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CAPÍTULO II

TEXTOS Y MÉTODOS DE ENSEÑANZA

SUMARIO.-I. De la enseñanza en general.-II. El aprendizaje de la lectura; la Cartilla y el Catón, libros de lectura.-III. La escritura; modelos y planas; los Rayadores de papel.-IV. El Catecismo, la gramática y las cuentas.-V. Aulas de latinidad.-VI Variedad de textos.-VII. Escuelas de mujeres; el cura Zambrano.-VIII. Escuelas parroquiales; curas y curatos de Chile á fines de la era colonial.

I

Lo poco que se ha escrito en Chile, acerca de la enseñanza que se daba en las escuelas públicas de la colonia, adolece de algunos defectos, que dejan comprender bien poco cómo se hacía ella y la participación que tenían las autoridades en su régimen.

Ya sea con el propósito de enaltecer el progreso actual de la instrucción pública comparándola con otra inferior, ya con algún otro laudable fin, se ha procurado siempre hacer aparecer la enseñanza de entonces desprovista de los caracteres principales de adelanto y facilidades para los estudiantes que la constituían.

Así por ejemplo, se ha dicho que lo único gratuíto que se daba en ellas eran la enseñanza y la tinta y que todo lo demás se lo compraban los alumnos según sus facultades. Esto, no es exacto.

La escuela proveía á todos los alumnos pobres ó agraciados de los útiles necesarios para la enseñanza, y á los únicos á quienes no se daban era á los que notoriamente tuvieran con que adqui

rirlos.

Los maestros pasaban anualmente al gobernador de la provincia 6 al cabildo una lista de los efectos que necesitaban y éstos á la posible brevedad los remitían, comprándolos ya con dineros destinados á este objeto, ya con fondos erogados con este fin por los vecinos.

Para que se vea que objetos eran los que se daba en las escuelas para la enseñanza de los colegiales, va á continuación una lista de algunos de los remitidos en 1808 á Don Juan José Rivas, maestro de primeras letras en Osorno, con los valores que ellos tenían (1).

<Razón de los utensilios que se destinan anualmente á la Escuela Real de Osorno y su costo.

4 docenas de Cartillas á 7 reales docena.. $ 3-4 rs.
4 docenas de Catones á 30 reales docena..
12 libritos «Arte de estudiar» á 5 reales ca-
da uno....

15

7-4 N

4

4 libros de otras materias á 1 peso c/u....
1 resma de papel medio florete..
6 pautas de diversas reglas á 2 pesos c/u..
42 muestras para escribir, grandes y chicas
de muy buena letra á 1 real una con
otra....

y una porción de procesos y papeles para
leer los niños (no se carga nada por
ellos por ser buscados en esta oficina.)
Conducción á Valparaíso y de allí á Osorno..

14
12

7-7 "

2-4 M

Total....

$ 66-3 reales.

Santiago, 19 de febrero de 1809.

Fernández.-Manuel José de Benavides.»

Como lo comprueba este documento, cuidaba la autoridad de remitir aún á tan remota escuela, los libros, papel y reglas necesarias para la enseñanza.

II

El aprendizaje de la lectura hacíase por la Cartilla; en la que

(1) Este documento existe original en el archivo de la «Contaduría Mayor Biblioteca Nacional.

el alumno se ejercitaba mañana y tarde en voz alta. Las Cartillas comenzaban de esta manera:

ABC etc.

que los alumnos leían «Cristo, á, be, ce» y seguían hasta conocer todos las letras. Regularmente esta tarea duraba dos meses, durante los cuales podían computarse, sin temor de una gran equivocación, cada letra del alfabeto por una docena de guantes bien dados.

Venía después el deletreo que era el sumum de la dificultad en el aprendizaje. Los muchachos deletreaban en voz alta, á gritos, todos á un tiempo. Desde la puerta de la escuela no se oía á ciertas horas otra cosa que un gran murmullo, una inmensa algazara y una voz más alta que los demás que gritaba: be, á; ba: be, e, be: be, i; bi: be, ó; bo: be, ú; bu: etc., ú otra voz de tiple que chillaba: be, á. ene; ban: be, é, ene; ben: etc.

De repente un grito, una pelea; todos callan; álguien acusa. Después el ruído peculiar del guante, los gritos del castigado; por un rato el silencio y de nuevo: pe, á, pa, be, á, ene; ban: te,ere, á, ene;

tran: etc.

Tal era una escuela, escuchada desde la puerta de calle á la hora en que se enseñaba á leer.

Después de deletrear, iban los niños lentamente ejercitándose en juntar las sílabas, hasta formar palabras, otro escollo que algunos sólo pasaban á fuerza de latigazos y después de largos meses de ejercicio.

Concluída la Cartilla, comenzaban á leer en el Catón, libro en el que se contenían proverbios relijiosos, cuentecitos é historietas, llenas de buenos ejemplos y de enseñanza moral y social y algunos rezos del catecismo.

La lectura del Catón, costaba mucho menos que la Cartilla. Alumnos que no podian atinar á juntar dos letras al principio, pasada la Cartilla, se espedían con suma facilidad en el Catón.

Concluidos estos dos libros entraba ya el alumno en la clase de lectura, propiamente dicha. Esta se hacía por turnos y en voz alta. Tomaba el maestro un ejemplar de los libros de lectura y el otro lo pasaba al General, para que iniciase la clase, leyendo el pri

mero.

Como los textos no eran mui abundantes, bastaban dos para la

clase. El del General corría de mano en mano hasta que todos hubieran leído, y entonces cesaba la clase.

Para que los demás muchachos, no teniendo libro por delante no se distrajesen, solía el maestro de vez en cuando ordenar que parase repentinamente la lectura, preguntando al alumno, que maliciase estaba distraído, cual era la última palabra pronunciada por el lector. Cuando no respondía satisfactoriamente se le aplicaban dos palmetazos, y continuaba la lectura. Estas paradillas debían ser bastantes frecuentes si se quería conseguir que los niños no conversasen, ni jugasen, porque á cada rato se distraían y lo único que los contenía era el temor al castigo.

Los libros usados más comunmente para la lectura eran los siguientes:

El catecismo, de Ripalda

El compendio histórico de la religión, de Pintón

El compendio de la historia de España, de Duchesne

La Clave historial, del padre Enrique Flores

El niño instruido en la divina palabra, de fray Manuel de San José

El catecismo histórico, de Fleuri

Los diálogos de Desiderio y Electo

La guía de pecadores, de fray Luis de Granada
La curiosa filosofía, del padre Nieremberg

Diferencia entre lo temporal y eterno, del mismo

y algunos otros más que por no alargar demasiado esta lista no sé ponen.

El síndico, procurador del Cabildo de Santiago dispuso eu 1803, que á más de los libros nombrados se leyera La historia de Chile, probablemente se referiría á alguno de los textos impresos entonces y que eran los del padre Alonso de Ovalle, y del abate don Ignacio Molina, ó talvez al Compendio histórico que anónimo había publicado el último, poco antes de su Historia Natural y Civil.

III

La escritura era el ramo de enseñanza que mejor se aprendía en las escuelas de entonces.

El aprendizaje de ella hacíase en dos cursos, propiamente dicho.

Consistía el primero en enseñar al alumno á ir formando las letras y el segundo en ejercitarla, conjuntamente con la ortografía.

La primera enseñanza hacíase por modelos ó cartones pegados á la pared y todos ellos iban encaminados á adestrar al alumno en esa letra española, redonda, que tan olvidada se tiene hoy día. Principiaban los muchachos por ejercitarse durante algunas semanas en hacer palotes, ó rayas del tamaño de un renglón, más 6 menos inclinadas y á cierta distancia unos de otros. Cuando ya se habían ejercitado bastante en éstos, comenzaban á hacer líneas curvas, perfiladas y continuadas, que á manera de larga serpiente iban topando la parte superior de sus anillos en un renglón y la inferior en otro. Después de estos ejercicios empezaban ya á formar letras y rasgos y á saber el nombre y uso de ellas.

Como por entonces era casi desconocido el papel reglado, había en la escuela uno ó dos alumnos, á quienes se llamaba regladores de papel, para que hicieran las rayas necesarias para escribir. Estas se hacían tomando como base el grueso de las pautas ó reglas y rayando los renglones ó con un alfiler o con la pluma sin entintar. Hacíase esta delicada operación en la tarde del día anterior al en que debían usarse, y con un cuidado sumo, como que de él dependía la buena ó mola letra del escribiente.

Ya se ha hablado de las plumas usadas para la escritura y de la operación de tajarlas. Concluída la clase de escritura, que solía durar una hora y hasta dos, metíanse éstas en una vasija con agua, para que se conservaran limpias. Los proveedores de estas plumas eran los ganzos y patos; pero se vendían también en casi todas las tiendas del comercio.

Para explicar los modelos de escritura, y proceder con método á su estudio, y á la esplicacion de las letras y su valor como números romanos usábase un textito que sobre el modo de escribir había compuesto en la península don José de Anduaga; arreglado en forma de catecismo, con preguntas y respuestas sobre las cuales remataban los alumnos.

Las planas de los días sábados eran exhibidas por sus autores al comercio de la ciudad, y los comerciantes ponían en ellas uná nota según la letra que llevasen y faltas de ortografía que notasen. El comercio de entonces dejaba muchas horas desocupadas á los tenderos y éstos se prestaban gustosos á dar su veredicto á los muchachos, á quienes premiaban a veces con obsequios cuando daban grandes muestras de habilidad.

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