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á los aliados, y á no concertar tan bien sus operaciones; contribuyó cabalmente á lo contrario. Porque nunca más enfurecidos reforzaron sus exércitos: y aunque al pronto no lograron desalojar á Napoleon de Dresde, ni las orillas del Elba; al fin lo fueron estrechando de modo que tuvo que dar la famosa batalla de Leipsic, de que se hablará despues, y la que vino á ocasionar casi su total ruina.

Dada esta sucinta idea de las operaciones y situacion de los exércitos del Norte, volvamos á los nuestros de España, y sus rivales franceses. Por Navarra y las provincias no hubo en estos dos meses de setiembre y octubre acciones de tan grande consideracion, como en los anteriores. Pues se reduxeron á que para quitar á los de

fensores de Pamplona toda esperanza de ser socorridos, nuestros exércitos avanzaron ácia los enemigos por las entradas de Vera é Irun, y los desalojaron de sus campos atrincherados con una intrepidez y valor heróycos; por lo que se esperaba de uno á otro momen to la absoluta rendicion de Pamplona, única circunstancia para coronar la campaña y nuestra seguridad por este lado...

No sucedió así por la parte de Valencia, Aragon y Cataluña. Pues aunque los franceses las fueron desacupando, dexaron sin embargo bien fortificadas y abastecidas las principales plazas y castillos, como el de Murviedro, Peñíscola, Tortosa, Lérida, Mequinenza, Barcelona y Figueras. Es cierto que la guarnicion de estas plazas lla

maba mucho la atencion de muestros exércitos. Mas sin embargo se decia que siendo ya tan crecidos, por la agregacion de todas las partidas, y pudiéndose reunir, con satisfaccion debian perseguir á los franceses de Cataluña, de modo que no pudiesen reconcentrarse áeia Francia, ni unirse con los de la Gascuña para evitar que con un mismo exército batiesen á dos ó tres nuestros como en otras ocasiones. No dexó de conocer esto Lord Welinton, y mandó situar tambien nuestros exércitos de modo que en un caso semejante se pudiesen soco rrer con igual facilidad.

Hecha esta muy precisa relacion de las operaciónes militares de mayor momento en estos tres meses, contraigámonos á dar otra idea de las principales políticas.

Por lo que hace á. Madrid redu xéronse á que en fines de agosto se colocó en la Plaza mayor la lápida de la Constitucion. Con este motivo los gaceteros y periodistas liberales publicaron mil dis→ cursos, y prometieron otras tantas felicidades. Pero entre tanto lo general del pueblo de Madrid, y aun de todo el reyno, se iba disgustando cada vez mas. Porque los diputados de Cádiz nó perdonaban medio para que sus comisio> nados y gefes políticos llevasen á efecto y sin modificacion alguna el decreto de Inquisicion, y aun algunos ótros sobre que reclamaban los mismos pueblos.

T No obstante, como estos y otros decretos que los pueblos iban llevando tan á mal eran dados y se hacian obedecer por los de las

Córtes extraordinarias; se vivia con la esperanza de que concluidas éllas, tomarian diverso aspecto las cosas baxo las ordinarias, cuyos diputados sabian y conocian mejor las circunstancias y opiniones de los mismos pueblos, Por algunos se decia que los diputados de las extraordinarias no desistirian tan facilmente. Y no se engañaron con efecto. Una vez aficionados al mando son pocos los que lo dexan con gusto, La convocacion é instalacion de las Córtes ordinarias estaba hecha para mediados y fines de setiembre en el mismo Cádiz. Así para guardar conexion los diputados de las extraordinarias cesaron en el 14 del mismo setiembre, Mas ho del modo que se creia. Pues aunque instalaron la diputacion permanen

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