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En otros ramos con este relacionados, algo más se había hecho, y no sin respeto deben pronunciarse los nombres de los Velázquez, Gama, Gamboa, Hernández y Alzate, señalados en las ciencias y en estudios de la naturaleza; pero por desgracia eran poco conocidos y menos aún imitados, y no es fácil ni darse cuenta de si esos imitadores fueron muchos ó pocos, y de si tuvieron importancia sus trabajos, merced á la desarrollada manía de saquear los archivos, que se vieron despojados de manuscritos que iban á parar en poder de particulares y á perderse ignorados en sus manos ó en las de imbéciles especieros. Así desapareció de la Biblioteca de Catedral el interesante trabajo de Eguiara sobre biografías: de los escritos de Alzate apenas se salvaron las gacetas y uno que otro folleto, y pocos conocen sus estudios acerca de la grana y el cinabrio, y los de Hernández y Cervantes sobre Botánica, los de Bermúdez sobre Medicina y los de Gamboa sobre Minería. Esos saqueos han sido de grave perjuicio para la historia, á la que han privado, quizá, de documentos interesantes, los mil y un aficionados á coleccionar firmas autógrafas, recortandolas de allí donde fueron puestas.

De todo esto, que para la generalidad pasaba inadvertido, el nuevo periódico El Siglo, que á colaborar en sus columnas iba á llamar á los hombres eminentes de tres generaciones, dedujo la necesidad de una reforma regeneradora y absoluta, y con fe en el porvenir y sin arredrarse ante la magnitud de los obstáculos, dió principio á sus meritorias campañas el 8 de Octubre de 1841, adoptando en un principio el sistema moderado, como el más prudente y eficaz conductor al campo liberal.

Ni hubiese podido hacer más por aquella época, que lo fué de hambre, de candidez y de vanidad, no desprovista, sin embargo, de grandeza.

El partido conservador era dueño de la situación por obra y gracia de sus convenios y transacciones con el Gral. D. Antonio López de Santa-Anna, erigido en Dictador en virtud del Plan de Bases de Tacubaya, aunque con la cortapisa de haber de convocar un Congreso Constituyente, al que con insólita soberbia había de disolver por demasiado avanzado y dar por sucesor otro más conforme con sus aspiraciones de grandeza, pero que ni aun así debía salir á su gusto.

Ingenio superior, aunque mal empleado, nadie como Santa-Anna supo jugar con su país, ni conquistó más méritos á su gratitud y motivos á su aborrecimiento. Iniciador y caudillo de todos los sistemas y de todas las causas, en todo quiso y logró señalarse, inclusive en el amor entusiasta, aunque desordenado, á su patria. Buscándole gloria, procuró que de él se dijese como de Napoleón dijo Las-Cases, il a laissé des traces durables de son bienfail, y como aquél, hizo lo posible para alzar monumentos y fundaciones útiles. Disculpémosle si

sus recursos no estuvieron á la altura de sus ambiciones, tan desmedidas como la vanidad con que creyó haberlas realizado, y aplaudámoslas, puesto que á ellas se debió en gran parte que México poseyese un teatro cuasi maravilla, comparado con los que, por aquel entonces, existían en la buena ciudad de los palacios.

Casi de dos años atrás venía madurándose ese proyecto de dotar á la Capital con un nuevo y gran teatro, en armonía con la importancia y belleza del lugar de asiento de los primeros Poderes de la República. Por iniciativa de D. Francisco Arbeu, asociado con D. Ignacio Loperena, se constituyó primitivamente una junta de accionistas, sobre la base de que las cantidades con que contribuyesen les serían reintegradas de las utilidades que la empresa produjese. La suscrición abierta no alcanzó á llenar el objeto, y en 6 de Abril de 1840, la Junta Directiva circuló un manifiesto demostrando que en esas condiciones eran inútiles sus esfuerzos, y comunicando que un sujeto abonado se comprometía á edificar el teatro, siempre que los suscritores se obligasen á hacer sus exhibiciones con sólo el derecho al traspaso de las respectivas localidades ó á su conservación, pero no á la devolución de las cantidades exhibidas, con cuyo objeto se rebajaban las cuotas de palcos á mil pesos; las de balcones, á ciento veinte, y las de lunetas á cien.

Así convenido por el mayor número, y después de separarse del proyecto quienes no estuvieron conformes, Arbeu y Loperena, adquiridos todos los derechos, pusieron mano á la magna empresa, no sin admiración de unos y sin suscitar la incredulidad de otros, bastante conocedores de lo difícil que era que dos mexicanos se asociaran en buena paz y concordia y por un término largo, como lo exigía aquella obra.

Para nadie fué, pues, una sorpresa la noticia de que ambos socios habíanse separado desacordes cuando á penas comenzaban á dar los primeros pasos en la realización de su proyecto. "Loperena estimó que existiendo ya cuatro teatros abiertos, era dar mal empleo al capital el levantar otro más, de tantas proporciones como soñaba Arbeu, y encargó á sus arquitectos D. Manuel Zea Gómez y D. Cayetano Moró, le formasen croquis de un edificio "que fuese no un teatro, "sino un grande hotel y un teatro juntos, dando á este último un "interés secundario." D. Francisco Arbeu manifestó que "su pensamiento, su fanatismo, su delirio, era el teatro, y que estaba dispuesto á sacrificar á este fanatismo la perspectiva de mayores utilidades en otra clase de edificio con distinto objeto." Loperena insistió en que el teatro sería un mal negocio, y propuso á Arbeu que se separase de la empresa, ofreciéndole $30,000 por la renuncia de sus derechos. Arbeu se negó más que nunca. Loperena se amoscó y dejó solo á D. Francisco, á quien demandaron los diversos contratistas que se tenían

apalabrados, fundándose en que resistiéndose aquél á la construcción del teatro, el Sr. Arbeu, aun poniendo en ello toda su fortuna, no tendría fondos para construirlo. Su fe ó su capricho, le dieron, no obstante, ánimos bastantes para luchar contra aquel cúmulo de dificultades, y día de regocijo fué para aquel distinguidísimo y enérgico carácter, el día en que sus operarios comenzaron á derribar las casas núms. 11. y 12 de la calle de Vergara, para abrir solar á la nueva construcción. Nuevos contratiempos sobreviniéronle cuando trató de buscar plano á su gusto y arquitecto á quien encomendar la obra.

Por fin, después de desechar varios proyectos, se decidió por los planos y dirección del arquitecto español D. Lorenzo Hidalga, profesor de Arquitectura Civil é Hidráulica y Capitán de Ingenieros, ya entonces conocido y acreditado por la construcción de la Plaza del Mercado del Volador y de diversas casas particulares. D. Antonio López de Santa-Anna, ganoso de engrandecer y hermosear á México y amigo de Hidalga; aprobó la elección y los planos, y prestó eficaz ayuda á Arbeu, buscándole por sí mismo capitalistas que adquiriesen el derecho de propiedad á determinadas localidades del futuro teatro, derecho consistente en la preferencia que para tomarlas gozarían ante toda empresa, y fué oportunamente tasado: hizo, además, que el Ayuntamiento de la Capital le diese la suma de $80,000, á cambio de la propiedad de tres palcos.

Sobre este asunto, encuentro en la Memoria que D. José María Bocanegra, como Ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, presentó á las Cámaras en 1844, lo que sigue: "el nuevo teatro ha recibido auxilio y fomento del Ayuntamiento de la Capital. . . . . con la circunstancia de que no ha resentido ni el perjuicio más leve, en razón de que, consistiendo la cesión en créditos contra el Gobierno, nada ha exhibido el Ayuntamiento, quedándole, por consiguiente, el goce y aprovechamiento del fruto de su capital, pues del teatro percibirá el provecho de los tres palcos que se le han cedido y, además, el valor que por la empresa se ha asignado á cada palco, por el derecho de propiedad que en cada uno conserva el propietario. No puede negarse que el Ayuntamiento colocó bien sus créditos, y paréceme que tiempo há que debe haberse reintegrado, y con usura.

Derribadas las casas 11 y 12 ya dichas, Hidalga puso mano á la apertura de zanjas y construcción de cimientos, según un sistema nuevo en México, que consistió "en establecer á la profundidad de dos varas, una masa de arena, formada por cinco capas sucesivas de siete pulgadas de espesor, mojadas y pisoneadas hasta conseguir con el pisón un sonido igual de un todo sólido y firme de treinta y cinco pulgadas de altura: sobre esta parte así solidificada, dejando su talud correspondiente, cargó el cimiento de piedra mamposteada con mezcla hidráulica, la cual formó cuerpo y se petrificó á los pocos días:

sobre este segundo cimiento carga la pared, dejando también un talud proporcionado; este sistema tuvo su origen en la Guayana Holandesa, y conviene aun á terrenos más fangosos y débiles que el de México."

En este estado los trabajos, la obra estuvo á punto para recibir la primera piedra, y á ello se procedió el viernes 18 de Febrero de 1842, anunciándose la solemnidad por medio de pomposos avisos, que pusieron en conmoción á todas las clases sociales é inspiraron al distinguidísimo poeta D. Ignacio Rodríguez Galván, la siguiente oda, que en la edición de 1883, de sus poesías, bautizó su coleccionador, y aun así, sólo en el índice, con el disparatadísimo título de "Poesía á la Grecia." Héla aquí, como su autor la publicó en el núm. 1,431 del Diario del Gobierno, correspondiente al mismo día de la colocación de la primera piedra del citado coliseo.

EL TEATRO

AL SEÑOR DON FRANCISCO ARBEU

I

Grecia, sentada en su veloz caballo,

de libertad la senda recorría,

y al cruzar, satisfecha sonreía

Con Aristides, Sócrates, Solón.

Roma también, del águila en las alas, cubierta de esplendor volaba al cielo hasta el momento en que cortó su vuelo y en el lodo la hundió prostitución.

A nosotros...... Pequeños y menguados
en la virtud y aun en el crimen mismo,
ni libertad, ni gloria, ni civismo,
encienden nuestro tibio corazón.

¡Ay! la verdad se refugió en Plutarco.
¿Honor?.... buscadlo en el sublime Homero.
A la tierra volved. . . . . . ¿A qué guerrero
no se atascó en el cieno su bridón? ......

Aliméntese, pues, mi alma abatida, de recuerdos, y busque mi deseo la virtud en el ancho coliseo..... Mas este coliseo ¿dónde está?....

En sucios paredones arruinados, de mezquino recinto y faz adusta, sin adorno ni luz, ¿la voz robusta de Alarcón y de Lope tronará?

No, que resuene en su cascado techo el áspero graznar de negras aves : suyas las puertas son, suyas las llaves de la escena, en que tienen su mansión. Lleven en triunfo al embriagado vicio, entonen indecentes epigramas,

que ya el olvido enterrará sus dramas, y en su sepulcro esculpirá: ¡Baldón!

II

Mas no la guerra en que la patria se hunde, ni la miseria que su faz marchita, refrenarán la empresa que medita tu mente infatigable sin cesar.

¿Verá México al fin bello teatro, digno de su esplendor y su grandeza? Sí lo verá; y un lauro en tu cabeza será el premio á tu rápido afanar.

Prosigue...... Te diré qué es un teatro: es del sensible corazón consuelo ;

es la historia imparcial, rasgado el velo;

es el horror del hombre criminal.

Allí tan sólo hay igualdad...... Tiranos, y opulentos, y pobres aparecen,

y sus míseras almas desfallecen

ante aquel indomable tribunal!

Sedienta España de opresión y de oro farsa procaz de su colonia hacía,

y ridícula farsa repetía

la estrecha escena en su torpeza audaz.

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