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dre, María Cortes, habia nacido en Mcdellin, patria del conquistador de Méjico.

"Acababa yo de cumplir veintidos años cuando tuve noticia de que se preparaba una gran espedicion al Perú. Deseoso de ganar gloria i fortuna me alisté en ella, i bajo las órdenes del marques de Cañete don Andres Hurtado de Mendoza, quien habia sido nombrado virrei de aquel pais, partí de Sanlúcar de Barrameda en el mes de octubre de 1555.

"Recibido el marques del gobierno del virreinato, supo que el reino de Chile se hallaba sin cabeza que lo mandara. Dos caudillos se disputaban la preeminencia: Francisco de Villagran i Francisco de Aguirre. Desgraciadamente, el primero de ellos habia sufrido una gran derrota en Marigüeñu.

"El virrei creyó entonces que la manera mas eficaz de poner fin a las desgracias de Chile era enviar a su propio hijo, don García Hurtado de Mendoza, mozo que aún no contaba veintidos años de edad; i en efecto, a mediados de 1556, le estendió los despachos de gobernador i capitan jeneral.

1557-1561.

Gobierno de Hur- "Formóse en Lima un lucido i numeroso tado de Mendoza. ejército, pues se juntaron trescientos jinetes, ciento cincuenta spldados de infantería, mas de quinientos caballos i abundante provision de armas, municiones i pertrechos. Me apresuré a alistarme entre los infantes de este nuevo ejército, i desde entónces he servido sin sueldo, como soldado, durante mas de catorce años (3).

"Los jinetes partieron por los caminos de tierra. Los infantes nos embarcamos en tres naves, las cuales zarparon del puerto del Callac a 2 de febrero de 1557. Con nosotros iba el gobernador Hurtado de Mendoza.

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Despues de cerca de tres meses de navegacion llegamos al puerto de Coquimbo, donde permanecimos dos meses completos. En este tiempo, nuestro jefe se ocupó en hacerse reconocer como gobernador del reino, i, despues de apresar a Villagran i a Aguirre, a quienes envió al Perú, en prepararse para la campaña contra los araucanos.

"Don García estaba anhelante por encontrarse con estos fe

(3) Esta relacion solo llega al año de 1571.

roces enemigos, i, aunque no le habian faltado consejeros que trataron de disuadirlo de realizar su viaje en el invierno, dió órden de levar anclas con rumbo directo a Concepcion, con fecha 21 de junio.

"La travesía fué mui penosa. Una tremenda tempestad estuvo a punto de hacernos zozobrar; pero, merced a la habilidad de los pilotos, llegamos a tierra sanos i salvos. Desembarcamos en la isla de la Quiriquina i permanecimos en ella por algun tiempo alojados en casas de paja.

"Al empezar la primavera, el gobernador nos ordenó que pasáramos al continente i construyéramos un fuerte. Con mis propias manos trabajé hasta que la obra quedó terminada.

"Un dia, a la hora del alba, los indios asaltaron el fuerte, i tuvimos que luchar con ellos desplegando gran enerjía para poder rechazarlos. No habíamos perdido un solo hombre, pero muchos de los nuestros se hallaban heridos.

"En estas circunstancias llegaron las tropas que venian por tierra desde Santiago, i don García pudo contar mas de quinientos soldados. Era sin duda el ejército mas fuerte que hasta entónces hubiera combatido contra los araucanos.

"A fines del mes de octubre, todo el campo se puso en movimiento i atravesó el Biobío cerca de su embocadura. En el sitio que llaman de las Lagunillas, a legua i media del rio, esperaban los indios en son de combate. Este fué reñido; pero, despues de mucho pelear, conseguimos la victoria.

"En seguida nos internamos en los territorios de Arauco i Tucapel, sin alejarnos de la costa. Yo me hallé en numerosas corredurías i reencuentros, con grave peligro de la vida, i padecí muchos dias de hambre, porque no teníamos otros bastimentos que lo que se rancheaba.

"En el valle de Millaraque se habian juntado mas de seis mil guerreros araucanos, que nos atacaron con gran ímpetu. Nos costó trabajo el vencerles, pues desde la época de Lautaro no combatian todos al mismo tiempo, sino por mangas sucesivas. Conseguimos, sin embargo, matar mas de seiscientos i apresar mas de quinientos. Era la tercera gran guasavara en que me encontraba.

"Llegamos a Tucapel, i tuvimos nuevos reencuentros con los

ndios. Don García mandó construir allí un fuerte, en el mismo sitio donde se levantaba el antiguo, cuyo foso pudo aprovecharse. Los indios empezaron entónces a ir de paz, persuadidos de que nuestras corredurías no les dejaban hora segura.

"El gobernador juzgó que habia llegado el momento de reedificar la ciudad de Concepcion, destruida por los araucanos, i con este objeto mandó ciento cincuenta hombres bajo las órdenes del capitan Jerónimo de Villegas. Entre ellos fuí yo, i ayudé a la reconstruccion de la ciudad, la cual estuvo nuevamente en pié a principios del año de 1558.

"Los indios de los alrededores no miraron con buenos ojos esta obra de reparacion, i hubimos de combatirlos continuamente, hasta que ofrecieron la paz. Con motivo de estas corredurías, arriesgué muchas veces la vida i tuve que pasar trasnochadas i miserias.

"En estas circunstancias, don García ordenó al capitan Alonso Campofrio de Carvajal que se dirijiera con catorce soldados a conquistar la isla de Santa María, que se halla a la entrada de la bahía de Arauco. Fuí de los designados para esta espedicion. Subimos en dos pequeños barcos, i al cuarto del alba arribamos a la isla. Los indios nos sintieron i en tropel acudieron a la playa, prontos para la defensa. Desembarqué el primero de todos, i con el agua hasta el pecho logré detener a los indios hasta que bajaron mis compañeros.

"Aunque en la isla podian contarse hasta quinientos indios, i éstos pelearon con valor, logramos desbaratarles por completo. Una vez establecida la paz, tomamos prisioneros a los caciques i volvimos a la ciudad de Concepcion, donde encontramos a don García de vuelta de su campaña al sur, entrado ya el año de 1559.

Gobierno interino

"A principios de 1561 se retiró don García de Rodrigo de Quiroga. 1561. del gobierno de Chile, i dejó en el reino como gobernador interino a Rodrigo de Quiroga. Me hallaba en el fuerte de Arauco cuando en el mes de febrero recibimos una carta del capitan Lope Ruiz de Gamboa, quien nos avisaba que los indios de Puren se habian vuelto a rebelar i habian dado muerte al gobernador de la plaza de Cañete don Pedro de Avendaño i Velasco i a otros soldados españoles. En el acto, al saber tan

infausta nueva, convidé a cuatro compañeros, i de nuestra propia autoridad volamos a socorrer a la ciudad nombrada. De este modo la libertamos de una pérdida segura.

Gobierno de Fran- "Permanecí en Cañete cerca de dos años, cisco de Villagran. haciendo constantemente guerra a los natu1561-1563.

rales, i padeciendo hambres i trasnochadas. En el mes de noviembre llegó a la plaza el nuevo gobernador nombrado por la corona, Francisco de Villagran, quien llevaba como maestre de campo jeneral al licenciado Julian Gutiérrez de Altamirano.

"Durante mucho tiempo, los indios de los alrededores de Cañete continuaron alzados. A las órdenes del licenciado Altamirano, combatí en las dos batallas que nos dieron en las quebradas de Lincoya, i en ámbas derrotamos a nuestros enemigos de una manera completa.

"Acompañé tambien al maestre de campo en la toma del fuerte de Rucapillan, i en la espedicion que hizo para defender el fuerte de Arauco, que supo amenazado. En Arauco solo se hallaban siete u ocho españoles bajo el mando del capitan Gómez de Lagos.

"El maestre de campo llevaba treinta i siete soldados. Encontramos dos escuadrones enemigos, uno en pos del otro, que iban cargados con los despojos de los indios de paz. Los combatimos i derrotamos. En seguida, a la entrada del valle de Millaraque, un tercero i último escuadron nos presentó séria resistencia, pero logramos desbaratarlo con muerte de casi todos sus hombres. Este combate fué decisivo, i puede asegurarse que con él libertamos a la casa fuerte de Arauco.

"En nuestras corredurías, uno de los principales objetos que llevábamos en vista era recojer comida para poder sustentar a los habitantes de la ciudad de Cañete, pues no habian tenido oportunidad de hacer siembras. Con igual fin, el maestre de campo nos envió a varios soldados con el capitan Pedro Fernández de Córdoba al lebo de Angolmo, prometiéndonos que en breve él se juntaria a nosotros.

"En cumplimiento de esta comision, nos establecimos en el lebo de Paicaví, próximos al fuerte araucano de Rucapillan. Este fuerte sc hallaba situado en una altura, i estaba separado de nuestro campamento por una gran quebrada. Una mañana

se presentaron a nosotros veinte indios acompañados de su cacique, diciéndonos que querian servirnos i asegurándonos que sus propósitos eran de paz. Aceptamos sus ofertas, aunque teníamos motivos para recelar de una amistad tan repentina.

"A puestas del sol, aparecieron en la quebrada otros cuatro indios que empezaron a llamar a sus compañeros con grandes voces, diciéndoles que era ya de noche, i que al dia siguiente podrian volver a trabajar.

"Nuestras sospechas aumentaron entónces, i nos pusimos a interrogar a los falsos amigos que habian ido a ofrecernos sus servicios. Estos nos confesaron que en el fuerte habia una gran junta de guerra; que ellos habian sido enviados como esploradores para saber a punto fijo la jente con que contábamos, i para engañarnos con promesas de amistad; i, por fin, que los cuatro nuevos emisarios eran los capitanes de la junta.

"En tan duro trance, oí al capitan Fernández de Córdoba que exasperado esclamaba: "¡Diera mi brazo derecho por haber aquellos cuatro capitanes a las manos!", considerando imposible poderlos haber.

"Sin decir una palabra ni meter ruido, llamé a un soldado amigo mio, en cuyo ánimo i prontitud tenia plena confianza, i le pedí me acompañara. Seguidos por cuatro yanaconas, subimos ocultamente por la quebrada, hasta colocarnos entre el fuerte i los cuatro indios, de tal modo que éstos no pudieron vernos. Una vez en esta situacion, les acometimos i les tomamos prisioneros.

"A tiro de arcabuz de la junta que habia en el fuerte, era mui peligroso que nuestros cautivos gritaran i fueran oidos. Les amenazamos con matarlos si no guardaban silencio, i así callados los condujimos por la quebrada hasta ponerlos en manos de nuestro capitan. Confesaron su traicion, i les hicimos justicia tanto a ellos como a los demas indios que habian pretendido engañarnos. La junta de guerra se disolvió inmediatamente por falta de cabezas.

"Despues de esta aventura supimos que el gobernador Villagran habia llegado a la casa de Arauco, i, aunque enfermo i abatido, dispuesto a dar impulso a la guerra.

"Merced a nuestras corredurías, el territorio de Tucapel se

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