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su patrocinio, y llamándole inefablemente, Padre, Pastor y Santo, le acompañaban muchas leguas.

́Llegando ya cerca de la ciudad de Lima, creció el acompañamiento de modo que no parecía, según la gran frecuencia de naturales y españoles, que caminaba la litera por el campo, sino por la ciudad. Fue inmenso el concurso de la gente que á dos leguas y más de aquella nobilísima población salió con hachas y cirios á recibirle, Cuando vino á hacer la entrada parecía su acompañamiento procesión, según la multitud de personas y de luces que asistían y veneraban su sagrado cuerpo. Las calles y las ventanas estaban llenas de gente que desahogaban su dolor y sentimiento con aclamarle Santo Arzobispo.

Así llegó á la iglesia de Santo Domingo, donde le tenían dispuesto un majestuoso túmulo, en que pusieron la caja que guardaba el estimable tesoro de sus reliquias. Si las guardias no le defendieran los dos días que allí estuvo, le hubiera hecho pedazos la devota ambición de los muchos que codiciosos solicitaban alguna parte de su cuerpo para medicina eficaz de todas las enfermedades. Pasado este tiempo, con solemnísimo concurso de todas las Religiones, de la clerecía, de la Real Audiencia, (que entonces gobernaba por muerte del Virrey Conde de Monterrey) y de todos los demás tribunales y nobleza, con pompa funeral, y con la ostentación que pedía un acto tan grave, fue conducido el precioso y venerable cuerpo á la Iglesia Metropolitana.

Allí, habiéndole hecho las honras de cuerpo presente (1), celebró la feliz memoria de sus virtudes eld oc

(1) Cantó la Misa el obispo de Santiago de Chile, D. Fray Juan Pérez Espinoza. En el Archivo arzobispal hay un cuaderno en folio, manuscrito, de 24 fojas, en que se anotaron las órdenes confe

tor don Pedro Muñiz, De án de aquella insigneCatedral, con una elegante oración, en que no tuvo parte la lisonja, quedando sí muy cortos las más dilatadas hipérboles del encarecimiento. Después se depositó en una capilla particular, mientras debajo del altar mayor se acababa una bóveda que se estaba labrando (1). Al tiempo de pasarle desde el túmulo á la sepultura, viendo aquel gran concurso de pueblo, que ya se le ponía para siempre su sol, renovaron los llantos y las voces, llenando toda la capacidad de aquel gran templo de lágrimas y suspiros. Fue una dolorosa confu. sión que enterneciera los más duros pedernales, la que aquel día explicó la pena de la muerte de este gloriosísimo Prelado, porque, como al sepultarle se desesperaba ya el triste consuelo de mirarle, todos los ojos se dedicaron á llorar aquel amado objeto que ya no podían ver".

ridas por éste en Lima, de marzo á julio de 1607, habiendo ese Prelado ejercido el pontifical, en la sede vacante de santo Toribio, con autorización del Cabildo.

Secretario del señor Pérez de Espinoza aparece Jerónimo Martínez de Salvatierra, que escribió ese cuaderno, que se conserva en perfecto estado.

Las órdenes se verificaron en la Catedral, la Concepción, la Trinidad, la Encarnación, la Soledad, San Francisco y la Capilla del Noviciado de San Francisco, en trece distintos días.

Entre los ordenados, además de don Feliciano de Vega, figüran: El Oidor de la Audiencia de Lima, Dr. Fernando Arias de Ugarte, después Arzobispo, ordenado con reverendas del Arzobispo de Santa Fe de Bogotá, de subdiácono, el 10 de marzo; el 13 de marzo: y de misa, el 14 de abril.

(1) Se acabó en el año 1622 y allí fue sepultado, en una urna, por su sucesor el Iltmo. señor Lobo Guerrero.

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El supuesto memorial á Su Santidad..........
El incidente del Cercado......

Litigios de Santo Toribio con el Cabildo Ecle

siástico.........

Un desaire inmerecido....

La Iglesia de Lima en el año de 1598........

Muerte y funeral de Santo Toribio..

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Noticias sobre la villa de Saña........

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La sede vacante........

El cadáver de Santo Toribio..

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