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Loa patriótica de los poetas Justo Sierra, Enrique de Olavarría y Esteban González, cuya música se puede decir que improvisó el barítono de la Compañía Manuel Cresj. Creemos que esta composición, en su género, es lo mejor que hemos visto en nuestro teatro. Lo que llamaron Loa sus autores, nos parece más bien una bella alegoría, llena de sentimiento, vida y animación.... Volviendo á la Loa, diremos, que la versificación y el pensamiento agradaron generalmente, que fué aplaudida con verdadero entusiasmo y que los autores fueron llamados dos veces á la escena, así como el Sr.Cresj, que, como antes dijimos, improvisó la preciosa música que el público oyó y celebró con tanto gusto."

La afortunada Loa patriótica corre impresa en la Tipografía de Tomás F. Neve en el mismo año de su estreno.

CAPITULO VII

1869.

En aquel mes de Mayo de 1869, México tuvo unos días de entusiasta regocijo con ocasión de la vuelta del Maestro Melesio Morales á la patria, después de haber pasado cuatro años en Europa, de la que traía honrosos laureles ganados en el teatro Pagliano de Florencia con su ópera Ildegonda. Su entrada en México el 13 de Mayo fué la entrada de un triunfador, y el entusiasmo del pueblo llegó al grado de quitar el tiro de su carruaje y conducirle á brazo desde la Estación de Buenavista hasta la casa de su alojamiento en la calle de la Aduana Vieja.

En la noche del sábado 22, la Sociedad Filarmónica le obsequió en su salón de conciertos de la ex-Universidad, con una brillante función dramática, desempeñada por alumnos de la clase de declamación de la que era entonces Profesor el Lic. D. Luis G. Pastor. Las obras representadas fueros Los lazos de la familia, de Larra; la cómica pieza El Maestro de Escuela, y una inspirada composición lírico dramática, letra de D. Luis Muñoz Ledo y música de Julio Ituarte, que desempeñaron con sumo acierto Daniel Ituarte y Concepción Carrión. Esa pequeña y lucida obra, intitulada El último pensamiento de Weber, tenía un diálogo animado y lleno de pasión, y conceptos elevados y poéticos. Es una elegía llena de sentimiento, dice el Maestro; es el grito desgarrador del alma de un artista desgraciado, que ve extinguirse su vi

da, que el genio se esfuerza vanamente en prolongar, luchando contra las esperanzas desvanecidas, contra los pesares de la miseria, contra la indiferencia de un mundo que no le comprende y contra la agonía del desaliento. Fué una feliz idea la del autor el presentar en la última hora del ilustre anciano á esa encantadora niña, que es como un ángel de la gloria asistiendo á la agonía del talento infortunado, y que Concha Carrión supo caracterizar admirablemente. Julio Ituarte compuso sus melodías precisamente sobre el tema del sublime compositor alemán. El público aplaudió, como era justo, con entusiasmo, y llamó á la escena á los autores y á sus felices intérpretes. En aquella notable función tomaron parte como actores y actrices Adelaida Franco, Carolina Paulet, Maclovia Sierra, Concepción Carrión, Matilde Navarro, Elisa Castro, Mariano Sierra, R. Oropeza, Francisco Lebrija, José María Ontiveros, Daniel Ituarte, E. Carrillo, Manuel Montes de Oca, José T. Posadas, Francisco Abad, y los niños Sornoza, Manuel Plata, Federico Cancino, Nicolás Franco, Vicente Franco, y muchos alumnos del Conservatorio. La mayor parte de los nombrados trabajaron con positiva maestría, y, andando el tiempo, algunos, como Concepción Carrión y Matilde Navarro, han logrado alto y honroso puesto en la escena mexicana.

Algunos días después, el lunes 7 de Junio, tuvo lugar en el Teatro de Iturbide el gran concierto que la Sociedad Filarmónica Mexicana había dispuesto en obsequio del autor de Ildegonda. En esa fiesta magnífica se cantó su himno Dios salve á la Patria, que anteriormente había sido ya estrenado por la misma Sociedad en el Teatro Nacional. Melesio fué acogido con redoblados aplausos y entusiastas vivas, haciéndosele una positiva y envidiable ovación, que tan merecida tenía por su brillante talento y su patriotismo.

Entretanto, la selecta Compañía de Albisu en Iturbide había comenzado á anunciar sus últimas funciones, no tan concurridas como hubiese sido de desear; sin embargo, aunque aquellos modestos y ameritados artistas anunciaron como función de despedida la que en la noche del 19 de Mayo se dió á beneficio de Cresj con el segundo acto de Las Amazonas del Tormes, una aria del Don Quijote de la Mancha, del compositor mexicano D. Eusebio Planas, y la zarzuela Marina, la Empresa hubo de abrir el 21 de Mayo un sexto abono.

Dió principio á él con El Relámpago, en que se presentó la simpática tiple Adelaida Serra de Bravo, mediana como cantante, pero distinguidísima como actriz. En la función del 29, que fué la quinta del abono, se cantó la zarzuela en dos actos El Estreno de una Artista, tomando parte la celebrada familia Buislay, que ejecutó la barra horizontal; las Pinzutty bailaron un paso á dos: los Buislay sorprendieron con la limpieza de sus juegos icarios, y el acróbata mexicano Montaño se hizo aplaudir en su ejercicio el trapecio aéreo volante.

R. H. T.-T. III.-8

A

Todos ellos formaban parte de la Compañía de Circo que Albisu enviaba á México. La de zarzuela del mismo empresario, dió su defi- ́ nitiva última función el 30 de Mayo, y salió para Puebla, cuyo primer teatro tenía de tiempo atrás contratado, y el campo quedó por Gaztambide, que siguió viendo muy concurrido el Nacional por un público joven y elegante, encantado al delirio con Elisa Zamacóis, quien en el ligero traje griego de Galatea estaba más que hermosa y tentadora, sobre todo en la escena de la embriaguez, ejecutada con una verdad capaz de sorprender á una bacante.

Al retirarse la zarzuela Albisu, se anunció que ocuparía el Teatro de Iturbide una Compañía de Bufos habaneros, singular en la ejecución de tipos, parodias, caricaturas, cantos y bailes de diversas naciones, y con especialidad de la Isla de Cuba. Esa compañía estaba así formada: Primera dama, Florinda Camps; Segunda, Pilar Pautret; Caracteristica, María Rodríguez; Bailarina y dama joven, Josefa Pérez; Actor general en todos los tipos, Luis Cruz y Badillo; Primer galán joven, José de la C. Castellanos; Segundo, Miguel Salas; Característico, Francisco Fernández; actores y cantantes bufos, Francisco V. Ramírez, Jacinto Valdés, Manuel R. O'Brien; Consuetas, Manuel V. Ramírez, y Tomás Cossío. El abono que abrió la Empresa fué por seis funciones á los precios de veinte pesos palcos y cuatro en luneta.

Como anteriormente dije, la Isla de Cuba andaba en atroz revolución á consecuencia del grito independiente dado en Yara, y nuestra República habíase poblado de cubanos insurgentes, venidos al calor de altas influencias de que disfrutaban por su paisanaje con apreciabilísimo caballero, muy allegado al ilustre Presidente D. Benito Juárez. México todo y en primera línea la Capital, simpatizó sin reserva alguna con la causa cubana, y famosísimas fueron las reuniones que se celebraron en el amplio local del Circo de Chiarini, en las que personas de mucho viso y formalidad pronunciaban entusiastas discursos, encaminados á crear simpatías y allegar elementos en favor de la independencia de la Isla. No faltaron entre los emigrados personas de talento y escritores y poetas de positivo valer, que en discursos, artículos y buenos versos arrojasen abundante combustible á aquel incendio de fraternidad, y la Colonia española anduvo medio escamada con el dicho entusiasmo que, como era de temerse, se traducía muchas veces en conceptos poco favorables para la madre patria. No quiero entrar en pormenores, y baste lo dicho para dar á entender que no faltaron conflictos desagradables, entre los cubanos y sus amigos, y los españoles y los amigos de éstos.

Así las cosas, la Compañía de bufos habaneros se hizo aparecer por sus simpatizadores como formada por patriotas que, no pudiendo soportar la tiranía española, llegaban á México á buscar por medio de sus representaciones bufas, recursos para mantener y sostener com

batientes. Esto produjo desde luego el resultado de que todas las familias más o menos relacionadas con los españoles se abstuvieran de abonarse al nuevo espectáculo, y de que otras muchas les imitasen para evitar los desagrados que eran de temerse de tan exaltado entusiasmo. Pronto se supo que el abono fracasaba, y se dió en murmurar que ello era debido á intrigas de los españoles, sin lograrse otra cosa que poner los ánimos en más pésima situación. Se esperaba, sin embargo, que las entradas eventuales compensarían con ventaja el retraimiento del abono, y la empresa expidió su programa siguiente:

"¡¡Bufos habaneros!! ¡Espectáculo nuevo! Primera función de abono, para la noche del miércoles 2 de Junio de 1869.-Orden de la función.-Después de una danza habanera, tocada por la orquesta, se pondrá en escena la ensaladilla original del joven bufo D. Francisco Fernández, la cual está dividida en tres partes, del modo siguiente: Primera parte: Los negros catedráticos, en la que cantarán su autor, D. Francisco V. Ramírez y D. Jacinto Valdés, la bonita guaracha intitulada ¡Que te vaya bien, chinita!-Segunda parte: El bautizo, en la que se cantará la preciosa canción de Byron, traducción del poeta cubano D. Rafael M. Mendive, intitulada La Isabel.-Tercera parte: El negro Cheche ó Veinte años después, en la que se cantará por su autor, D. Francisco V. Ramírez y D. Jacinto Valdés, la guaracha que lleva por título Yo comi flores. En el intermedio del primero al segundo acto, cantarán los jóvenes Ramírez y Valdés la canción cubana El esclavo."

Aquí cedo la palabra al Maestro Altamirano, quien en una Revista de la semana, fechada el 12 de Junio, dijo: "¡Pobres bufos habaneros! Comenzaron por recibir una silba, no podremos decir preparada por quiénes, porque no lo sabemos; pero la recibieron. Este suceso dió lugar á dimes y diretes en la prensa, á recriminaciones, á disgustos y á hechos que pudieron echar á perder en un instante la buena y laboriosa obra concluída por el eminente D. José Valero; es decir, la completa fraternidad entre mexicanos y españoles, lo cual habría sido de sentirse grandemente, y nosotros lo hubiéramos los primeros lamentado, porque creemos haber cooperado en aquella época de grata recordación, con nuestros pobres escritos y trabajos, al laudable proyecto del ilustre actor español. Por fortuna, el buen sentido del público no dejó que tal descomposición se verificara, y todo ha quedado en silencio, incluso el teatro de Iturbide, al que no han concurrido sino unos sesenta ú ochenta aficionados á toda clase de diversiones. En las funciones siguientes á aquella en que hubo la silba, el público se mostró muy galante; numerosos ramilletes volaron á la escena al aparecer los artistas, y cien aplausos les recompensaron de los pasados sufrimientos; pero ramilletes y aplausos no eran

desgraciadamente á propósito para llenar los gastos, y se perdía en cada función una suma espantosa, según estamos informados.

"Por último, llegó la función del miércoles en la noche, y estaba escrito por la mano de la fatalidad que ésta había de ser la última; parece que el destino, con cruel sarcasmo, inspiró á los artistas la idea de poner en escena una pieza intitulada: ¡Miseria y Compañía! ¡Ay! Esta había de ser la desgraciada y la postrera. El teatro tenía un aspecto de entierro; los cuarenta concurrentes tenían una dolorida expresión de padres agonizantes, y se inclinaban taciturnos y sofolientos en sus asientos. Faltaban todavía algunas piezas; los individuos de la orquesta, que no tenían esperanza de ser pagados, destemplaron sus violines y desatornillaron con una calma implacable sus clarinetes y oboes, y levantándose con aire ceñudo desfilaron por la calle de enmedio, para no volver jamás.

"Con aquella defección, los artistas acabaron de perder la moral y algunos se accidentaron. Los padres agonizantes vieron con ojo interrogador aquel desfile; pero armados con una paciencia de Job, con la paciencia que da el haber pagado su entrada y no querer regalar ni un céntimo de lo pagado, aguardaron.

"Pasóse un buen rato y.... ¡nada! A poco se alzó el telón y dos damas salieron á cantar la Paloma. La tal Paloma estaba ya muerta; matóla una gracejada de Sánchez Osorio en el Teatro Nacional, hace días; pero si aun le quedaba un soplo de vida, el golpe de gracia se le dió en Iturbide en la noche del miércoles. Entonces sí murió para siempre.

"Después de este percance, nuevo silencio, y al cabo de muchos minutos el telón volvió á alzarse, pero para avisar que uno de los artistas se había indispuesto y que la función no podía terminarse. El público, generoso como es, comprendió la inmensa desgracia de la desventurada Compañía, y desfiló también en silencio, como habían desfilado los músicos. Y así se acabó esa historia. Los bufos concluyeron ya.

En cambio, Gaztambide en el Nacional seguía su temporada viento en popa; el 5 de Junio dió la primera función de un tercer abono de doce; los dos precedentes habían sido de diez y seis. En ese tercero puso El Sargento Federico, La Conquista de Madrid, Las amazonas del Tormes, La Hija del Regimiento, Los Madgyares, Galatea, más aplaudida cuanto más repetida; El estreno de una artista, Los Dioses del Olimpo, Los diamantes de la corona y El diablo las carga. El 18 del citado Junio, dió Elisa Zamacóis su beneficio, con una concurrencia brillante y tan numerosa que no quedó ni una localidad vacía en el vasto teatro; los regalos fueron verdaderamente magníficos, y figu. raron entre ellos dos coronas y un ramillete cargados de onzas de oro. La obra que puso en escena fué un arreglo de la ópera Marta,

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