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quartel general del Lord, puede asegurarse que la de los franceses es incalculable, pues ademas de la que han tenido en las indicadas acciones, parece que un general frances se ha pasado despues á los aliados con toda su division."

Con razon se pudo decir que los aliados del Norte, y nuestros exércitos acababan de echar el sello á la libertad de Europa. Pues desde estas tan felices batallas Napoleon fue perdiendo y menguando hasta tenerse que contentar con la reducida isla del Elba, en lugar del señorío de toda la Europa. Diéronse tambien varias y largas relaciones de estas famosas batallas de Leipsick y sus cercanías, que en rigor no alteran la substancia de lo referido. Sus frutos fueron per

der Napoleon mas de 250 cañones y 600 hombres, mas de 200 prisioneros y 900 carros, habérsele desertado casi todas las tropas saxonas y witemburguesas, sin contar otros muchos prisioneros que se le hicieron en la retirada.

Sabido el éxito tan favorable de estas batallas, se tuvieron las esperanzas mas fundadas, no solo de la pronta libertad de la mayor parte de la Europa, sino de nuestro deseado D. Fernando. Pues ya era consiguiente que los aliados de ningun modo entrasen en negociaciones de paz con Napoleon, sin que éste á lo menos hubiese dexado enteramente libre la España, y vuéltole su legítimo Rey. Mas sin embargo se sospechaba que la inmensidad de terreno, que todavía ocupaba aquel

Tirano, y las muchas plazas que tenia la Francia singularmente por el Rhin, pudiesen hacer alargar la cosa. Así lo debió pensar Napoleon, que de resultas de estas desgraciadas batallas vino corriendo á París, y vomitando cólera y venganza, juntó el senado, y por su medio pidió 300 conscriptos, impuso muchos céntimos adicionales sobre puertas, ventanas y patentes, á mas de los que tenia cargados, dobló la contribucion personal y la parte de la directa, repartida por nuevas clases, y á este tenor siguió dando otras disposiciones igualmente tiránicas é irritantes, y en suma, las mas á propósito para ir apurando todo el sufrimiento de los habitantes de su infeliz impe

rio.

Å vista de lo que pasaba por el Norte y París ; se aumentaban las esperanzas de que nuestros exércitos, una vez entrados en Francia, harian tambien las mayores proezas, y pasarian mucho mas adelante, por cuya razon se creia que en seguida se tomaria Bayona, y todos nuestros exércitos se internarian lo menos hasta el Garona.

Mas estas esperanzas salieron enteramente vanas; y la cosa sucedió al contrario. Pues fuese por las grandes y continuadas lluvias, ó porque el Lord no estuviese tan satisfecho de nuestras tropas y gobierno, como se pensaba, es lo cierto que nuestros exércitos, excepto la division de Morillo, tuvieron órden de retroceder á España, y acantonarse en las pro

vincias vascongadas y Navarra, y hasta los valles cerca de Burgos. Progresivamente dixeron que la division de Longa tenia órden de venir de guarnicion á Badajoz, y otras la tenian de volver al centro de las Castillas. Estas circunstancias, no esperadas en tiempos tan críticos en que la nacion se desvelaba por el aumento, vestido y mantenimiento de las tro→ pas, y porque avanzasen á lo interior de Francia, contristaron y exâsperaron de un modo raro los ánimos. Quienes echaron la culpa á los ingleses: quienes, á los de nuestro gobierno, y los mas se que. xaban de todos, y de la desgracia de la nacion, que en el tiempo mas oportuno, y en el que habia de coger los frutos de la heróyca lucha que habia sostenido por espa

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