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no es favorable á este género de cultivo. En Méjico no estan acordes en la utilidad que podria sacarse del arroz de montaña, que es comun en la China el Japon, y que conocen todos los españoles que han habitado las islas Filipinas. Es cierto que este arroz de montaña, tan alabado en estos últimos tiempos, no se da mas que en la falda de las colinas regadas por torrentes naturales, ó por canales de riego * abiertos á grandes alturas. En las costas de Méjico, principalmente al SE. de Veracruz en los terrenos fértiles y pantanosos que hay entre los embocaderos de los rios de Alvarado y Guasacualco, el cultivo del arroz comun podrá ser algun dia tan importante como lo es hace ya mucho tiempo en la provincia de Guayaquil, para la Luisiana y la parte meridional de los Estados Unidos.

Seria tanto mas de desear que se dedicasen con ardor á este ramo de agricultura, cuanto que las grandes sequedades y los hielos tempranos hacen. faltar á menudo las cosechas del trigo y maiz en la region montañosa, y el pueblo mejicano periódicamente sufre las funestas consecuencias de una ham

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* Crescit Oryza Japonica in collibus et montibus, artificio singu lari. Thunberg, Flora Japon., p. 147. M. Titzing, que ha vivido mucho tiempo en el Japon, tambien asegura que el arroz de montaña, cerca de Nangasacki, se riega, pero que necesita menos agua que el de la tierra llana, M. Crawfurd nos dice por el contrario, que en Java el mountain ó dry land rice se cultiva sin ninguna especie de riego. (Hist. of the Ind. Archipelago, tom. 1, p. 361.)

bre general. El arroz contiene mucha sustancia nutritiva en pequeño volúmen; y en Bengala donde cuarenta kilógramos se compran por poco mas de medio peso, el consumo diario de una familia de' cinco individuos consiste en cuatro kilógramos de arroz, dos de guisantes, y dos onzas de sal *. La frugalidad del indígena azteca es casi igual á la del indostanés; y se evitarian las carestías frecuentes en Méjico, multiplicando los objetos de cultivo, y dirigiendo la industria hácia productos vegetales mas fáciles de conservar y trasportar, que el maiz y las raices harinosas. Ademas, y lo digo sin perjuicio del famoso problema de la poblacion de la China, no parece dudoso que un terreno cultivado de arroz, alimenta mayor número de familias que otro igual en extension sembrado de trigo. En la Luisiana, en la hoya del Misisipí se cuenta que una fanega de tierra comunmente produce 18 barriles de arroz, de trigo y avena 8, de maiz 20, y de patatas 26. En Virginia se cuenta, segun M. Blodget, que un acre da de 20 á 30 bushels de arroz, al paso que de trigo no da mas que de 15 á 16. No ignoro que en Europa se consideran los arrozales como muy contrarios á la salud de los habitantes; pero una larga experiencia, hecha en el Asia oriental, parece probar que su efecto no es igual en todos los climas. Como quiera que esto sea, no se

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* Bockford's Indian Recreations. Calcuta, 1807, p. 18.

** Nota manuscrita sobre el valor de las tierras en la Luisiana, que me ha comunicado el general Wilkinson.

debe temer que el riego de los arrozales aumente la insalubridad de un pais que ya está lleno de pantanos (Rhizofora mangle), y que forma un verdadero Delta entre los rios de Alvarado, San Juan y Guasacualco.

Los mejicanos poseen hoy dia todas las plantas de hortaliza y árboles frutales de Europa. No es fácil indicar cuales de las primeras existian en el nuevo continente antes de la llegada de los españoles. La misma incertidumbre reina entre los botánicos, sobre las especies de nabos, ensaladas y berzas que cultivaban los griegos y romanos. Sabemos con certeza que los americanos han conocido en todo tiempo las cebollas (en mejicano jonacatl), las judias (en mejicano ayacotli y en peruano ó en lengua quichua purutu), las calabazas (en peruano capallu), y algunas variedades de garbanzos (cicer. Lin.). Hablando Cortés * de las vituallas que diariamente se vendian en el mercado del antiguo Tenochtitlan, dice expresamente que se hallan en él de toda especie de legumbres, particularmente cebollas, puerros, ajos, mastuerzos, berros, cardos y tagarninas. Parece que en América no se cultivaba ninguna especie de berzas

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Lorenzana, pág. 103. Garcilaso, p. 278 y 336. Acosta, pág. 245. Las cebollas no se conocian en el Perú, y los chocos de América no eran garbanzos (cicer arietinum). Ignoro si los famosos frisolitos de Veracruz que se han hecho un objeto de exportacion, descienden de un Phaseolus de España, ó si son una variedad del ayacotli mejicano.

ni nabos (brassica et raphanus), aunque los indígenas apeteciesen mucho las yerbas cocidas. Mezclaban juntas varias especies de hojas y flores, y esta comida se llamaba iraca. Parece que los mejicanos no han conocido origináriamente los guisantes, y este hecho es tanto mas notable, cuanto se cree que nuestro pisum sativum es silvestre en la costa NO. de la América. *

En general si se echa una ojeada á las plantas de hortaliza de los aztecas, y al gran número de raices harinosas y azucaradas que se cultivaban en Méjico y en el Perú, se ve que la América no estaba ni cou mucho tan escasa de plantas alimenticias, como un falso espíritu de sistema lo ha hecho decir á algunos sabios, que no conocian el nuevo continente sino por las obras de Herrera y Solis. El grado de civilizacion de un pueblo no está en ninguna relacion con la variedad de producciones que hacen el objeto de su agricultura ú hortaliza. Esta variedad es mas ó menos grande, á proporcion que las comunicaciones entre regiones apartadas han sido mas o menos frecuentes, ó que las naciones separadas del resto del género humano en tiempos muy remotos, se han encontrado por su situacion local en un aislamiento ab

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En las islas de la Reina Carlota, y en la bahía de Norfolk, ó Tchinkitané. (Voyage de Marchand, tom. 1, pag. 226 y 360.) Estos guisantes ¿habrian sido por ventura sembrados allí por algun navegante europeo? Sabemos que de poco tiempo á esta parte, las berzas se han hecho, silvestres en la Nueva Zelandia.

soluto. No debemos extrañar que los mejicanos del siglo XVI careciesen de las riquezas vegetales, que en el dia tienen nuestros jardines de Europa. Los mismos griegos y romanos no conocian las espinacas, coliflores, escorzoneras, alcachofas, ni otras muchísimas legumbres.

La mesa central de la Nueva-España produce con muchísima abundancia cerezas, ciruelas, melocotones, albaricoques, higos, uvas, melones, manzanas y peras. En las inmediaciones de Méjico, en los pueblos de San Agustin de las Cuevas y de Tacubaya, el famoso jardin del convento de carmelitas, en San Angel, y el de la familia de Fagoaga en Tanepantla, en los meses de junio, julio y agosto hay una inumerable cantidad de frutas, la mayor parte de un sabor exquisito, á pesar de que los árboles en general estan mal cuidados. Se admira un viagero al ver en Méjico, asi como en el Perú y la Nueva Granada, las mesas de los habitantes acomodados provistas á un mismo tiempo de las frutas de la Europa templada, y de ananás *, granadillas (varias especies de passiflora y

* Los españoles, en sus primeras navegaciones, tenian la costumbre de embarcar ananas, que se comian en España cuando el viage era corto. Ya las presentaron al emperador Carlos Quinto, que halló la fruta muy hermosa, pero no quiso catarla. Al pie de la grande montaña de Duida, en las márgenes del alto Orenoco, encontramos ananas silvestres de un sabor sumamente exquisito. Las simientes no siempre se malogran todas. En 1594, ya se cultivaba el anana en China, á donde lo habian llevado del Perú (Kircher, China illustrata, pag. 188.)

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