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ranos derechos, aunque para ello fuese necesario derramar la sangre, y sacrificar sus vidas.

I

Digámoslo de una vez, y con mas alusion al tema que nos hemos propuesto en ésta Pastoral. Todos creyéron que con sola esta obra habiamos sembrado en el vasto campo de nuestra Diócesis, y aun en el de todos los Reynos del mundo una semilla preciosa, que á poco tiempo, y sin mucho trabajo 1 rendiria el fruto centuplo del amor y de la obediencia á las potestades sublimes el de la abundancia y felicidad de las Monarquías, y el de la union y mutua caridad entre los mismos vasallos. Así lo pensabamos, amados hijos, y así tal vez lo habreis pensado vosotros desde que os remitimos el dicho Catecismo para instruccion y enseñanza de vuestros feligreses. Pero ¡ah! que durmiendo unos y otros sobre el lecho У almohada de esta seguridad tan bien fundada, se nos avisa por los verdaderos siervos, y fieles Ministros del grande Padre de familias, que un hombre enemigo ha pensa

2

I D. Luc. c. 8.
v. 8.

2

Matth. c. 13. v. 27.

I

do ó piensa sembrar la perniciosa zizaña en el mismo campo donde nosotros hemos sembrado el grano precioso y escogido. Es decir nos avisan que un espíritu fuerte, y del número de aquellos á quienes el Apostol San Pedro llamaba atrevidos, vanos, blasfemos, sectarios y despreciadores de toda dominacion ó potestad, ha pensado, ό piensa en impugnar ó combatir con la pluma los principios de fe, máxîmas sagradas, y razones poderosas con que nosotros en el citado Catecismo establecemos las obligaciones que todo buen vasallo debe á su Rey y Señor, sin que en esto pueda tener otra intencion, que la depravada de introducir, si pudiese, en estos Reynos, y aun en toda la christiandad la zizaña del error, de la division, de la libertad, de la independencia y de la irreligion; y la de atraer á su partido, si le fuese posible, toda, ó la tercera parte de las estrellas, para que dexando el lugar y órden en que las pusiéron Dios y la naturaleza, nieguen la obediencia á los Soberanos, que hacen las veces de Dios

D. Petr. ep. 2. c. 9. v. 14.

en la tierra. ¡Ah! Dios quiera que no sea así, y que sus intenciones sean disipadas, y sus huesos consumidos en castigo de su soberbia y temeridad, y para escarmiento de los que levantan la voz, y ponen su maldiciente boca en el cielo de la Magestad.

y

I

Poco ó ningun miedo tendriamos á este enemigo, no tanto nuestro, como del Dios de Israel, y de la Religion de nuestros padres, si frente á frente, por lo claro, y á vista y presencia de su pueblo y del nuestro, de nuestra nacion, y de la suya, aun quando en ella sea tenido decantado por el Goliath de los espíritus fuertes, quisiera entrar á la pelea con este pequeño David, Pastor y Arzobispo de Charcas, el menor de los hijos de Isai, y el ínfimo y mas indigno de todos nuestros hermanos. Porque confiando, no en nuestra sabiduría, ni en la sublimidad de nuestras palabras, sino en la sabiduría y poder de aquel mismo Señor, que sacándonos del retiro y soledad del claustro, se dignó poner en nuestras manos el báculo Pastoral, y fiarnos el gobierno

I Psalm. 72. v. 9.

de estas sus provincias, estamos ciertos que nos sobrarian hondas, piedras y razones para vencerlo, convencerlo, postrarlo en tierra, y cortarle la cabeza con su propia espada.

En efecto, amados hijos, entre las muchas que se hallan en el torrente clarísimo y purísimo de las santas Escrituras, tenemos prevenidas y á mano cinco limpísimas y escogidísimas para el apoyo y defensa de quantas verdades hemos establecido en nuestro Catecismo, las mismas que os rogamos tengais tambien á mano, y prevenidas para tirarlas en derechura á la frente de este gigante, monstruo incircuciso é insultador del pueblo de Dios, valiéndoos á este fin de la honda de la predicacion, de la enseñanza pública, de las instrucciones privadas, y aun de las conversaciones familiares. Ved-las aquí no mas que en compendio, reservándonos para tiempo mas oportuno hacer sentir todo su peso y fuerza, y el darles toda la claridad y extension de extension de que ellas

son capaces.

La primera piedra nos la ofrecen los dos

libros del Paralipomenon,

Ι

diciéndonos el

1 Paralip. I. c. 28. v. 5.

es

I

Rey David en el primero: Dios ha elegido á mi hijo Salomon para colocarlo en el trono en que reyna el Señor sobre Israel: y repitiéndonos en el segundo la Reyna Saba: 1 Salomon se sentó sobre el trono del Señor. Y si el trono de Salomon, hombre terreno y mortal como todos los demas Reyes de la tierra, , y se llama trono de Dios, bien se ve, que el origen de los tronos, de los imperios y de los Reyes, sean los que fueren, christianos ó gentiles, católicos ó hereges, buenos ó malos, no es puramente humano, sino la misma Divinidad, y que Dios mismo es quien los destina, coloca y establece sobre el trono, para que, como Salomon sobre el suyo, 2 bagan juicio y justicia, gobiernen y manden sobre los pueblos que ha puesto á su cargo. Razon por que dixo San Agustin : La potestad de dar los Imperios y los Reynos, no la atribuyamos sino al Dios verdadero, que da el Reyno del cielo solamente á los buenos, y el Reyno de la tierra lo da á los buenos y á los malos, segun es

I Paralip. 2. c. 9. v. 8.
2 Psalm. 71. v. 1.4. et seq.

3 D. August. lib. 5. de Civit. c. 21.

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