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camino hasta esta plaza, acompañado por mí, por dicha plana mayor, y por el cuerpo de caballería de mi exército, que al efecto destiné. El señor infante don Cárlos llegará mañana. He tenido la honra de poner en manos de S. M. el pliego cerrado y sellado que se sirvió dirigirme V. E. de órden de S. A. Todo lo que participo á V. E. para que se sirva ponerlo en conocimiento de S, A. la Regencia del reyno, Dios guarde á V. E. mu chos años. Quartel general de Ge rona 24 de marzo de 1814. Excelentísimo Señor, Francisco Çopons y Navia. Excmo. Sr. Secre tario de Estado y del Despacho de Guerra."

Antes que se publicase esta gaceta corrió la voz de tan plausible noticia, como un relámpago

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por Madrid. ¿Y quien podrá explicar el trastorno y gozo que causó en los mas de sus habitantes? Solo quien lo vió podrá dar alguna leve idea, porque completa me parece imposible. De repente, y en tropel, como si fueran enxambres, principiaron á salir las gentes de sus casas. Y las calles y plazas del centro se vieron en un instante tan concurridas, que no se podia andar por ellas sin el mayor trabajo. Pero lo mas singular era el entusiasmo y regocijo que en todas se notaba. Los vivas á nuestra religion, España y al sefor don Fernando eran tan contínuos, expresivos y cordiales, que naturalmente excitaban la mayor admiracion y alegría. El partido liberal, que hasta entonces habia tenido de algun modo el ascen

diente, por tener de su parte al gobierno y fuerza armada, vióse en este instante como abatido y despreciado. A los guardias de Corps que al paso cogian las gentes, los vitoreaban á lo sumo, y á ótros los llevaban en andas y procesion, diciendo como en tono de invectiva á los liberales: ¡Mirad! si con un criado y un guardia hacemos esto, ¿que será con su amo el rey don Fernando? Ótros, no contentos con esto, buscaron un mag nífico, ó al menos ricamente ad or nado, retrato del mismo señor don Fernando, y lo llevaron tambien con el mayor triunfo y procesion. Y entre los vivas y aclamaciones mas enérgicas y cordiales entraron en la iglesia de Santo Tomas donde ahora está la vírgen de Atocha, á dar gracias á Dios y á su bendi

ta Madre. En seguida se dirigieron a Palacio, y allí renovaròn sus vivas y aclamaciones. Así llegó la noche, y los mas se fueron retirando á sus casas con la mayor alegría, y sin que entré tanto gentío y bullicio se notasen ro bos ni excesos de alguna conside racion.

Amaneció el 30 tan alegre como la tarde anterior, por los semblantes de los mas de los madrileños. Y solo quedaba el escozor de no haber entrado al mismo tiem po el señor infante don Cárlos. Por que se decia que el no haber entrado con el señor don Fernando era prueba de que Napoleon y sus generales lo querian retener por lo menos hasta que fuesen entre→ gadas las guarniciones francesas de las plazas de Cataluña, y cons

seguir otras gracias ó sacrificios equivalentes. Mas aun por esta razon quiso Dios que la funcion y noticias fuesen cada vez mas amenas y plausibles. Pues á los dos dias se nos anunció que tambien habia entrado el señor infante don Cárlos bueno, sano y contento, y lo mas, sin restriccion ni concesion alguna por las acertadas precauciones que al intento habia tomado el general Copons. Y esto acabó de completar la fiesta y alegría de los españoles en grado tan extremado, que no es facil explicar. En estas tres noches hubo una iluminacion general, y de las mas alegres y suntuosas que se han conocido; porque hasta la serenidad y claridad de las noches contribuyeron tambien á ello. Y así finalizó el mes de marzo para

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