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hubo bola en el Nacional; diz que por allá andaban peleándose Delfín Sánchez, Nascé y Rosas, y diz que después de los trompis fueron á los juzgados; y después uno se quería quedar con el teatro, otro se lo arrebataba, los de la orquesta protestaban que Delfinito era el único empresario, los coros decían lo mismo, los teloneros, ídem, ídem, y en seguida, de puro coraje, unos se resistieron á cantar y acudieron á la legua que vociferó los Dioses del Olimpo; que vino el jueves, que el enojo seguía y no quisieron cantar y no cantaron, y no hubo función; y quién sabe qué chismes y qué belén traían por ahí."

Gracias á que las cláusulas de su contrato la favorecían, Emilia Leonardi pudo dar el miércoles 18 su función de gracia, con las zarzuelas Entre mi mujer y el negro y Una vieja. En un entreacto, Romeo Dionesi cantó con su simpática mezza voce, la bella romanza A la Stella confidente, y la beneficiada el aria de las joyas, de Fausto, en que fué extraordinariamente aplaudida: entre las poesías que se le dedicaron esa noche, figuró el muy aceptable soneto siguiente:

"Eres hermosa como el sol radiante

al tocar el zenit de su carrera;
es preciosa tu blonda cabellera
en tus hombros magníficos flotante.
"Es tu mirada lánguida y brillante,
rayo de luz que ardiente reverbera,
y cual la blanca flor de primavera,
la dulce palidez de tu semblante.
"Calandria granadina, nuestro cielo
repite el eco que tu afán pregona,
para ti son las flores de este suelo.

“Alza tu voz y tu cantar entona,
que respondiendo á tu divino anhelo,
nuestra tierra te ofrece una corona.'

"El público mexicano-añadió el Monitor-ha demostrado todo lo que estima á la simpática actriz, y con pesar sabemos que al menos en algún tiempo no volveremos á verla, y que nuestra escena pierde una de las mayores celebridades que la han honrado."

Fueron también funciones notables de esos días, el beneficio de Palou y de Rousset y un escogido concierto de la Sociedad filarmónica de "Auxilios Mutuos," instalada hacía un año. Diversas piezas llamaron la atención, haciéndose notar la Reminiscencia de Ruy Blas, escrita por el profesor D. Miguel Planas y perfectamente ejecutada por la simpática Srita. Guadalupe Saborío: la Srita. María Barrera se hizo aplaudir en una melodía de Armston. Emilia Leonardi y el barítono Palou cantaron muy bien, la primera una preciosa balada de La

Condesa de Amalfi, y el segundo las serenatas de Schubert y de Gounod. Entre las piezas de orquesta, gustaron mucho el valse de Planas, Noche serena, y el Bouquet de óperas y el Despertar del zentzontle de Julio Vargas. Fuenlabrada arrancó muchos aplausos por la maestría con que ejecutó unas variaciones para pistón. En general, la fiesta estuvo lucida y fué digna de la filantrópica Asociación que la organizó. En la noche del 19, la Compañía Leonardi dió su última función de despedida, con Un caballero particular y La trompa de Eustaquio.

Dió su primera el 21 D. José Valero en el Nacional, con la grandiosa obra El alcalde de Zalamea y la pieza cómica De gustos no hay nada escrito, que tan deliciosamente bordaban Salvadora Cairón y Juan Reig. El 22, y para segunda de abono, se repitieron El pañuelo blanco y El Maestro de Escuela; diéronse el 24 La Feria de las mujeres y La capa de José, y el 26 se representó la conmovedora Aldea de San Lorenzo, en que tan admirable estaba el actor insigne; fué á su vez muy justamente celebrado en esa obra Enrique Guasp, que desempeñó con terrible verdad el papel de Frochard. Siguiéronse La mosca blanca, Como el pez en el agua, El miedo guarda la viña, No la hagas y no la temas, El Dómine consejero, Sendas opuestas, El cuarto desalquilado, y Suma y sigue, y el 8 de Julio se estrenó el bellísimo drama de Retes y Echeverría, La Beltraneja, que agradó muchísimo. El 10 se dió Luis Onceno, en que Valero aun no ha tenido rival; siguieron Tio Pablo y La capilla de Lanuza; en otra noche Romeo Dionesi tomó parte en la función, y concluyó el primer abono con Las querellas del Rey Sabio, en que tanto brillaban Valero y su esposa. El día 17 de Julio y con La levita, que entusiasmó, empezó el segundo abono en el Nacional, y el sábado 19 se dió el beneficio de Valero con El baile de la Condesa, de Blasco, el cuadro en un acto Don Ramón de la Cruz, de Emilio Alvarez, y el sainete Una noche toledana, desempeñado por D. José Valero y Juan Reig. Continuó el abono con Un avaro, Como marido y como amante, Marinos en tierra, El tanto por ciento, El barómetro, La Cruz del Matrimonio, y Dos y uno, y el sábado 26 y á beneficio de Salvadora Cairón, se representaron El pasado, de Manuel Acuña, y la pieza Más vale maña que fuerza. La obra de Acuña, que tanto agradó, y á nuestro juicio con razón, al estrenarla Pilar Belaval, desagradó sobremanera en la noche de ese beneficio de la Cairón al elegante y muy diferente público que á él concurría, y esto fué achacado á culpa de los actores, como si hubiese sido posible creer que la apreciable compañía de la Belaval, Muñoz y Zendejas, hubiese sido ni podido ser superior á la de Valero. El hecho es que les dijeron mil y una lindezas á Valero, Reig y Guasp y á la Servín y la Cairón, como si ésta no hubiese elegido por su propia voluntad esa obra, y como si tan distinguidos artistas hubieran ganado algo con echar á rodar á un autor que era amigo suyo. Para

sexta función se dió, con el éxito de siempre, Un drama nuevo, y el 30 y en extraordinaria á beneficio de Reig, se estrenó El haz de leña, de Núñez de Arce, y se dió para fin de fiesta El maestro de baile. El 2 de Agosto y á beneficio de la Servín, se representaron Mujer gazmoña y marido infiel y La casa de campo; para el de Segarra se revivieron Los pobres de Madrid y se cantó la tonadilla El tripili. Después de una representación de Lo positivo, para la función de gracia de Guasp se pusieron en escena, el día 9, la comedia El árbol del paraiso y Retascón, Barbero y Comadrón. Sucesivamente diéronse Deudas de la honra, Amar al prójimo, Dálila, ésta á beneficio de Molina, Las travesuras de Juana, y para últimas de temporada en la tarde y noche del 17, La Carcajada y El miedo guarda la viña y Como el pez en el agua. Para despedida, en la noche del 19 de Agosto, y dedicando los productos al Técpam de Santiago, dió la compañía Valero El pañuelo blanco y El Maestro de escuela, y en uno de los intermedios Romeo Dionesi cantó La paloma y una aria del Barbero de Sevilla. Esta segunda temporada de D. José Valero duró dos meses y medio, y no fué ni con mucho tan brillante en resultados materiales como lo había sido la del año de 1868.

CAPITULO XIV

1873.

Retirado D. José Valero, ocupó el Teatro Nacional una Compañía de Zarzuela así formada: Primera tiple, Emilia Leonardi; Tiples, Filomena Esteves, Encarnación Vilchis, María Villaseñor; Contraltos, Rosa Mendoza, Elena San Martin; Caracteristica, Antonia Suárez; Primer tenor, Juan Prats; Bajo cómico y Director, Joaquín Ruiz; Baritono serio, Fernando Rousset; Cómico, Paulino García; Tenor cómico, Santiago Carrera; Bajos, Manuel Serrano, Heriberto Francesch; Maes tro Director, Joaquín Comellas; Violin concertino, Pablo Sánchez. Los precios por abono de doce funciones fueron: en palcos, setenta y dos pesos; en lunetas, nueve. La primera función se dió el día 21 con Un tesoro escondido, las inmediatamente siguientes con Robinsón, Campanone y El Postillón de la Rioja, y el 30 de Agosto se estrenó la zarzuela nueva en México El Molinero de Subiza. En esta obra, cuyo éxito no pasó entonces de mediano, y aun fué silbada al salir en el último acto la procesión que el argumento exige, Emilia Leonardi

cantó admirablemente y vistió con mucho lujo, elegancia y propie. dad, y Prats estuvo muy bien y fué muy justamente aplaudido.

Pero escrito estaba que en Compañía en que figurasen la Leonardi y Nascé nadie pudiese vivir en paz, pues cuando no podían pelear con algún extraño como con el empresario Moreno, peleábanse artistas, directores y empresarios unos con otros y hasta con su misma sombra. Con el dicho Moreno no había caso, porque al anunciarse la nueva Empresa salió con su Compañía para Puebla á dar allí sus obras nuevas y á esperar que pasase el furor del primer abono. Sin aquel enemigo, la Empresa del Nacional nada mejor pudo pedir, pues sólo tenía por contrarios el Teatro de Hidalgo, que jamás había hecho ni hace daño á Empresa alguna, y los pobrísimos, y sin importancia alguna, pequeños teatros de Alarcón, en el Rancho del Fresno en Buenavista, y de la Democracia en la calle de Arsinas: en el Principal compañías dramáticas volantes trabajaban salteadamente sin llegar las entradas ni siquiera á lo necesario para pagar los gastos de papeleta. Era, pues, preciso que se pelease consigo misma, y así lo ejecutó: véase al efecto una carta ó manifiesto que Emilia Leonardi hizo circular con profusión y decía:

"El Sr. D. Delfín Sánchez se ha retirado de la Empresa, dando por terminados todos sus compromisos, sin otro aviso que el de ha ber entregado á D. Juan de la Fuente la Compañía de Zarzuela, dejando al arbitrio de éste la aceptación de las escrituras, apreciando que estaba á su voluntad el cumplimiento del compromiso contraído con el público y con los artistas. Esta situación verdaderamente singular, ha provocado mi separación de la Compañía, lo cual no he motivado, porque á la hora en que el Sr. Sánchez y el Sr. Fuente hacían su combinación, yo enviaba á decir á la Empresa que, como se me había ordenado, tenía dispuesta para el jueves La Conquista de Madrid, para cuya obra he gastado una fuerte suma á fin de presentarme dignamente ante un público tan ilustrado. El Sr. Sánchez no ha encontrado obstáculo alguno en el desempeño de mis compromisos de arte, é ignoro hasta hoy lo que haya considerado para separarme de una manera que me abstengo de calificar.-Mi orgullo de artista y mi delicadeza de señora, me imponen un silencio que rehuso guardar, porque no quiero ni por un momento que se suponga que yo tengo parte en esta burla que se hace al público, ni se me culpe de lo que pasa y yo ignoraba hasta ayer que el Sr. Fuente se presentó como empresario del Teatro Nacional, trayendo como título su palabra y la voz de D: Delfín Sánchez.”

El Monitor comentaba así estos sucesos: "Mal año, muy mal año ha sido éste para los teatros; tal parece que los empresarios, artistas y comparsa han comido gallo, según que se pelean y se lastiman en la escena, y van, y vienen, y juegan con el público que en estas dan

zas sufre más que el divino paciente. El Nacional ha tenido su semana de crisis: D. Delfín Sánchez abandonó la empresa, que fué á dar á manos de D. Juan de la Fuente. Los coristas se negaban á cantar el martes (2 de Setiembre), bajo el frivolo pretexto de que no les habían pagado; la orquesta protestaba lo mismo, el público se enfullinaba: los empresarios intentaron cortar el nudo gordiano suspendiendo la función, pero el Gobernador dijo que con el público no se jugaba, y la función se dió; pero estupefactos contemplaron los concurrentes que la Leonardi no pisaba la escena y que la Empresa la había sustituído con María Villaseñor, muy simpática, pero que todavía no es comparable con la calandria de Granada. Como los coristas no habían recibido sus pagas, cantaron desganados y salieron unas Hijās de Eva de chuparse los dedos. El Ayuntamiento y el Gobernador, mientras tanto, andaban en juntas y más juntas con la Empresa, exigiéndole el cumplimiento de sus compromisos con los abonados. La Compañía del Nacional se hunde; si los empresarios no llaman á la Leonardi, aquello se desgobierna."

La intervención de la autoridad puso unos días de paz en aquel desconcierto y se reanudaron las funciones, tomando parte Emilia, que estaba guapísima con sus vistosos trajes de La Conquista de Madrid; pero, tales como se pintan con deliciosa exactitud en el arreglo español de Campanone, las intrigas, las pequeñeces, las malas voluntades, volvieron á surgir más escandalosas que nunca, y la Empresa tronó sin poder siquiera concluir el abono, y hubo de andar en pleitos y en tribunales como demandante y como demandada. La Leonardi dijo así la última palabra:

"La Empresa de Zarzuela del Teatro Nacional ha concluído, dejando pendiente una función de abono y los beneficios de los artistas que tenían derecho á ellos con arreglo á sus escrituras. No es mi objeto hablar de este asunto, ni me permitiría dirigirme al público, si la Empresa referida no hubiera pretendido hacerme aparecer como la causa que ha determinado su violenta conclusión. Contratada para trabajar tres meses que comenzaron el 26 de Julio y concluyen el 25 del presente, estipulé, como era natural, el número de funciones en que debía cantar durante cada uno de esos meses, señalándoseme en mi escritura pública doce funciones en zarzuelas de dos ó más actos, y dos zarzuelas en un acto: el público ha presenciado que he cantado del día 26 de Agosto á la fecha en catorce zarzuelas de tres actos, con lo cual quedó más que satisfecho mi compromiso; no obstante, me propuse espontáneamente cantar, ya sin obligación alguna y en obsequio de un público que me ha llenado de galanterías, en las dos últimas funciones de abono. La Empresa, que se ve agobiada por grandes compromisos, quiso salir á todo trance del referido abono, y se lanzó á anunciar funciones que no podía dar, porque los artistas no

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