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de la escuela de primeras letras de los Andes, cuando el ejército patriota, viendo perdida por el momento la causa de su libertad, pasó á la Argentina.

La licencia de Camus para aceptar el puesto de maestro de escuela, fué otorgada por el provincial fray Pedro Díaz. Camus era natural del valle de Aconcagua y educado en el colegio de Santo Tomás de Aquino. Á los veinte años ingresó en la Orden y desde entonces se consagró ardientemente á la enseñanza de la juventud en el colegio en que había hecho su aprendizaje.

Á continuación se publica la licencia dada á fray Manuel Ca

mus:

«Nos fray Pedro Díaz, Presentado en Sagrada Teología, examinador sinodal del obispado de la Concepción y actual prior provincial de esta provincia de San Lorenzo Mártir de Chile del sagrado Orden de Predicadores, etc.

<Por los presentes y autoridad de nuestro oficio concedemos nuestra bendición y licencia al hermano fray Manuel Camus para que por el tiempo de nuestra voluntad pueda ejercer el oficio de escclero de primeras letras en la villa de Santa Rosa de los Andes, en atención á que el Excmo. Señor Presidente y Conde de la Conquista Don Mateo de Toro, nos lo tiene pedido para el mencionado ejercicio; y le encargamos y mandamos, se porte con toda religiosidad dando en todo buen ejemplo á las gentes de dicha villa y en especial á la juventud que le encomienden á su cargo.— Dadas en este convento grande de N. S. del Rosario, de Santiago de Chile, firmadas de nuestra mano, selladas con el sello menor de nuestro oficio y refrendadas de nuestro infrascrito secretario de provincia en 26 de octubre de 1810.-Fray Pedro Díaz, prior provincial.-De orden de S. P. M. R.—Fray José Antonio Maguilla, Secretario y Comp.>>

VI

Escuela de Petorca

La ciudad de Petorca tiene el mismo origen que la de Santa Rosa de los Andes.

En 1798 se empezaba ya á poblar este asiento. Contaba con un cabildo activo y laborioso que no escascaba los medios de conse guir el que la naciente ciudad no careciera de nada.

Al repartirse los solares de la nueva villa en 1780 habíase separado un sitio para construir en él una escucla pública; pero esta construcción no había podido llevarse á cabo por carecer aún el cabildo de los propios suficientes para esta obra (1).

El 20 de enero de 1798 presentóse al cabildo una solicitud de uno de los vecinos en la que decía que se obligaba á construir este edificio mediante la cesión del sitio, el señalamiento de alguna subvención y otras condiciones que detallaba.

El vecino que suscribía esta solicitud era Don José de Sepúlveda, hombre ya de más de cuarenta años de edad y que había contribuído muy eficazmente á la instalación de la villa. Era natural de Santiago de Chile; poseía alguna instrucción y una hermosa letra española, que aún en el día se envidiaría.

Sepúlveda era el hombre á propósito para esta obra. De un carácter suave y coneiliador, poseía esa gran virtud que constituye al verdadero maestro: la paciencia. Contaba con algunos ahorros y su plan era seguramente emplearlos en un objeto útil y que le dejara pasar una vejez tranquila.

VII

La solicitud que presentó al cabildo iba concebida en los siguientes términos:

<Señores Alcaldes ordinarios:

<Don José de Sepúlveda, en la mejor forma que proceda de derecho, parezco ante V. M. y digo: Que habiéndose señalado en el repartimiento que se hizo de esta población el sitio número uno, cuadra número trece, para construcción de una escuela pública á beneficio de educar y enseñar las primeras letras á la numerosa juventud que existe en este lugar, he resuelto á expensas de mis intereses el proceder á edificar todo el sitio expresado con solo el cristiano fin de aliviar á las abundantes familias que estrechadas con la poseida necesidad que les ha deparado su suerte, consiguen apenas administrarles á la muchedumbre de chicuelos de diaria precisa manutención, y atendiendo asimismo á que los pobres pa

(1) Vol. 127, pieza 2,210. Archivo Capitanía General. Biblioteca Nacional.

y

dres de familia sólo tienen espíritu para las lamentables quejas que se hacen de no encontrar, en donde con sujeción y regia formalidad puedan fomentar el preciso y necesario riego que á sus recién nacidas plantas, deben dar para el feliz logro de una fecundidad provechosa.

«Estos pues, señores, son en verdad fuertes fundamentos y poderosos motivos que apiadan, mueven y estimulan al natural blando de mi genio para verificar la construcción enunciada esperando sólo que la justificación de V. M. se sirva hacerme merced del citado sitio señalado para que con la brevedad que exige la necesidad pública, ejecutar el levantamiento de dicho sitio, componiéndose éste de los materiales acostumbrados de adobe y teja, con sus fuertes cimientos correspondientes, haciendo á continuación de las piezas que sirven para escuela, una tienda de esquina con su trastienda y un cuarto que sea para arrendar, con cuyo producto y el que V. M. conceptúe asignar de los propios de la villa sirva de suficiente congrua para la renta anual del maestro que enseñase; corriendo asimismo á igual de este último cañón otro cuarto para que con lo que de él se recaudase, se puedan concurrir á las refacciones que se ofrezcan del precítado edificio.

«Me parece, pues, no haya embarazo que postergue el acceder á mi justa solicitud, y sólo regulo sea necesario para la completa formalidad y poner efectivo este proyecto la superior aprobación del Excmo. Señor Presidente á quien instruyendo V. M. con un circunstanciado informe á continuación de mi pedimento, vivo en la inteligencia franqueará liberal su superior licencia, atendiendo aquel excelentísimo señor á las miras del espíritu piadoso que me agita, y que á más del beneficio que resulta á favor del vecindario villano sirve de nuevo esplendor y un perfecto lucimiento á la prenotada villa á cuyo adelantamiento siempre he conspirado gustoso sin molestia de otro ningún particular.

«En esta virtud y haciendo el pedimento que más convenga, suplico á V. M. se sirvan mandar hacer según y como llevo pedido que es justicia y en lo necesario, etc.-José de Sepúlveda».

Á esta solicitud proveyó el cabildo el siguiente decreto:

«Santa Ana de Briviesca y enero 22 de 1798.

«Por presentada esta parte; concédasele el sitio que expresa para la construcción de la escuela y demás oficinas que se indi

can, dándose de ello parte con su respectivo informe al Excmo. Sr. Presidente, Gobernador y Capitán General del Reino y hágase saber.-Matías de Ugareta.-José de Larrañaga.-N. Salinas».

El informe á que se refiere el decreto que antecede iba concebido en los siguientes términos:

<Excmo. Señor Marqués de Avilés:

«Señor: Los alcaldes ordinarios de la villa de Santa Ana de Briviesca, en vista de una representación hecha por Don José de Sepúlveda, sobre solicitar permiso para levantar á sus espensas una escuela pública, y otros edificios para beneficio de ella en el sitio que en el reparto de esta villa se asignó para este fin, dicen: Que conociendo los informantes el cristiano celo con que siempre se dirige el suplicante á beneficiar al público y las ventajas que por este motivo resultan á todo este vecindario, no se omitió por ahora prestar la licencia que solicita para poder principiar la citada construcción y sus cficinas, interín que V. E. se dignaba librar su correspondiente aprobación, como lo solicitamos, en atención á no ofrecerse obstáculo, para postergar obra tan laudable y pía. Nos presumimos que V. E. tendrá á bien esta nuestra determinación.-Petorca y febrero 1. de 1798.-Matías de Ugareta.José Larrañaga».

Tanto la solicitud como el informe que antecede se extraviaron durante algunos meses y sólo en octubre de ese mismo año se resolvió el cabildo de Petorca á enviar un propio á Santiago, conduciendo copia de la solicitud de Sepúlveda.

VIII

El 14 de noviembre llegó el propio á Santiago y ya el 16 obtenía una providencia que ordenaba pasar todo al fiscal para que diera su vista.

El fiscal, Dr. Sánchez, dio el siguiente favorable informe:

<Excmo. Señor:

«El agente que hace de fiscal: Vista esta carta del alcalde de primer voto de la villa de Santa Ana de Petorca, con el documen.

to que la acompaña sobre fábrica de una escuela pública de primeras letras, dice: Que es constante haberse señalado en el repartimiento de sitios de aquella población hecho el año pasado de 1780 por el comisionado Don Antonio Mata un pedazo de terreno para edificio de dicha escuela pública. Esta es en Petorca por su abundante vecindario, nás necesaria que en otras pequeñas poblaciones. Pero la falta de propios y arbitrios, de que aun carece aquella hasta lo presente para sus precisas obras públicas no ha permitido costear la urgente de la escuela, para la enseñanza y educación de los niños. Y supuesto que Don José Sepúlveda exitado de su cristiandad y amor patriótico, se ha ofrecido a levantar á sus expensas en el referido sitio los edificios que expresa en su escrito remitido por el alcalde; parece debérsele no sólo aceptar su promesa de tan insigne obra piadosa, sino alentarlo á su más pronta ejecución y cumplimiento, dándole esta superioridad las gracias y recomendar su mérito á los alcaldes y al nuevo cabildo para que lo auxilien y contribuyan á la perfección de esta obra, por todos los medios posibles.-Santiago, 23 de noviembre de 1798.-Dr. Sánchez».

Cinco días después pronunciaba su fallo el presidente Avilés, aprobando lo obrado por el cabildo de Petorca y dando las gra cias á Don José de Sepúlveda.

El decreto de Avilés es el que va en seguida:

«Santiago, 28 de noviembre de 1798.

Vistos: Con lo expuesto por el agente que hace de fiscal, se acepta la propuesta que hace Don José de Sepúlveda de construir á sus expensas en el sitio número uno, de la cuadra número trece, los edificios que propone en su representación de 22 de enero de este año, dirigida á los alcaldes de Petorca para la erección y establecimiento de una escuela de primeras letras, y en su conformidad, remitiéndose á los referidos alcaldes y cabildo de dicha villa, testimonio de esta providencia para que la pongan en su archivo, prevéngasele que, dando á Don José Sepúlveda de parte de este superior gobierno las debidas gracias por la generosidad con que se franquea á hacer el costo de una obra, no menos piadosa que interesante al común, le preste todos los auxilios que sean necesarios para que aquella se haga con la perfección y anicipación que conviene y que concluída que sea y otorgado el

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