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Fue comisionado para la fundación de Saña por or den del Virrey, el Corregidor y justicia mayor de Trujillo, Licenciado Diego de Pineda, que la levantó á los 6°45'(1). En el mismo año de 1563 con motivo de la sublevación general de los indios del Norte, el Virrey citado, separó de la provincia de Trujillo el partido de Saña, erigiéndola en provincia aparte, á la que poco después el Virrey Toledo incorporó el partido de Chiclayo (2).

Trascurría el tiempo y Saña capital de los quince pueblos que forman su corregimiento fue progresando notablemente. Situada en un fértil valle, residencia de nobles y acaudalados españoles, con un progreso no interrumpido de 123 años, Saña parecía destinada á ser en el porvenir un centro de cultura y de riquezas; pero fatalmente en 1686, época en que los piratas asolaron las costas del Pacífico, Eduardo David, que desembarcó por Chérrepe, único puerto que existía en el litoral de este Departamento, atacó y sorprendió la villa el 4 de marzo y permaneció en ella siete días robando tem. plos y casas con notable perjuicio de la población (3,) desgracia que agregada á la que había sufrido la ciudad con motivo de la muerte de Santo Toribio el 23 de marzo de 1606, dió lugar á que se deploraba trasladándose muchos de sus habitantes á las ciudades de Trujillo y Lambayeque.

Pasaron 34 años del memorable saqueo de los pira. tas, y Saña recuperada de sus riquezas perdidas continuaba acrecentando su afamada florecencia. Pero vino

(1) Cárlos A.Velarde Canseco "Memoria que el Prefecto del Departamento de Lambayeque presenta al Supremo Gobierno. Lima mprenta del Estado 1902.

(2) Tadeo Haechs fragmento intitulado Saña y Lambayeque, publicado en "La Tarde" de número 13 (1901).

(3) F. Villareal "Excursión al río Lambayeque". Revista de Ciencias. Tomo 3.", pag. 353 y de las relaciones de los Virreyes. 2. pág. 313.

el 15 de marzo de 1720 y la hermosa villa, la lujosa residencia de españoles y criollos; la nueva Potosí dej Norte; la extensa ciudad que se enorgullecía con los siete soberbios templos que guardaba denominados “La Matriz", "San Agustín", "San Franciseo", San Juan de Dios", "Santo Toribio" (1) y "Santa Lucía" (donde en la actualidad existe el cementerio parroquial de Saña), se vió arrazada y destruída en menos de cuatro horas por una formidable y horrorosa inundación que principió entre cuatro á cinco de la mañana, que todo lo arrastró en su corriente, sepultando bajo sus ruinas y escombros su progreso y nombradía, según testimonio de esa ruina, expedido por el Escribano público y de Registros don Antonio de Ribera, su fecha en el cerrillo que llama de la "Horca", inmediato á Saña, en 18 días del mes de marzo de 1720, y cuya copia legalizada por Juan N. Trelles, notario de Lambayeque, se guarda entre los papeles antiguos del Juez de 1a Instancia de la provincia de Lambayeque Dr. Benjamín F. Burga, quien ha tenido la amabilidad de proporcionárnosla para sacar de ella el siguiente traslado:

"Yo Antonio de Ribera natural y vecino de la ciudad de Saña y Escribano Público, minas, registros, y Real Hacienda en ella y sus jurisdicciones por su Majestad: certifico, doy fe y testimonio de verdad en que puedo y ha lugar, conforme á derecho, á los mortales que le vieron, que el viernes que se contaron 15 del presente mes de marzo y año de 1720 como de las 4 á 5 de la mañana, fue Dios Nuestro Señor servido de manifestar su justicia en los vecinos moradores y habitantes que vivíamos, estabamos y residíamos en dicha ciudad; pues al caso de haberse experimentado en ella, repeti

(1) J. T. Polo "Apuntes sobre Trujillo y sus obispos" de la colección de Odriozola, tomo X, pág. 347.

dos y grandes aguaceros desde el día 1o de dicho mes, sucesivamente, el dicho día 15 creció y salió de su madre y caja el río que pasa inmediato á dicha ciudad, con tanta velocidad y poder á la hora que llevo expresada, y se entró con tal ímpetu y abundancia por todas las boca calles que miraban y salían á él y entraban al centro del lugar, que si no ha permitido Dios Nuestro Señor se sintiese y viese semejante castigo aún sin haber amanecido, perecen los más moradores que se hallaban en dicha ciudad; pero su Divina Majestad no lo queriendo así, nos avisó de su justificada justicia con el grandísimo ruido que el mismo río hizo cuando se desaforó, motivo de que todos desampararon sus casas y habitaciones con la aceleración, ligereza, espanto y dolor que se deja entender; sin poder sacar ni librar más caudal ni abrigo que aquel con que se hallaron encima, y se encaminaron, gua rnecieron y libraron de este peligro en un alto, loma ó cerrillo que está muy inmediato á dicha ciudad, que á no ser así y permitir Dios manifestar la luz del día, de suerte que pudieron ver por donde andaban y se encaminaban, lo cuentan pocos de los que experimentaron tan lamentable trabajo, por que aún con no haber perdido ningún tiempo en huir de él, se libraron y salieron á dicho cerrillo ó alto, unos, con el agua á medio cuerpo, otros, á la garganta y otros á nado; y muchos no lo pudieron hacer por enfermos ó que emperezaron, se queda ron y guarecieron en el centro del lugar en muladares muy altos, en árboles ó maderos; de suerte, que, siendo así y como llevo dicho, empezó á entrar el agua á la ciudad como á las 4 ó 5 de la mañana; á las 6 ya corría en gran abundancia y velocidad por la plaza pública y todas las calles de su traza, y desaguaba y salía por las otras boca calles, atravesando, derribando y asolando todas cuantas casas de vivienda tenía y de que se componía dicha ciudad, sin reservar ni dejar en pie más fábrica que la Iglesia

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