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XXXV.

Diario del R. P. Fr. Benito Delgado, capellan de la espedicion que se hizo para el descubrimiento de los Césares (1).

Sr. Gobernador D. Joaquin de Espinosa y Dávalos: - Recibí la de V. S. de 18 de enero próximo pasado, en la que me ordena y manda que respecto de haber sido destinado por su superior órden en calidad de capellan para la espedicion hecha á Riobueno con el fin de descubrir los españoles que se cree habitar entre los indios llamados comunmente los Césares, y con el encargo de que al mismo tiempo, conforme á mi instituto de misionero apostólico, solicitase la reduccion de los indios gentiles de mi tránsito á nuestra santa fé, y facilitase el paso para dicho deseado descubrimiento, y que en consecuencia de haber presenciado las operaciones y sucesos de dicha espedicion le informe con una relacion fiel, verídica y exacta de todo lo practicado hasta aquí.

Bien quisiera haber dado cumplimiento á dicha órden de V. S. con la prontitud que es de mi obligacion; pero el haber

(1) Sacado de nuestra Coleccion de manuscritos.

NOTA.Notoria es la credulidad con que los gobernadores de V aldivia á mediados del último siglo admitieron las nociones de ciertos indios sobre la existencia de varias grandes ciudades españolas en las cordilleras de esta provincia; al oírlos no se hubiese dudado el que estas misteriosas ciudades encerraban inmensas riquezas, que escitaron tanto la concupiscencia cuanto la curiosidad de los gefes, y de órden re al se hicieron repetidas espediciones para descubrir este nuevo Dorado: el diario que publicamos es sobre todo interesante por las noticias geográficas que da.

(EL AUTOR.)

llegado rendido de los trabajos y fatigas de tan largo y penoso viaje, y las ocupaciones que contínuamente se ofrecen en esta mision, en que me tiene puesto la obediencia y en que por estar en su primera fundacion es necesario trabajar en lo espiritual y temporal aun mismo tiempo, me lo ha impedido hasta ahora, y aun en lo presente, por el mismo motivo no puedo hacerlo con aquella individualidad y estension que V. S. me encarga y yo deseaba; pero sin embargo procuraré ejecutarlo en la mejor forma que pueda y la escasez de tiempo me lo permita, sin omitir cosa alguna que juzgue ser esencial ó importante al real servicio y á los demás fines y justificados motivos que V. S. me espresa.

En esta conformidad, por lo que toca á los procedimientos de V. S. en las disposiciones y progresos de esta espedicion, aunque pudiera dilatarme mucho no lo hago así por no ofender la modestia de V. S. con las alabanzas que le son tan debidas por el empeño con que ha tomado á su cargo un objeto tan del servicio de ambas Majestades, como porque es tan notorio á todos los vecinos de esta plaza el zelo con que se ha esmerado en el cumplimiento de los superiores órdenes que tuvo para solicitar el dicho descubrimiento, costeando de su caudal los gastos de la espedicion, como tambien la madurez y arreglo con que ha procedido en todas las determinaciones concernientes á ella y á su feliz éxito, sin que á esto pueda obstar la maledicencia ó murmuracion de algunos, cuya censura, ó por ignorancia ó por mal intencionados, juzgo debe enteramente despreciarse.

Por lo que mira á los acaecimientos de la espedicion, digo que habiendo llegado el comandante principal de ella D. Ignacio Pinuer y el teniente D. Ventura Carballos con la tropa de su mando el dia 19 de setiembre á esta mision de Arique, se mantuvieron aquí hasta el dia 22, en que despues de haber oido misa sali yo con ellos á medio dia, y esa misma tarde encontré en el camino al miliciano Eusebic Flores que venia de Rio

bueno con dos cartas del capitan de amigos de esta mision D. Francisco Aburto, una para V. S. y la otra para mí, en las cuales participaba cómo salia de Riobueno para la laguna de Puyehue, en compañía de su cuñado Baltasar Ramirez, de Miguel Espino, Tomás Encinas y Manuel Ojeda, á ver si podian lograr el deseado descubrimiento de los Césares, en virtud de la licencia que él habia pedido y que V. S. le habia dado cuando fué escoltando á los caciques de Riobueno en su regreso, y haciendo al mismo tiempo oficio de lengua general para hacer dicha entrada si se le ofrecia ocasion oportuna. Espresaba así mismo que lo acompañaban algunos caciques, con algunos de sus mocetones, aunque tengo por cierto que si ninguno hubiese querido acompañarlos, el dicho capitan Aburto con su cuñado solos se hubieran arrojado á tan árdua empresa con la misma resolucion; pues como V. S. no ignora ambos son valerosos y de espíritus nobles, y capaces de acciones heróicas; sin que por esto sea mi ánimo disminuir el mérito de los otros tres que los acompañaron y quedan referidos, antes bien aseguro á V. S. que son soldados de valor y que merecen ser premiados por la constancia y fidelidad con que trabajaron y sirvieron en esta espedicion.

Leidas entrambas cartas que venian abiertas, las despaché con el mismo correo al P. presidente de misiones Fr. Juan Matud para que se las dirijiese á V. S. con toda prontitud; en cuyo Telvú, donde alojamos este dia, recibió el comandante de la espedicion un pliego de V. S. con la copia de una carta escrita por el lengua general D. Juan de Castro desde lo del cacique Guril, en la que participaba estar algo receloso de los llanos; por cuanto dicho cacique Guril, á quien se le pedia camino para que los correos pudiesen llegar con mas brevedad desde Valdivia á Riobueno, y desde Riobueno á Valdivia, respondió que no podia deliberar en la materia sin consulta de los demás caciques, para lo cual haria junta, y segun lo que de ella saliese resolveria.

DOCUM. I.

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Desde este paraje proseguimos nuestra marcha á Quinchilca, á donde llegamos el dia 29, y tomamos alojamiento media legua mas arriba de la casa del cacique gobernador D. Ignacio Antillanca, quien al pasar nos sacó de comer y de beber, y nos dijo que los caciques no querian entregarse á nosotros, y que habian llamado en su ayuda á los Peguenches y Poelches para defenderse. Preguntado si habia recibido mensaje tocante á este asunto, respondió que nó, pero que lo habia oidodecir. A esto se le respondió que nosotros no ibamos á hacer daño á nadie, sino á saber de cierto si habia tales españoles á dentro; pero si querian hacernos daño á nosotros, que llevábamos bastantes bocas de fuego para defendernos, y que si hubiese novedad con ellos, luego saldrian otros cincuenta hombres á reunirse con nosotros, y despues de estos saldrian todos los que fuesen necesarios para acabar con los alzados. Al dia siguiente vino á vernos en nuestro alojamiento dicho cacique Antillanca con sus hijos, y nos trajeron camarico al comandante y á mí, los que gratificamos con ají, sal y tabaco: al despedirse de nosotros dijo al comandante que así como él no pedia pagas por franquear el camino, que tampoco se le diesen á ninguno de los caciques que estaban mas adelante; y que luego que marchásemos le hiciésemos señal con un tiro para saber que ya habiamos salido, porque estaba en ánimo de enviar mensaje á V. S. participándole como ya habiamos pasado ó salido de su tierra para adelante, y juntamente pidiéndo le unos diez hombres para su resguardo, porque temia que los alzados le viniesen á quitar la vida luego que supiesen que habian pasado los españoles, porque les habia franqueado el camino. En este alojamiento nos estuvimos algunos dias por causa de un temporal que se levantó.

El dia 3 de octubre por la tarde me llegó una carta de mi P. compañero Fr. Gerónimo Ferrer, en que me participaba entre otros asuntos el cuidado con que estaba V. S. por el capitan Aburto y los otros cuatro soldados que con él habian

internado á la laguna de Puyehue; no tanto por la consideracion del riesgo á que se habian arrojado, como por algunos falsos rumores que por esta causa se habian esparcido en esa plaza. Pero casi al mismo tiempo llegó de Lumaco el soldado Luis Gonzaga con el aviso de que el capitan Aburto y sus compañeros habian llegado ya á casa del cacique Paillatureu de vuelta de la laguna, y no venia en persona por hallarse con el caballo rendido. Dió órden el comandante al dicho soldado Gonzaga que al dia siguiente por la mañana saliese otra vez para Lumaco y avisase al cacique Paillatureu de que ya íbamos para allá; y juntamente al capitan Aburto que viniese á encontrarnos por si acaso nosotros no podiamos alcanzar. Por esta causa hice que los indios que mi P. compañero me habia despachado con la carta nos siguiesen hasta alcanzar á Aburto para participar á V. S. las noticias que este me comunicase; por cuanto se habia cerrado el comisario en que dicho Aburto y los demás que habian entrado con él habian de volver con nosotros á Riobueno, sin embargo de haber yo hablado al segundo comandante para que estos pobres hombres pasasen á sus casas siquiera á mudarse de ropa, pues habia casi dos meses que no lo habian hecho. Pero habiéndome respondido que tenian órden de V. S. para hacerlo así, callé sin hablar mas en la materia.

El dia 4, cerca de las doce, llegamos á Chaco, y viendo que las cargas venian muy atrás determinó el comandante que alojásemos en este paraje. A poco rato llegó el capitan Aburto con Tomás Encinas y Manuel Ojeda, y despues de saludarme pasó á la tienda del comandante, adonde fuí yo tambien en su seguimiento por saber las noticias que traia de á dentro, y juntamente porque no habiendo llevado á bien el comandante su entrada en la laguna, temí que lo recibiese con desabrimiento. luego le dijo que así él como los demás habian de retroceder siguiendo la tropa; á lo cual respondió Aburto con mucho sosiego que pronto estaba á hacerlo así, porque ya estaba acos

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