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pié derecho que me hice pedazos todos los huesos de los dedos dél, desechando la choquezuela del dedo pulgar y sacándomela toda á pedazos: en el discurso de la cura estuve tres meses en la cama, porque la tuve muy trabajosa é se me recrecieron grandes accidentes, y tanto que todos me tuvieron muchas veces por muerto: si sentian ó nó los vasallos de V. M. y Cabildo la falta que hiciera en su cesáreo servicio y en el beneficio de todos, ellos se lo saben y darán testimonio si les pareciere convenir á lo dicho.

Principio de diciembre me empecé à levantar de la cama para solo asentarme en una silla, que en pié no me podia tener. En esto llegaron las fiestas de Navidad: viendo que si no partia á la poblacion desta ciudad de la Concepcion, y conquista desta tierra, por entonces que las comidas estaban en el campo y se comenzaban á cojer, habia de dilatar la poblacion para otro año, porque no convenia entrar en invierno, que comienza en esta tierra por abril; y por tener fechas casas para nos meter en aquellos dos ó tres meses que podiamos tener de tiempo, aun no convalecido, contra la voluntad de todo el pueblo, porque vieron no poderme sostener por ninguna via sobre el pié ni subir á caballo, me hice llevar en una silla á indios; é así parti de Santiago con doscientos hombres de pié é caballo. Tardé hasta pasar de los limites que estan repartidos á Santiago, veinte dias, en los cuales ya yo venia algo recio y podia andar á caballo: pongo en órden mi gente, caminando todos juntos, dejando bien proveida siempre la rezaga, y nuestro servicio y vagage en medio, y unas veces yendo yo, y otras mi teniente, y otras el maestre de campo, y otras capitanes, cada dia con treinta á cuarenta de caballo delante descubriendo é corriendo la tierra, viendo la disposicion della, donde habiamos de dormir, dando cuazavaras á los indios que nos salian al camino, que siempre hallábamos quien nos defendia la pasada.

Sacra Magestad: procederé en mi relacion y couquista advirtiendo primero, aunque en ello no me alargo, como llevaba

delante la instruccion que se me dió en su cesáreo nombre, y el requerimiento que manda V. M. se haga á los naturales primero que se les comienze la guerra, y de todo estaban avisados los señores de esta tierra, é yo cada dia obraba en este caso lo que en cumplimiento destos mandamientos soy obligado é convenia.

Pasado el rio de Itata, que es cuarenta leguas de la ciudad de Santiago, donde acaban los limites y jurisdiccion della, caminé hasta treinta leguas, apartado catorce ó quince de la costa, y pasé un rio de dos tiros de arcabuz en ancho, que iba muy llano é cergo, y dada á los estribos á los caballos, que se llama Nivequeten, que entra en el de Biubiu, cinco leguas antes de la mar: á la pasada dél mi maestre de campo desbarató hasta dos mil indios, yendo aquel dia delante, y tomó dos ó tres caciques.

Pasado este rio, llegué al de Biubiu á los 24 de enero deste presente año de 550: estando aderezando balsas para lo pasar, que porque era muy cenagoso ancho é fondo no se podia ir á caballo, llegó gran cantidad de indios á me lo defender; y aunque pasaron desta otra parte, fiándose en la multitud, á me ofender, fué Dios servido que los desbaraté á la ribera dél, y matáronse diez ó doce, y échanse al río y dán á huir.

Por no aventurar algun caballo fúime rio arriba á buscar mejor paso dende á dos leguas parece gran multitud de indios por donde íbamos; dá el capitan Alderete en ellos con veinte de caballo, y échanse al rio, y él con los de caballo trás ellos : como vi esto envié otros treinta de caballo á que le hiciesen espaldas, porque habian parecido mas de veinte mil indios de la otra banda pasaron é ahogose un muy buen soldado, porque llevaba un caballo atraidorado: mataron gran cantidad de indios, é dieron la vuelta á la tarde con mas de mil cabezas de obejas, con que se regocijó toda la gente; que en fin el soldado como no muera de hambre, loor es morir peleando. Caminé otras dos ó tres leguas el rio arriba y asenté allí tercera vez: vinieron mas cantidad de indios à me defender el paso, y ya por allí

aunque daba el agua encima los bastos á los caballos, era pedregal menudo: pasé á ellos con cincuenta de caballo é diles una muy buena mano: quedaron tendidos hartos por aquellos llanos, é fuimos matando una legua y mas, y recojime á la tarde.

Otro dia torné á pasar el rio con cincuenta de caballo, dejando el campo desta otra banda, y corrí dos dias ácia la mar, que era encima del parage de Arauco, donde topé tanta poblacion que era grima, y di la vuelta porque no me atreví á estar mas fuera del campo, porque no recibiesen daño con mi ausencia.

Ocho diás holgué allí, corriendo siempre à un cabo y á otro, á tomando ganado para nos sustentar en donde hubiésemos de asentar, é así hice levantar el campo: torné á pasar el rio de Nivequeten, é fuí ácia la costa por el Biubiu abajo: asenté media legua dél, en un valle cerca de unas lagunas de agua dulce, para de alli buscar la mejor comarca: estuve allí dos dias mirando sitios, no descuidándome en la guardia, que la mitad velábamos la media noche, y la otra la otra media.

La segunda noche, en rindiendo la primera vela, vinieron sobre nosotros gran cantidad de indios, que pasaban de veinte mil; acometiéronnos por solo una parte, porque la laguna nos defendia de la otra, tres escuadrones bien grandes con tan gran ímpetu y alarido, que parecian hundir la tierra, y comenzaron á pelear de tal manera, que prometo mi fé, que ha treinta años que sirvo á V. M. y he peleado contra muchas naciones, y nunca tal teson de gente he visto jamás en el pelear como estos indios tuvieron contra nosotros, que en espacio de tres horas no podia entrar con ciento de caballo al un escuadron, y ya que entrábamos algunas veces, era tanta la gente de armas en astadas é mazas, que no podian los cristianos hacer á sus caballos arrostrar á los indios, y desta manera peleamos el tiempo que tengo dicho; é viendo que los caballos no se podian meter entre los indios, arremetí con la gente de á pié á ellos, y como

fuí dentro en su escuadron y los comenzamos á herir, sintiendo entre sí las espadas, que no andaban perezosas, é la mala obra que les hacian, se desvarataron: hiriéronme sesenta caballos y otros tantos cristianos de flechazos é botes de lanza, aunque los unos y otros no podian estar mejor armados, y no murió sino solo un caballo á cabo de ocho dias, y un soldado que disparando otro asina un arcabuz le mató; y en lo que quedó de la noche y otro dia no se entendió sino en curar hombres y caballos, é yo fuí á mirar donde habia los años pasados determinado de poblar, que era legua y media mas atrás del rio grande, que digo de Biubiu, en puerto y bahía, el mejor que hayen Indias, y un rio grande por un cabo que entra en la mar; de la mejor pesquería del mundo, de mucha sardina, céfalos, tuninas, merluzas, lampreas, lenguados, y otros mil géneros de pescados, y por la otra otro riachuelo pequeño, que corre todo el año de muy delgada é clara agua.

ay

Pasé aquí el campo á 23 de febrero por socorrerme de la galera y un galeoncete, que me traia el capitan Juan Bautista de Pastene, mi teniente general de la mar, que venia corriendo la costa; y le mandé me buscase por el parage deste rio. Otro dia por la mañana comencé à entender en hacer una cerca, de donde pudiésemos salir á pelear, cuando nosotros quisiésemos, y no cuando los indios nos solicitasen, de muy gruesos árboles hincados y tejidos como seto, y una cava bien ancha y honda á la redonda, é por dar algun descanso á los conquistadores en lo de las velas, porque hasta allí habia sido en estremo trabajoso el velar por ser siempre armados y cada noche, por no tener que guardar servicio enfermos ni heridos, la cual hicimos á fuerza de brazos dentro de ocho dias, tan buena é fuerte que se puede defender á la mas escojida nacion é guerrera del mundo. Acabada de hacer, nos metimos todos dentro; y reparti los alojamientos y estancias á cada uno, que tomamos sitio conveniente para ello á los 3 dias de marzo del dicho año de 550.

Nueve dias adelante, que fueron doce del dicho mes, habiendo

tenido nueva tres dias antes como toda la tierra estaba junta, é venia sobre nosotros infinitísima cantidad de indios, que por no los haber podido ir á buscar por fortificarnos, estábamos de cada dia esperando aquellos toros, y en esto á hora de vísperas se nos representaron á vista de nuestro fuerte por unas lomas mas de cuarenta mil indios, quedando atrás, que no se pudieron mostrar, mas de otros tantos: venian en estremo muy desvergonzados cuatro escuadrones de la gente mas lucida é bien dispuesta de indios que se ha visto en estas partes, é mas bien armada de pesquizos de carneros y obejas, y cueros de lobos marinos crudios, de infinitos colores, que era en estremo cosa muy vistosa, y grandes penachos todos con celadas de aquellos cueros á manera de bonetes grandes de clérigos, que no hay hacha de armas por acerada que sea, que haga daño al que la trajere, con mucha flechería, y lanzas á veinte é á veinte é cinco palmos, y mazas y garrotes; no pelean con piedras.

Viendo que los indios venian á darnos por cuatro partes, y que los escuadrones no se podian socorrer unos á otros, porque pensaban situarnos y ponernos campos sobre el fuerte, mandé salir por una puerta al capitan Gerónimo de Alderete con cincuenta de caballo, que rompiese por un escuadron que venia á dar en la misma puerta y estaba della un tiro de arcabuz, y no fueron llegados los de caballo cuando los indios dieron lado é vuelven las espaldas: los otros tres escuadrones, viendo rotos estos, hacen lo mismo, secretándose hasta la noche. Matáronse hasta mil quinientos á dos mil indios, y alancceáronse otros muchos, y prendiéronse algunos, de los cuales mandé cortar hasta doscientos las manos y narices en rebeldia de que muchas veces les habia enviado mensageros y hécholes los requerimientos, que V. M. manda. Despues de hecha justicia, estando todos juntos, les torné á hablar porque habia entre ellos algunos caciques é indios principales, y les dije, é declaré, como aquello se hacia porque les habia enviado muchas veces á llamar é requerir con la paz, diciéndoles á lo que V. M. me enviaba á

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