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mérito de la artista; pero ante la realidad han resultado pálidas nuestras alabanzas, y sólo nos permitimos hacer de nuestro artículo una humilde violeta para enlazarla á la suntuosa, espléndida é inmortal corona de María Rodríguez, gloria y orgullo de la escena española, delicia actualmente de México y objeto venerable de admiración y cariño de sus entusiastas amigos."

María Rodríguez dió su última función el domingo 8 de Octubre con una repetición de Adriana de Lecouvreur, à beneficio del actor Tomás Baladía; para fin de fiesta se representó la comedia en un acto Receta contra las suegras, tomando parte en ella la primera actriz Mariquita Cañete, á la cual el público aplaudió con todo el estusiasmo y cariño á que se hizo tan acreedora en su larga y siempre triunfal carrera artística.

CAPITULO XXII

1876.

Mientras la primera actriz María Rodríguez llevaba á cabo su campaña teatral, rica en ovaciones y aplausos, pero escasa en productos materiales, teníamos en la Capital una Compañía de zarzuela, con José Poyo, como director, en Nuevo México; no valió ciertamente lo bastante para que nos detengamos en dar cuenta de sus funciones, concurridas por público poco exigente. En el Principal abría, uno tras otro, numerosos abonos Enrique Guasp, y entre cien obras muy conocidas y repetidas, estrenaba en 30 de Julio La Fornarina, drama en tres actos; la comedia en uno Un sol que nace y un sol que muere; el drama en verso Juan de Villalpando, representado el 20 de Agosto y obra de José Peón Contreras, como de costumbre, muy aplaudido; la comedia Ambición y Coquetismo, escrita en tres actos por D. José Sebastián Segura, quien hizo en ella una durísima crítica de costumbres mexicanas, muy aplaudida en la misma fecha del 20 de Agosto; y el drama también en tres actos y en verso Churubusco, debido al celebrado poeta José Monroy, representado en la noche del 21, para conmemorar un hecho notabilísimo de la guerra de México con los invasores venidos de Norte América.

El 23 la Compañía de zarzuela de Moreno, de regreso de una buena campaña en Puebla, abrió en Arbeu una nueva temporada con la hermosa obra Las nueve de la noche; pocos días después separáronse

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de esa Compañía Cristina Corro y sus hijas las simpáticas Pla, y en su lugar entró Amalia Gómez, quien, como en sus mejores tiempos, volvió á llenar el teatro con La Gran Duquesa y otras obras de Offembach. En la primera representación de esa obra en aquella temporada, Alejandro Castro desempeñó la parte de Bum-Bum, disfrazándose de modo y manera que fué un retrato del Gral. D. Ignacio Mejía, Ministro que era de la Guerra en el Gabinete del Sr. Lerdo, ocurrencia impertinente, que sin embargo fué muy aplaudida por los politicos que combatiendo venían á ese Gabinete, hasta lograr como lograron su caída, suceso de que ya hablamos y que fué tan sensacional como las grandes inundaciones producidas por las lluvias y el horrible desarrollo de la epidemia del tifo, que atacando á distinguidísimas familias como las de Villaseñor, Camacho, Rivas, Adalid y Haghenbeck, sin perdonar á otras más modestas y á la clase más infeliz, tendió el luto en la ciudad. En cuanto á la inundación de las calles, la gente de buen humor lo hizo asunto de broma, y muchas noches los concurrentes al teatro Arbeu, cuya calle era de las más favorecidas por las aguas sin salida, quedáronse allí punto menos que sitiados.

Entre los espectáculos notables, debo citar las funciones dramáticas de la Sociedad Netzahualcóyotl, que en 7 de Agosto hizo aplaudir á María de Salamanca, Adela Alvarez y Rafaela Betancourt en su acertada interpretación del drama de Larra La primera piedra, y á Javiera Romero, y al Dr. Manuel Peredo, distinguidísimo aficionado, no menos que buen poeta y literato, en el juguete cómico Lo que sobra á mi mujer. "El Dr. Peredo, dijo El Monitor, hizo pasar un buen rato á la concurrencia que invadía el Principal, que vió palpablemente que el hábito no hace al monje, y que el Dr. Peredo, médico y todo, estaba en escena como el pez en el agua, arrancando con cada frase un aplauso."

En la casa del Dr. Francisco Ortega, y el 8 de Agosto, la Sociedad "Alard" dió un notabilísimo concierto en que tomaron parte con gran deleite de los invitados, Guadalupe Olmedo, Amalia y Eulalia Lucio, Rosa Palacios, que suspiró maravillosamente una romanza de La Africana, y el violinista Rivas, que ejecutó de un modo admirable el trémolo de Beriot.

Para contrarrestar el mal tercio que la zarzuela de Arbeu pudiese hacerle, puso Enrique Guasp, y para cierta clase de público, una mala comedia de magia, intitulada La montaña de las brujas que no pudo en modo alguno competir con La hija del mar en el Nacional; esto pasaba cuando el distinguido actor abría su décimo abono de doce funciones, pues la protección oficial hizo que su teatro se viese siempre bien concurrido, mucho mejor que el Nacional, á pesar de que en su Compañía no contaba con una artista de tan superior mérito como

María Rodríguez; sin embargo de ello, los programas del Principal seguían queriendo herir á la actriz española, poniendo entre sus notas la de "en este teatro sólo se representarán obras dignas de nuestro ilustrado público," como si interpretadas por la Rodríguez pudiese haber habido alguna de que no pudiera decir otro tanto el Nacional.

Por esos días, fines de Setiembre, obsequió la Sociedad "Netzahualcóyotl" al digno filántropo y amigo de las artes, D. Ramón Terreros, con un notable concierto, cuyo desempeño fué encomendado -copio de un periódico-á la Srita. Clementina Gallardo, de arrogante figura, dulcísima voz, y timidez que realzaba su mérito; á Adela Maza, cuyo sentimiento exquisito y alma grande parece que iban á estallar en aquel cuerpo como luz en lámpara estrecha; á Luz Reinoso, de hermosas disposiciones artísticas, voz suave como terciopelo y escuela irreprochable; á Angelina Aguilera, estudiosa joven; á Trinidad Bustamante, alma de artista que cantaba por necesitar cantar, como el ruiseñor y la alondra, y á Virginia Carrasquedo, toda poesía, toda sentimiento: la Bustamante y la Carrasquedo, en traje de carácter, cantaron un dúo de Norma, y lo hicieron como consumadas artistas. A todo ese grupo secundaron en sus respectivos números del programa los Sres. Múgica, Carrión, Julio Ituarte, L. A. Medrano, M. Rivera, Ignacio Aguado, F. Sandoval, E. Carriles y Antonio Hermosa, buen tañedor de lira, que ejecutó con verdadero arte una reverie deliciosa.

En los primeros días de Octubre estrenó Guasp en el Principal la delicadísima obra en tres actos y deliciosos versos, Sor Juana Inés de la Cruz, debida al eminente poeta José Rosas Moreno, distinguidísimo siempre en cuantos géneros cultivó, sin embargo de lo cual fué siempre lo más modesto imaginable. Pepe Rosas, cuya pérdida nunca llorarán bastante las letras mexicanas, revivió en su drama un tierno episodio de la vida de aquella mujer admirable, y si su obra no puede ser presentada como modelo de composición teatral, siempre será un monumento de nuestra literatura por su versificación sorprendentemente fácil y natural y por la fidelidad con que están tomados los rasgos característicos de la histórica protagonista. El público acogió con entusiasmo el bellísimo drama, verdadera pieza literaria, volvemos á repetirlo, con ese agrado con que hacemos el elogio de los demás, cuando sabemos que se funda en méritos reales y positivos.

El 10 de Octubre dió Enrique Guasp su beneficio con el nuevo drama de Peón Contreras, Impulsos del corazón; en un entreacto cantó Matilde Navarro una romanza de Las Hijas de Eva y tocó el profesor Camacho una notable fantasía para violín: el producto de las entradas fué muy bueno en esa función. No sucedió lo mismo con la de la noche del 17, á beneficio de Concha Padilla, lo que atribuyó El

Monitor á modestia de la actriz, diciendo al efecto: "ahora se usa que los actores en sus funciones de gracia se preparen ovaciones y entusiasmo oficial; ellos mismos se compran flores, se hacen versos, contratan aplaudidores, de esos que parece que tienen manos de hierro, y cuando aparecen sobre la escena es entre ramos y papeles de colores que su dinero les costaron y entre aplausos comprados con boletos gratis: la Srita. Padilla no quiso prepararse su ovación, y por eso al aparecer en la escena, no hubo ni lluvia, ni siquiera rocío, de ramos y versos, y su beneficio estuvo frío."

A su turno estrenó un drama de Peón Contreras, "que presentaba á un hijo rival en amores de su propio padre," y tenía por título Esperanza: "todos los actores estuvieron mal, especialmente Federico Alonso, que fué verdaderamente quien dió el golpe de gracia á la obra de Peón; el público le interrumpió con las mayores muestras de desaprobación y esto precipitó la catástrofe. Siguió un mal arreglo de La Dama de las camelias, asunto que no quedaba bien á Concha Padilla, más propia para tipos de damas sentimentales."

En la noche del 24 tocó en turno á la función de gracia de María de Jesús Servín, que estrenó el drama Epilogo de una historia y dió para fin de fiesta la zarzuela en un acto La Epistola de San Pablo, cantada por Matilde Navarro con mucha gracia: como de excelente producto en contaduría, el beneficio de la Servín fué el mejor de la temporada. No mejor que éste, pero sí que otros, fué el de Matilde Navarro, celebrado el 31, poniendo en escena el drama Pobres y ricos y la zarzuela Gracias á Dios que está puesta la mesa. En 5 de Noviembre y en la décima función del décimo abono, Guasp representó una comedia intitulada El Mono, en tres actos y en prosa, escrita por Enrique Gaspar para que la estrenase en México el aplaudido actor.

El teatro de Arbeu, muy favorecido por el público, dió en 15 de Octubre como duodécima función del último abono, la primera representación de la zarzuela El primer dia feliz; el viernes 20 la misma Compañía estrenó, con un éxito completo, La Marsellesa, de Ramos Carrión y Fernández Caballero, que proporcionaron un gran triunfo á Matilde Montañés y á Pedro Arcaraz, muy felices en la interpretación de sus papeles: La Marsellesa tuvo incontables representaciones, siempre á teatro lleno. En la noche del 3 de Noviembre dió su función de gracia Matilde Montañés: "el teatro Arbeu, dice un periódico, estaba hecho una piña, con todas sus localidades ocupadas por una brillante concurrencia, cuya calidad daba la medida de las simpatías de que disfrutaba la beneficiada." La función se compuso de la bonita zarzuela Una vija, el delicioso juguete La Soirée de Cachupín, en que estaban felicísimos Castro, Iglesias y Villalonga, y el célebre Proceso del Can-cán, en que jamás el público se cansaba de admirar á la Montañés en la Seguidilla. Frenéticos aplausos, ramos,

coronas, versos, saludaron á la bella y graciosa actriz y cantante, querida con idolatría en México, sin que le faltasen multitud de ricos obsequios de preciosas alhajas, entre ellos una magnífica corona de plata cincelada, de un gran valor artístico y material: “la función, dice El Monitor, duró hasta la una y media de la madrugada, y sin embargo, nadie se fastidió y los concurrentes permanecieron en sus puestos aplaudiendo á la actriz predilecta de los mexicanos."

Por esos días súpose que en algunas poblaciones del interior estaban siendo muy aplaudidos la insigne María Rodríguez y su modesto cuadro de actores, el director Gabriel Galza muy entendido y discreto, Tomás Baladía, Palomera y Montoya, tan dedicado y estudioso, que daba esperanzas de llegar á ser un muy apreciable actor.

Pero todo perdía su interés ante la extrema gravedad de la situación política: de un momento á otro era esperada la caída del Presidente D. Sebastián Lerdo de Tejada, obra del absoluto descrédito en que cayó su administración, y de la enemistad de las fracciones del antiguo partido lerdista, bien opuestas y marcadas desde 1871. Desde ese año habían empezado á ponerse en pugna sus dos distintos elementos, uno que se limitaba á la oposición legal á la administración juarista, y otro que no sólo no repugnaba la revolución, sino que la deseaba y aun creía necesaria.

Estos últimos veían, pues, en aquel entonces, con buenos ojos los preparativos de los porfiristas para iniciar un pronunciamiento, porque confiaban en que Lerdo, como Presidente de la Suprema Corte de Justicia, sería llamado al poder por los revolucionarios, si era que éstos, al menos en el primer instante, querían mostrarse impulsados por su amor á la legalidad constitucional, y no por miras de personal ambición. En esa creencia, los lerdistas ayudaron á los porfiristas, en las Cámaras y en la prensa, en sus trabajos contra los partidarios de Juárez, y no fué pequeña su decepción cuando al hacerse público el Plan de la Noria, vieron que en él se excluía por igual á Lerdo y á Juárez.

Fué aquel un golpe maestro, que creó á los lerdistas una situación en extremo difícil: no podían ligarse con Juárez porque su dignidad y sus antecedentes no se lo permitían; pero tampoco les quedaba entrada en la revolución que los excluía. Viéronse entonces en la necesidad de combatir por igual al Gobierno y á la revolución, mientras conseguían que ésta modificase su programa, para lo que entraron en trato con personas que en México parecían representarla. Pero nada obtuvieron, y entonces se pensó en decidir á los elementos militares del lerdismo á lanzarse á su vez al campo del pronunciamiento armado. El jefe podría serlo el gobernador de San Luis, muy activo en favor de D. Sebastián en las elecciones últimas, y aviváronse las esperanzas en su buen éxito, con las derrotas de los porfi

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