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te es un delito de lesa majestad, porque para todo caballero y para todo hombre honrado, la mujer es una reina. Nadie toque á la reina, dice un antiguo proloquio francés. A esta grandeza de sexo, Paola Marié reune la grandeza del talento. Un sacerdote inglés, amante de la música, quiso absolutamente oir cantar á la famosa Alboni, y fuése al Teatro Italiano, resuelto á permanecer oculto en la penumbra de su palco. Pero su entusiasmo fué tal, que traicionándose, se descubrió con este grito: "Mujer, tus pecados te serán absueltos, porque eres muy grande artista." He leído la carta de la Albert y acabo de oir cantar á Paola Marié y entusiasmado, repito el grito del sacerdote inglés. Paola vió con desdén, aunque quizá no sin indignación, la carta escandalosa, y esta conducta prudente acabó de conquistarle las simpatías de los que temieron ver reproducida en la vida real la escena del último acto de Madame Angot entre Clairette, la reina del mercado, y Mlle. Lange, la reina del Directorio.

Elena Leroux agradó sobremanera por su excelente voz y por su agradable figura: en el vals de Venzano, en la Micaela, pudo cuantas veces cantó, renovar los triunfos y los atronadores aplausos que ni una sola vez dejó de arrancar en el segundo acto de Le pré aux Clercs. Su círculo de admiradores fué inmenso, y la modestia y la sencillez de la artista encantaron á cuantos la trataban, admirados de la altura á que había sabido colocarse cuando apenas contaba cinco años de haber pisado las tablas por primera vez.

La Gregoire fué sin duda el mejor cuerpo femenil de la Compañía: su voz era limpia y tersa, pero escasa; un revistero, elogiando los hermosos labios de la Gregoire, decía que las notas son muy necias, pues si tuvieran alma no saldrían de la prisión de aquella boca de terciopelo y de granado; en nuestro sentir, no fueron esas notas tan necias como se las suponía, pues si bien es cierto que pugnaban por salir de sus delicados labios, no siempre lo lograban sino á medias.

Nigri, la joya de la Compañía, era de aquellos artistas que no pueden ser censurados ni por la más ciega mala voluntad; en lo serio, en lo bufo, como cantante, como actor en las tablas y como caballero nunca se le encontró ni una sola falta: era un artista completo, y como tal lo dominaba todo.

A nadie faltaba algo bueno en aquel cuadro: Tauffenberger, aparte del fracaso del Barba Azul, agradó siempre. Duplan era un antídoto infalible contra el mal humor, y en la misma línea formaba la Delorme. Mezières fué lo que siempre había sido, un gran artista. Del coro de mujeres algo dije ya; entre ellas hubo una que era tuerta, lo que hizo exclamar á un revistero: "cuando miré anunciado l'ail crevé, supuse que Grau la había traído para desempeñar el papel de la protagonista." Después de mirar semejante desatino físico, era preciso volver los ojos á Mlle. Vallot, que no era corista si por corista

se entiende la mujer que tiene voz para cantar en coro, pero que sí era hermosa. Mlle. Vallot tuvo tantos enamorados como trajes, trajes magníficos tan lujosos como los de las principales artistas, pero que sin duda le salían más baratos que á ellas, porque la Vallot, que tenía muy lindos pies, muy torneados brazos, muy correcto pecho y muy esculturales espaldas, dejábalo todo ello al descubierto, exigiéralo ó no la época, y debía por consiguiente emplear en la confección de sus trajes media docena de varas de tela menos que cualquiera otra mujer; sus dientes eran también perfectísimos, lo cual la perjudicó en alto grado, pues en su afán de lucirlos sonreía con exceso en todas ocasiones, haciéndonos el efecto de esas dentaduras de movimiento de cuerda de reloj, que antiguamente exponían en sus escaparates los Spyer y los Antonio Roque de mediados del siglo. Con ella competía Emilia Bazin, con su pequeña boca de cereza y con su inmenso seno cautivo en el corsé, que causó una verdadera revolución en el patio. Por su fisonomía blanca y traviesa y sus ojos redondos y negros, parecía muñeca de Nuremberg. Al verla moverse con su respetable humanidad, no fea sin embargo, podía, dijo el cronista M. Cancán, estudiarse la dirección de los globos en el teatro. Entre las demás coristas eran algo más notables, sin pasar de ahí, Blanche, con sus brazos blancos y torneados, y la Duparc, gruesa y pequeña, con ojos color de sombra y garganta color de leche.

Aparte de las obras exclusivamente bufas, que puso en escena la Compañía Grau y que agradaron casi en su totalidad, el público oyó complacidísimo Mignon, Le pré aux Clercs y Carmen. La menos felizmente interpretada fué la primera, pues Paola no pudo ponerse á la altura de su hermana la Galli-Marié, para quien fué escrita por Ambrosio Thomas, el entusiasta y entendido admirador de Chopin, Mendelshon, Weber y Meyerbeer, el compositor ilustre que fué á pedir el canevá para sus singulares obras á Shakespeare y á Goethe y formó para la Galli-Marié y Cristina Nilson, sus aplaudidísimas Mignón y Ophelia.

¿Qué poeta, pregunta un crítico, ha escrito un himno más suave que la cantilena de Shakespeare á Elisabette en el Sueño de una noche de verano, ni un salmo más virginal y de armonía más misteriosa que la balada de Mignón? Para su última ópera fué á buscar en otro coloso como Shakespeare y Goethe, en el Dante, á Francesca de Rimini. Ya queda dicho que esa compañía interpretó á maravilla Le pré aux clercs, de Herold, francés por nacimiento y por ser discípulo de Mehul, y alemán por filiación. En cuanto á Carmen, del malogrado Bizet, la Compañía Grau, que tan brillante y acertadamente nos la dió á conocer y la hizo amar del público, es hasta cierto punto responsable de los desacatos que con esa obra bellísima han cometido, cometen y seguirán cometiendo empresarios dignos de serlo de Mazzantini y de

Ponciano Díaz, y zarzuelistas sin conciencia artística, especialmente los de nacionalidad española, buenos flamencos quizá, pero detestables intérpretes del ilustre fantaisiste de la novela de Merimée.

Lo demostraremos al hablar á su tiempo de los horribles desacatos cometidos con la obra de Bizet, al ser representada en castellano por compañías de zarzuela.

CAPITULO VIII

1881.-1882.

Fué notable todo el resto del año de 1881 por la absoluta pobreza de espectáculos públicos en la Capital. Encontrándose aún en México la Compañía Grau, siguió el Principal con sus muy concurridas tandas y sus aplausos á la Lluch, la Sáenz, la Lepri y la Gasparo. En el de novedades, en el Seminario, el prestidigitador italiano Poletti hacía sus suertes al económico precio de doce centavos por acto. En Arbeu la Compañía Acrobática de Enriqueta Zeller, hermosa norte-americana, atrajo no poco público con sus varios artistas y sobre todo con la "exhibición del fenómeno más sorprendente del siglo XIX, la mujer gigante, Ernestina Benitti." El domingo 30 de Enese verificó el estreno de un humildísimo y mal teatro, que con el nombre de "Merced Morales" se levantó en la primera calle ó Avenida Lerdo, representándose el drama en siete actos Los pobres de México y la pieza El pintor y la modista. Por último, y refiriéndonos siempre á los meses en que aun trabajaba la Compañía Grau, en la noche del 18 de Febrero inauguraron los Hermanos Orrin su Circo Metropolitano en la plazuela del Seminario: el domingo 20 introdujo esa Empresa por primera vez, la costumbre de dar tres funciones, una á las II de la mañana, otra á las 4 de la tarde y la tercera á las 81⁄2 de la noche. "Ese circo, decía El Monitor, no puede estar construído de una manera más provisional; una gran tienda de campaña, remendada: un esqueleto de gradas, tres filas de sillas y el círculo central en donde se presentan caballos y payasos, y en donde lucen sus robustas formas los artistas acróbatas. El alumbrado casi se ha suprimido; sólo en el mástil de en medio se ven dos grandes lámparas de gasolina, que si iluminan perfectamente el redondel, dejan á oscuras todo lo demás, de manera que la concurrencia no luce ni sabe quién está allí. Lowande en el caballo en pelo hace prodigios;

los hermanos Carlo tocan el violín en medio de saltos y piruetas; Fredicks ejecuta notables equilibrios: otro individuo á quien llaman Demonio, come tizones ardiendo, traga plomo derretido y se introduce en la boca un hierro calentado al rojo: tres graciosas cirqueras hacen divertidos ejercicios en los caballos, y otra llama la atención en el trapecio. Hasta hoy nada ha presentado el Circo Metropolitano que no sea inferior á lo que vimos con Chiarini y con Buislay." Como no he de volver á detenerme en hablar de esos espectáculos, diré de una vez que á los Hermanos Orrin tocó dar á conocer en México el tan repetido ejercicio del cañón ó proyectil humano en la función del 5 de Marzo, muy aplaudido en su estreno y frecuentes repeticiones de esa larga y productiva temporada.

Durante la Cuaresma y aparte de las diarias funciones del Circo Metropolitano, trabajó en el Principal una modestísima Compañía de Zarzuela que hizo fiasco, y pasada la Semana Santa y en Domingo de Pascua, 17 de Abril, abriéronse Arbeu con la zarzuela de Moreno y el Principal con una Compañía Dramática, cuyo elenco fué el que sigue: Primera actriz, María de Jesús Servin; Primer actor y director, Antonio Lorca; Primero y director en el género cómico, Julio García Segarra; otro primer actor, Antonio Escanero; Primera actriz cómica, Concepción Méndez; Primera dama joven, Inés García de Lorca; Segundos galanes jóvenes, Ramón Cantó y José Cisneros; Primeras características, Carolina Márquez de Montijano y María Cañete; Galán joven, Felipe Montoya; Actor genérico, Pedro Servín; Actor de carácter, Fernando Pérez; Damas jóvenes, Rosario Pérez de García y Berta Alonso; Actrices, Josefa Ramírez y Sofía Nobales; Actores, Antonio Montiel, Federico Fuster y Antonio Aranda; Apuntador, Federico Sevilla.

Dió esta Compañía su primera función en la noche susodicha, con la comedia de Ramos Carrión y Vital Aza La primera cura. Sus precios por abono de doce funciones fueron los muy económicos de tremta pesos en palcos y cuatro en lunetas. El 28 estrenó El chiquitin de la casa, que fué un justo triunfo para Pedro Servín, y en 1o de Mayo representó por primera vez el aplaudido drama en tres actos, de Javier Santa María, intitulado Como hay muchos. Con ellas alternaban entre otras El octavo no mentir; Oros, copas, espadas y bastos; La madre de la criatura; El guardián de la casa; Los dos Napoleones.

En Arbeu, que principió su temporada con Jugar con fuego, la concurrencia era numerosa y se encantó con la nueva estrella de la Compañía, la simpática Romualda Moriones. De ella decía un revistero: 'Guapa y graciosa es la nueva artista; tiene una boca que vale un Potosí, adornada de un estuche de finísimas perlas: viste con elegancia, y emplea ricas telas en sus confecciones; sabe calzar el guante del modo más distinguido, y tan guapa se ve que sólo con presentar

se en escena conquista un aplauso. La Moriones declama con facilidad, acciona con todo el desembarazo que le da la convicción de que es simpática al público y con la conciencia de su propio mérito. En poco tiempo se ha hecho la favorita del público, y tan bien se la ve con la mantilla andaluza, como con el uniforme de Catalina de Rusia ó con la elegante falda de la dama de Un pleito." El 15 de Mayo se estrenó con gran éxito la zarzuela de Fernández Caballero, Las dos princesas.

El mismo revistero decía del Principal: "No puede el público quejarse de sus modestos artistas que hacen esfuerzos inauditos, heroicos, por agradar, no obstante que el abono está de tal manera bajo que apenas cubrirán sus gastos. La graciosa comedia Morirse á tres dias fecha, fué muy bien recibida, pero después nos han dado Adriana de Lecouvreur y Otelo, que no están al alcance de la Compañía, buena para comedias ligeras, pero no para más." Al Teatro de Hidalgo fué á dar Gabriel Galza, que se presentó allí el 15 de Mayo con Jorge el armador.

Procurando llamar público la Compañía del Principal, estrenó en 2 de Junio El Ave negra, de Juan Mateos, que tomó de León Gozlán la idea de su drama; pero los apreciables actores habríanse muerto de hambre sin el auxilio del gran D. José Echegaray, de quien en la noche del 29 del mismo mes, dieron los primeros á conocer en México su estupendo y celebradísimo drama El Gran Galeoto. La Servín, Escanero, Cantó, Montoya, Castell, estuvieron felicísimos en la interpretación del drama de Echegaray, que produjo un indecible entusiasmo en el público, no sólo en el estreno sino en todas y cada una de las numerosas representaciones que de él se hicieron. La Compañía vió en muchas de ellas agotarse las localidades, fausto suceso que casi había olvidado que pudiera producirse. Llegó hasta hacer una especie de apoteosis de Echegaray en agradecimiento de haberla salvado de la miseria con su drama famosísimo.

En dicho mes de Junio hubo otra notable función; la que en la noche del 18 se dió en el Nacional á beneficio del Asilo de Mendigos, que con mil hercúleos trabajos iba sacando adelante la inagotable caridad, la singular filantropía del benemérito Francisco Díaz de León.

Se trataba de un escogidísimo concierto. La Srita. María Portilla ejecutó una difícil pieza con toda la maestría de una consumada pianista. No menos brillaron las Sritas. Ana y Pilar Morán, que tocaron á dos pianos una fantasía de Thalberg, que fué extraordinariamente aplaudida. María Lavista, casi una niña, interpretó á maravilla El despertar del León, de Konstki, con una seguridad digna de la verdadera profesora Josefina Brito, tan admirable y admirada artista. Las Sritas. Felisa Stávoli y Esther Plowes, cantaron, la primera, una aria de El Trovador y la segunda otra de Semiramis, con la misma

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