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Para terminar la revista del año de 1872, daremos algunas breves noticias que no carecen de interés: sea la primera una nota triste, la muerte de Eduardo González, ocurrida en España, á la cual sus amigos de México lo enviaron con la esperanza de que las emociones que hubiese de experimentar le devolvieran la salud. "Quedaba la esperanza, dice un cronista, de que los aires del país natal devolverían á aquel cuerpo, todavía joven, las fuerzas y la vida que habían huído antes de tiempo. ¡Vanas ilusiones! Su sentencia estaba ya pronunciada, y González no volvió á ver los campos de su infancia sino para pedirles el último asilo. Si Dios quiso que antes de su muerte se iluminara otra vez aquella inteligencia, el pobre González ha debido presentir cuánto pesar había de causarnos su prematuro fin, aquí, donde tanto le quisimos." Esta noticia se tuvo en México á mediados de Octubre.

Retirada la Opera, el Teatro Principal, del que mucho tiempo antes había emigrado la zarzuela Moreno, y en el que, á partir de fines de Setiembre, trabajaban la nueva dama joven Leona Paliza, la Belaval, Muñoz, Escobar, Butanda, Rodríguez, la Amat y Jesús Morales, contratados por la Empresa Macedo, cobró alguna animación en competencia con un espectáculo hasta cierto punto nuevo, traído al escenario del antiguo Circo de Chiarini, por el Sr. A. Omarini, propietario del café y restaurant de la Concordia. Me refiero al espectáculo de Marionetas Italianas, muñecos como de un metro de altura, muy bien y lujosamente vestidos, á los que por medio de cuerdas y alambres, hacían accionar diferentes personas que por ellos hablaban y recitaban entre bastidores, comedias larguísimas y fastidiosas, y aun tragedias como Francesca de Rimini. El espectáculo, con muñecos de tanto tamaño, con sus caras barnizadas, frías é inmóviles como de palo que eran, distaba mucho de causar ni la más pequeña ilusión, y sólo eran soportables los bailes de aparato, con muy bien pintadas decoraciones y vistosos cambios y trajes, por ejemplo, el llamado La inundación de Brescia, de muy bien dispuesta combinación. La verdad es que las Marionetas no podían competir ni rivalizar con las empresas mexicanas de títeres, que presentan con pequeños muñecos admirablemente movidos, sainetitos de muchísima gracia, que en su mayoría son cuadros de costumbres y sátiras, y críticas de un mérito sobresaliente. Esto y los infames teatro de América y los jacalones como el del Triunfo, ocupados por cómicos dignos de ellos y de un público sin educación y mal criado, que, á pretexto de cocorismo, se entregaba á toda suerte de groserías, constituían las diversiones de la temporada de Muertos y de tandas.

"En el teatrito de América, decía El Monitor, está de moda un baile que llaman la Carracachaca: es una pantomima entre un inglés de patillas rubias y una cocotte; ésta enseñía la punta del pie al bueno

del inglés, éste se electriza, y ruega hasta que le enseña algo más que la punta, y al fin uno y otra se toman del brazo y bailan un cancán, y los cócoras estallan haciendo unos la máscara, otros el gato, y otros el oso; baja el telón y los cócoras chillan como unos desesperados y se vuelve á bailar la carracachaca y para verla mejor el público se trepa sobre las bancas entre gritos de loca alegría...."

El mes de Diciembre de 1872 fué muy animado en la Capital: empezó con la toma de posesión de la Presidencia de la República por D. Sebastián Lerdo de Tejada, que la desempeñaba como interino desde la muerte de D. Benito Juárez; la ceremonia se verificó en el Teatro de Iturbide, habilitado para Cámara de sesiones del Congreso Federal, por haber un voraz incendio, ocurrido en 22 de Agosto anterior, reducido á cenizas el salón que existía en el Palacio Nacional. Los diputados estuvieron reuniéndose en el de Embajadores, hasta que se hizo la susodicha habilitación del Teatro de Iturbide, que desde entonces dejó de servir para el objeto á que hubo de destinarlo su constructor D. Francisco Arbeu. El número de nuestros teatros no por eso disminuyó, aunque sí bajó en calidad; el empresario Sr. Macedo levantó un horrible jacalón del más pésimo gusto que llamó Teatro de los Autores, en terrenos del Baño del Jordán: ni la arquitectura ni el arte dramático tuvieron ni lo más mínimo que agradecerle.

El 5 de Diciembre se estrenó en el Nacional por Concha Padilla, para la que fué compuesta, la tragedia Safo, escrita por Joaquín Villalobos; y el 6 y en el Principal, el drama El Plagio, original de Juan A. Mateos, que despertó mucha curiosidad por creerse que pudiera referirse á alguno de los tres horrorosos plagios perpetrados en ese año, el de D. Agustín Masse, entre Pachuca é Irolo; el de Cervantes, de que hablé ya, y el de Bassot. No hubo tales referencias, y la obra de Mateos, no falta ciertamente de méritos literarios, gustó poco á quienes querían haber visto reproducidos en escena los martirios salvajes impuestos á aquellas distinguidas víctimas.

La Compañía de Opera, con su personal muy reducido, dió algunas funciones en Puebla y á su regreso de la angélica ciudad y antes de pasar á Toluca, cantó en el Nacional el día 8, Sonámbula en la noche, y Ruy Blas en la tarde, desempeñando Angela Peralta, por separación de la Galazzi, el papel de Casilda. En Toluca permane- · ció menos días que en Puebla, y llamada á México por sus amigos y partidarios, la insigne cantante mexicana dió en el Nacional algunas funciones, siendo la última el Fausto, cantado en la noche del 22: el mismo día en la tarde fué cantada la ópera I Puritanı: después de ésto la Compañía emigró definitivamente.

La gran fiesta de ese último mes del año fué el muy suntuoso baile con que en la noche del 14 y en el gran salón de la Lonja, se ob

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sequió al nuevo Presidente de la República. Todo en esa memorable fiesta fué lujoso y de buen gusto, y dejó en los asistentes un imperecedero recuerdo.

CAPITULO XIII

1873

El año de 1873 comenzó saliendo, á las cinco de la mañana de su primer día, el tren oficial de inauguración del grandioso Ferrocarril de México á Veracruz, uno de los más admirables y mejor construídos en todo el Universo. No pueden caber aquí noticias de esa fiesta, de que fueron principal teatro aquel puerto del Golfo y la bella Orizaba, pero yo no podría haber dejado de citar ese notabilísimo acontecimiento, eternamente memorable en la historia del progreso y adelantos materiales de México.

Durante los ocho días que duró el viaje de los invitados á esa gran fiesta, la Capital estuvo muy poco animada á causa de la ausencia de muchos funcionarios principales y numerosas familias; pero nada perdieron éstas con su no asistencia á nuestros medianísimos espectáculos, reducidos á punto menos que nada. El teatrillo improvisado en un ángulo del patio del antiguo circo de Chiarini, lo ocupaba una débil Compañía de Zarzuela, en que figuraron María Villaseñor, pollita muy guapa y graciosa, la aplaudida Cristina Corro y los modestos Quesadas, Cabrera, Villanueva, Oropeza y algunos más que desempeñaban, lo mejor que podían, Marina, Una Vieja, La Gran Duquesa y otras. En el Principal se mantuvieron aún algunas semanas, pero con escaso público, Muñoz y la Belaval, con El hombre más feo de Francia, Virtud y Libertinaje, Nube de Verano y algunas más, tan gastadas como ellas. En principios de Marzo, Muñoz y la Belaval habían cedido su teatro á la Compañía de Zarzuela de Moreno, con la Villaseñor, Grau, Poyo, el bajo Castro y alguna actriz nueva en ese género como fué Josefina Santos, muy acreditada en teatros del Interior por su interpretación y desempeño de Rosina en El Barbero, Adina en El Elixir, Elvira en Hernani, Oscar en Un Ballo y Maffio Orsini en Lucrecia: en esta ópera también gustó en México cuando la cantó en el Nacional: cantatriz muy superior en voz á sus compafieros de zarzuela, Josefina Santos se presentó y fué aplaudida en Barba Azul y después en El Secreto de una dama, de Barbieri. En Hidalgo seguíase como de costumbre, ó con terribles dramas ó con

pastorelas como La noche más venturosa. Aun así, era mejor concurrir á Hidalgo que al teatro de América y al jacalón de "El Triunfo," cuya vida prolongó hasta muy entrados los primeros meses del año el constante favor de su público; ese público quedará retratado para con aquellos que no le conocieron, con sólo decir que en principios de Febrero el Gobernador del Distrito, D. Tiburcio Montiel, se vió en la necesidad de prevenir en un enérgico oficio á los empresarios "que las bailarinas se presenten con el traje fantástico que siempre han acostumbrado, ó si el baile requiere un traje común y largo, cuiden de no levantárselo, tratando de respetar como es debido la moral pública." Ese oficio aquilata el exceso de la tristísima boga que llegaron á adquirir Lucinda y Pioquinta, Isabel y Concha, y la aun más célebre Carlota Torreblanca. Los escándalos eran allí formidables y diarios y rara era la noche en que no iban á dar á la cárcel de la Callejuela uno ó varios cócoras y aun alguno de los artistas. Hubo vez en que al exigírsele á una de las bailarinas que se alzase el vestido, como ésta respondiese que no lo hacía por temor á la multa, el público se cuotizase para reunir el importe de ella y así ver cumplido su antojo. Aquello era para ruborizar á un Sátiro.

Esos pobrísimos espectáculos y los almuerzos, comidas y saraos que con cualquier pretexto se le ofrecían al Presidente Lerdo de Tejada, eran las distracciones únicas de cierta clase de público en principios del año de 1873. Alguna vez, como el 27 de Enero, el Liceo Hidalgo celebraba alguna útil y amena sesión; la de esa fecha estuvo dedicada á un grupo de distinguidos periodistas que de la Habana vinieron á México á saludar á los escritores mexicanos y á fraternizar con ellos.

Una repartición de premios á los alumnos de las escuelas lancasterianas, verificada el 31 del mismo mes, nos proporcionó la ocasión de oir y de aplaudir á los distinguidos aficionados, Francisco de P. Pineda, en la romanza de Dinorah, y á su esposa, Manuela Gómez de Pineda, en la polka El canto del zenzontle, de Miguel Meneses, y á uno y otro en un dúo de El Trovador: la fiesta tuvo lugar en el Nacional.

El 12 de Abril, y con El Diablo en el poder, inauguró en el Gran Teatro sus trabajos la siguiente Compañía de Zarzuela, en su mayoría venida de la Habana: Primeras tiples, Emilia Leonardi de Nascé, Antonia Cadena; segunda tiple, Caritina Delgado; primeros tenores, Fernando Rousset y Gregorio Aguilar; primeros baritonos, José Palou y Paulino García; primer tenor cómico, José Pons; primer bajo, Cipriano Jalón; actores genéricos, Antonio Rodríguez y Manuel C. Serrano; partiquinos, Jesús Bianchardi, José Blanca y José Torroella; Maestro Director, Lorenzo Arguimbau; veintidós coristas y la Orquesta de "Santa Cecilia."

Emilia Leonardi, inteligente actriz y graciosa mujer, pronto se hizo la favorita del público: su voz era fresca, sonora y agradable, y cantaba con expresión y sentimiento sus papeles, bien comprendidos; gustó mucho también Antonia Cadena, de agradable presencia y buenas facultades; el tenor Aguilar y el barítono Palou fueron á su vez muy bien recibidos, siendo esa Compañía una de las mejores de su especie en ese tiempo.

El teatro estuvo bien concurrido, y en los palcos se veían las familias Carrés, Posada, Velasco, Bermejillo, Gargollo, Fernández del Castillo, Buch, Muriel, Torres, Barron, Terreros, Rubio, Pontón, Torres Adalid, Mier y Celis, Belle Cisneros, Govantes, Lara, López y otras.

El repertorio fué el de costumbre: Jugar con fuego, Amazonas del Tormes, Diamantes de la Corona, Campanone, Gran Duquesa, Dominó Azul, Sargento Federico, Tesoro escondido, Mis dos mujeres, Catalina, Valle de Andorra, etc.

Menos novedades aún ofrecieron en el Principal Rita Cejudo, María Cañete, la Estrella, Zendejas y Ortega, y en el de Variedades ó de Chiarini la zarzuela de Moreno, al cual empeños é intrigas arrojaron á ese teatrito, haciéndole salir del Principal para que no perjudicase á la Leonardi. Esa Compañía Moreno fué entonces muy combatida, se le hizo una terrible guerra de influencias; pero ella no se defendió menos desesperadamente, y en la obra de Offembach, La vida parisiense, se burló y zahirió á sus enemigos, introduciendo burlonas coplas en la musiquilla del famoso brindis Broma me pide el cuerpo ya, cantado por el bajo Castro, quien más de una vez tuvo que pagar multas ó ir á dormir en la cárcel. Moreno, poniendo á su turno en juego su influencia y sus mañas de experto empresario, logró volver á colarse en el Principal á mediados de Abril, haciendo declararse en fuga á la Compañía Dramática. Curioso sería entrar en detalles de esa guerra y de esos chismes; pero no me gusta tocar sino por incidencia lo escandaloso y lo ridículo.

La Compañía Leonardi, muy favorecida por el público, aumentó sus entradas con el desempeño y aparato con que presentó La Gran Duquesa: la protagonista corrió á cargo de la primera y distinguida tiple, que estuvo en su papel muy feliz y fué locamente celebrada y aplaudida: en el acto del campamento, la Duquesa y Wanda y el mismo Fritz, se presentaron á caballo en briosos corceles, que, poco hechos á las tablas, pusieron en dispersión al coro y por poco acuestan á los ilustres ginetes. La zarzuela Sensitiva gustó mucho por su bonita música y graciosos chistes, y para demostrar Palou y la Leonardi que algo más que todo eso podían cantar, en un intermedio de la función del 22 de Abril hiciéronse oir en un dúo de Rigoletto, que hubieron de repetir á instancias de los concurrentes Otra noche, y

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