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na ilustración, llamado Mariano Garcés, el que viendo el provecho que podía sacarse de la enseñanza, abrió sin permiso del cabildo una escuela; quitando con ella á Lago gran parte de sus discípulos, especialmente de los hijos de padres pudientes.

Viendo amenazados sus intereses y que el pintor le llevaba los pocos alumnos que pagaban en la escuela, ocurrió Lago á la autoridad, presentando un memorial á don Francisco Tadeo Diez de Medina y Collao, Oidor Decano de la Real Audiencia y presidente interino del reino mientras entraba á ejercer su puesto el recién nombrado Muñoz de Guzmán.

El escrito que presentó Lago iba concebido en los siguientes. términos:

«Muy Ilustre Señor:

Don Manuel Segundo de Lago, maestro público de primeras letras, por esta superioridad para el curato de San Isidro, ante US. conforme á derecho parezco y digo: Que muchos años há que este curato se encontró con la fatal carencia de preceptores, hasta que yo me he dedicado, y para que se me concediese el título correspondiente se siguieron de derecho; pero ahora pocos tiempos se ha dedicado un maestro de pintor á poner una escuela de infantes en su tienda, orijinándose de ésto unos notorios perjuicios. El primero es que, como lo supone el griego: «qui discipulus non fuit, magister non potest esse,» y así por esta causa salen los pubertos con unos resabios que nosotros los facultativos no podemos desterrarlos.

Lo segundo porque para uno ser maestro debe tener muchísimas circunstancias, por cuyo motivo dispone su magestad en sus incesantes reales cédulas que para permitir licencia para poner escuela, haya el pretendiente de rendir un prolijo examen en el cabildo ordinario, precediendo ante omnia una completa información de moribus et vita, prohibiendo así mismo el que ninguna muger subpretexto enseñe á ningún infante, ni tampoco los maestros á ninguna niña.

Yo señor, teniendo consideración del pondus que me domina sobre el total cumplimiento á mi magisterio como que lo ejercito desde la edad de 26 años no cabales, sabiendo lo que se necesita para ser maestro, el aprovechamiento que saca la república de una formal escuela y el total daño de las de los ignorantes, asimismo

que yo estoi cargadísimo de niños pobres y que estos no me sufragan medio real para mi precisa alimonia y que los que me sufragan dos, tres y hasta cuatro reales son limitados; á lo contrario éste y otros maestos que solo enseñan lo que la rusticidad les alumbra y sin más permiso que el espontáneo, se están tomando el pré ó canon que sufragan los pudientes y que niños que tenía en la escuela los ha solicitado éste en perjuicio del curato, porque éste apenas sufraga con mi escuela sóla para mi mantenución, y siguiendo me veré precisado á desamparar mi aula y tomar otro destino y entonces volveremos tancuan erumus in principio con detrimento de la república, por lo que ocurro ante la justificación de US. para que se sirva dar la precisa comisión al secretario del ilustre cabildo ó á quien estime de justicia á fin de que se mande por US. nuevamente se cumplan las instrucciones hechas por esta superintendencia para que ninguno ponga escuela en este curato, sin el título correspondiente y asimismo que las que hubiere se las apremie por rigor de derecho, bajo aquella pena que US. apreciase por conveniente, mandando en igual conformidad que ninguna maestra enseñe niños hombres; que en esta atención á US. pido y suplico se sirva mandar en todo según y como llevo pedido por ser de justicia y en favor de la vindicta pública. Juro en forma el no proceder en malicia, etc.-Manuel Segundo de Lago.

En vista de este escrito ordenó el Oidor Medina que el maestro Garcés exhibiese el título con que había puesto escuela, y ordenó también se le prohibiera inmediatamente que su mujer tomara parte alguna en la enseñanza que se daba á los niños,

Parece ser la verdad que Garcés no tenía título alguno para enseñar y que su mujer, en sus ausencias desempeñaba el cargo de preceptor, lo que era para entonces un grave escándalo.

Algún tiempo después se mandó cerrar la escuela del pintor Mariano Garcés y se le multó por haberse ganado con engaño algunos alumnos de la escuela parroquial y hacerlos enseñar con su mujer; pero ya Lago había pasado á la escuela de San Lázaro, abandonando la suya en medio de las lágrimas y otras muestras de afecto de sus ex-alumnos.

VI

La escuela de San Lázaro, fundada bajo la advocación y título de Nuestra Señora de la Pastoriza, funcionaba desde hacía tiem

po, en tres piezas contiguas á la iglesia parroquial y desde sus principios había contado con gran número de alumnos, siendo de las más frecuentadas de la capital.

A la fecha de la visita del Oidor Irigoyen en 1803 contaba con 74 alumnos entre lectores y escribientes. Los nombres de los alumnos son los que á continuación se expresan, advirtiéndose que los que van precedidos de una D eran los que tenían Don, es decir los de la primera, ó que pagaban la enseñanza;

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Á principios de este siglo no existía ni con mucho la población que ahora en ese barrio de San Lázaro. Baste decir que la iglesia quedaba entonces casi cn los afueras de la ciudad.

Por este motivo sin duda el estado material de la escuela dejaba mucho que desear á la época de la visita. Los bancos y mesas estaban en muy mal estado, lo mismo el piso desigual y húmedo.

Lago había dirigido ya dos peticiones con el fin de procurarse los medios necesarios para renovar el material y refaccionar el local; una de ellas iba dirigida al cabildo de la ciudad, la otra al Director General de Escuelas. Pero ninguna de sus peticiones había sido atendida, y de ahí que él no tuviera culpa alguna en el desaseo que se tachó en su escuela.

La visita fué muy provechosa para Lago. Dos meses después

podía renovar íntegro el mobiliario de la escuela y enladrillar el piso. Las mesas y bancos viejos fueron remitidos á la escuela de Nancagua, donde con algunos pequeños remiendos quedaron como objeto de lujo.

El patio donde jugaban los niños era la Cañada, entonces plantada aquí y allá de algunos árboles y cubierta de verde césped á la primavera. Muchos años iban á pasarse antes de que se pensara en arreglar el hermoso paseo que hoy adorna la capital. En 1803 era casi un potrero atravesado por una zanja cuyos des. bordes hacían húmedo el centro. Servía á los vecinos de patio común y allí se arrojaban los desperdicios y basuras de las casas.

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