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gar, y se vistió de pontifical, y tomó el Santísimo Sacramento en las manos, con que no se atrevieron á llegarle, y se estuvo allí toda la noche.

Por la mañana, lunes 15 de enero, se consumió el Santísimo Sacramento en el lugar de México, y se puso cesasio a divinis; y pasó voz que el Virrey había dado orden que, si no quisiese pasar el Arzobispo adelante, le diesen garrote, no siendo esto así, porque no se sabe que haya mandado tal cosa.

Con esta voz creció la indignación del pueblo contra el Virrey y contra sus allegados y descomulgados, y yendo el Secretario del Acuerdo, Cristóbal Osorio, á Palacio, y viendo allí á uno de los descomulgados, pasando por la plaza en su coche, salieron unos muchachos y le empezaron á apedrear; y fueron tantos los que cargaron, y tras de ellos cantidad de indios mestizos, mulatos y negros, que lo obligaron á que, corriendo el coche, entrase huyendo en Palacio. El dicho Secretario, y gran muchedumbre de la gente tras de él, subió arriba, dió cuenta al Virrey, y la gente que venía tras de él se volvió á la puerta de la iglesia, donde al principio estaba. Mandó el Virrey que bajasen los alabarderos de su guardia á la puerta de Palacio, y enviándolos á ella, volvió la gente á embestir con ellos con tanta furia, que les obligó á retraerse dentro y cerrar las puertas. El Virrey, sabiéndolo, quiso bajar á embestir con la gente amotinada; estorbáronselo los que estaban.con él; mandó tocar una trompeta, y puso en una ventana un estandarte con las armas reales. La gente amotinada estaba ya tan

encendida, y entre ellos se habían allegado españoles, y todos pegaron fuego á las puertas de Palacio. Vino la Inquisición á pedirles que apagasen el fuego; por una puerta falsa entraron los inquisidores en Palacio.

Traían los amotinados por banderas unas cruces altas y algunos crucifijos. Decían los amotinados: ¡Viva Cristo y viva el Rey, y muera el mal gobierno y el hereje luterano! Volvieron á poner fuego á las puertas de Palacio, en apartándose de ellas los inquisidores, y empezaron á pedir que les volviesen el Arzobispo; pero el Virrey dió papel para que lo leyesen los amotinados, en que mandaba que volviesen al Arzobispo, y que el Marqués del Valle, que entonces llegaba á las puertas de Palacio, á caballo con algunos caballeros con él, deteniendo á los amotinados y defendiendo que no llegasen á las puertas de Palacio, con buenas palabras, fuese á traer al Arzobispo; y así fué, diciéndoles á todos que ya iba él por el Arzobispo, que el Virrey se lo mandaba así. Lo mismo hizo el Inquisidor Flores, y entrambos salieron del lugar á las diez del día, á traer al Arzobispo, que estaba ocho leguas de México.

Luego volvió á pedir el pueblo amotinado que soltasen á los tres Oidores que tenían presos en Palacio, y á los relatores y Escribano que tenían en la cárcel. Hízolo el Virrey como lo pedían, y salieron los tres Oidores á caballo á la plaza, cou gran riesgo de que la gente los ahogase, al ponerse á caballo, por la gran multitud de gente que ya ha

bía acudido, toda amotinada. Salieron los Oidores á la plaza para que la gente los viese, y fuéronse á apear á las casas del Cabildo, y allí se juntaron los demás Oidores y Fiscal, y se puso el estandarte real y también el estandarte que el Virrey había puesto á una ventana de Palacio, que un cantor de la iglesia puso una escala y subió á una ventana de Palacio y quitó el estandarte y se lo llevó á la iglesia, y después se lo llevaron á los Oidores y se puso en la ventana del Cabildo, como he dicho.

Derribaron las puertas de Palacio los amotinados, y entraron, asaltando hasta los corredores, y desde allí los volvieron á rebatir hasta el patio, y guarnecieron la puerta de la escalera. Luego, el Virrey y tres criados y muy poca más gente, como abajo lo refieren (sic), fué (sic) con parte de los levantados, á la Inquisición, á principios del motín, á pedir el estandarte de la fe; echáronlos y cerraron las puertas.

También vinieron á sacar al Oidor Pedro de Vergara Gabiría, de su casa; cerró las puertas, púsose en una ventana de rodillas, pidiéndoles que por un solo día se fuesen y aquietasen, y le dejasen, que no había de salir de su casa, si no fuera hecho pedazos. Luego vino á casa de dicho Pedro de Vergara, don Juan de Casaos y Cervantes, Caballero del Hábito de Santiago, á llamarle de parte del Virrey, y él le preguntó dos veces que quién le llamaba y quién le mandaba que saliese de casa. Don Juan de Casaos respondió que el Virrey mandaba que fuese á Palacio; y con esto, abrió su

puerta, y se fué con el dicho, don Juan de Casaos, y entró en Palacio por la puerta del parque, y se echó á los pies del Virrey y le dijo que allí estaba para obedecer lo que fuese servido de mandarle. Ordenóle que fuese donde estaba la Audiencia, para que todos procurasen remediar aquel levantamiento. Salió por la puerta de Palacic, y pasó por la plaza, pidiéndoles á todos que se aquietasen; y entró en las casas del Cabildo, donde estaban los demás Oidores, que sería á las once del día.

De Palacio se echó un papel, que el Virrey perdonaba á los amotinados, porque se aquietasen, y la Audiencia echó bando, diciendo lo mismo, que, pena de la vida, ninguno embistiese á Palacio. EI tumulto respondía y apellidaba que prendiesen al Virrey, sin cesar un punto de pedir esto; y á esta hora había gran multitud de gente blanca entre los levantados.

El Inquisidor don Francisco Bazán, que fué el que echaba los papeles á los amotinados desde una ventana de Palacio, del perdón que el Virrey hacía á los levantados si se aquietaban, y para que el Marqués del Valle fuese por el Arzobispo, salió de Palacio y vino donde estaba la Audiencia, y estuvo con los Oidores hasta las dos del día, que se fué á la Inquisición.

Veíase la Audiencia cada vez más apretada, porque la gente levantada y acreciendo en gran cantidad, y los que pedían (sic) que prendiesen al Virrey; y aunque dos ó tres veces intentó la Audiencia irse á Palacio, no se atrevieron hacerlo, tem:iendo

que en ella se habían de entrar los levantados, y que con esto podía correr riesgo la persona del Virrey, y continuamente estaba intentando la gente entrar en Palacio, cesando muy poco en su designio.

A las tres de la tarde, embistieron y rompieron la cárcel de Corte, que es dentro de Palacio, y por allí pegaron fuego. El Virrey había repartido algunos arcabuces y mosquetes entre sus criados y gente de la flota, á quien yo envié á avisar, á las dos del día, que fué cuando pude entrar en Palacio, que á la disimulada se viniesen á socorrer al Virrey, y así lo hicieron. Repartióse esta gente armada, que serían hasta cuarenta personas en todas, en guarnecer las puertas y entradas de Palacio, que son tantas, que habían menester quinientos hombres. Mandó el Virrey que se pusiesen á defender la cárcel, que no la rompiesen, y se hizo así, tirando algunos arcabuzasos; aunque yo fuí de contrario parecer, porque los levantados serían ya más de veinte mil hombres, y en Palacio no había cincuenta en todos cuantos había; y empezando á tirarles, se encendieron los levantados mucho más de lo que estaban, y también ellos tiraban arcabuzasos á Palacio, y entraban algunos clérigos á Palacio, tirando arcabuzasos. Yo no cesaba un punto de ir á Palacio y embestir, y los de dentro á defenderlo. La Audiencia estaba en gran confusión, porque ni se obedecía bando que se echase ni orden que se diese, ni querían escuchar los bandos, sino gritar: ¡Prendan al Virrey! y otros embestir á Palacio.

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