que había prometido albricias al que le avisase que se moría. Y así habiéndole deshaucia do el médico, el Licenciado Juan de Robles, su capellán, entró al aposento del bendito Prelado,y le dijo, si se acordaba de ésto. Y respondióle que se acordaba muy bien, y prosiguió el capellán: "Pues yo le doy á US. I. estas albricias, porque el médico dice que se muere sin falta”. Y levantando los ojos y las manos al cielo, el siervo de Dios dijo: Laetatus sum in his, quae dicta sunt mihi, in domum Domini ibimus.

Toribio, en pago de esta buena nueva, hizo repartir entre sus criados las pocas alhajas con que se hallaba,porque dinero no llevaba consigo ninguno (1). Y después de otras disposiciones que también hizo, conociendo que ya le llamaba el Señor, pidió le llevasen á la iglesia, y en un rincón de ella pusiesen una cama, tan humilde como la suya, para recibir allí el Santísimo Sacramento por viático, porque se hallaba indigno de

(1) Dispuso se repartiesen á los pobres del corregimiento de Saña lo que se le debiese de su renta, el menaje de su casa y el valor de su pontifical. De sus alhajas se conserva hasta el día en la capilla de Santo Toribio de Saña, una rica custodia con la mitad del brazo izquierdo del Santo, la esposa de esmeraldas con brillantes y el pectoral de piedras finas.

que Dios le fuese á visitar á su casa. Así se ejecutó, derramando en este acto devotísimas lágrimas.

Vuelto á su aposento suplicó que le diesen el último de los Sacramentos, y para ello mandó que mirasen lo que el Pontifical ordenaba en aquella hora, y viendo que le hojeaban, lo pidió y señaló lo que habían de leer. Recibió la unción sagrada haciendo infinitos ac. tos de contrición. Repitió dos ó tres veces la profesión de la fe. Frecuentaba las palabras del Apóstol: Cupio dissolvi et esse tecum. Viendo llorar á sus criados, los consolaba, con que Dios los remediaría á todos. Y aquella mañana rezó con su capellán todas las horas canónicas y sus otras devociones. Siendo ya mediodía, dijo á los que lo asistían que se fuesen á comer, que lugar había para que volviesen á acompañarle en la muerte. Salié. ronse á la antesala, y á poco rato oyeron que decía: "Ya te he dicho, que eres muy importuno; véte, que no tienes que esperar aquí". Con lo cual volvieron á entrar los religiosos y criados, y el santo varón, que según sus palabras, había tenido alguna batalla con el enemigo común, les dijo, que no le dejasen, porque se llegaba el tiempo de su partida.

Asistíale el Licenciado Pascual Peroche de Argenda, su Visitador y Confesor, que después fue Canónigo y Dignidad de los Charcas, y sus capellanes y algunos religiosos, y entre ellos Fr. Jerónimo Ramírez, Prior de San Agustín, que parece era músico de arpa. Díjole el mencionado Toribio, que mandase por ella y que le cantase á medio tono el salmo Credidi, que escuchó con los ojos clavados en un santo crucifijo, y volviéndolos á veces á un retablo que tenía de los apóstoles san Pedro y san Pablo, hizo otra vez la profesión de fe, y mandó que le cantasen el Credo, y á Fr. Jerónimo Ramírez, que le cantase con el arpa el salmo In te Domini speravi. Y llegando al verso In manus tuas, dio el alma á su Criador, habiendo estado con su habla y en todos sus sentidos, casi hasta que espiró.

II

DESCRIPCIÓN DE SU MUERTE

De la Carta Pastoral que el Iltmo. y Rmo. Monseñor Manuel Tovar, actual Arzobispo de Lima, dirigió al elero y fieles de su diócesis, el 1.° de enero de 1906, es la brillante página que sigue, la mejor descripción quizá que se haya escrito de la gloriosa muerte de Santo Toribio:

"La muerte de Santo Toribio no fue vulgar. Sus antecedentes, el lugar en que se realizó y las circunstancias que la acompañaron la convierten en un verda. dero triunfo, en una gloriosa apoteosis.

Anciano y enfermo, emprende, sin embargo, á principios de 1606, su tercera visita pastoral.

Vé á morir, ¡ilustre atleta de Jesucristo! lejos de tu pueblo, pero, con las armas en las manos, peleando las batallas de Señor; vé á morir, en una villa lejana y casi ignorada, como si tu humildad y tu pobreza quisieran huir de la pompa y magnificencia con que la Iglesia rodea los funerales de los obispos.

Agobiado de fatiga, consumido por la fiebre y ya imposibilitado de tenerse en pie, llegó nuestro Santo, en el curso de esta última visita, al pueblo de Saña, el martes de la semana mayor. Aunque era rigurosa la abstinencia de estos días, comió carne, por obedecer al médico, á semejanza de San Ignacio de Loyola. El miér coles, se declaró la enfermedad irremediablemente mortal. Sabedor de su próxima muerte, exclamó, con la más pura alegría, en el corazón y en el semblante: "Me regocijo de ir, en breve, á la casa del Señor" (1).

(1) Salmo 121, v. 1.

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